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El Málaga se dejó dos puntos, uno por cada regalo absurdo. El primero, por falta de concentración (imperdonable pifia de Munir), y el segundo, por desconocimiento y descolocación (Juan Carlos, mal situado, debe saber que ese futbolista siempre suele hacer ese movimiento). Era una cita crucial numérica y anímicamente porque con 30 puntos y dos victorias en los tres últimos partidos la perspectiva sería bien distinta. Sin ir más lejos, bastaría con un empate por jornada para permanecer... Pero, salvo que encadene una racha excelente, el equipo se condena ahora a mirar permanentemente hacia abajo.

La falta de precisión (o de calidad, según se mire) privó de más renta al descanso. El Málaga tuvo en la primera parte un 64 por ciento de posesión real; es decir, en campo contrario, y no pasándose la pelota entre los centrales. Pero de poco sirve cuando un equipo dispone de siete córners y una veintena de llegadas y sólo tira dos veces entre los palos (una de ellas, el lanzamiento del penalti). La movilidad y la superioridad por las bandas resultan estériles cuando los centros son tan ineficaces. Ayer hubo que esperar media hora para ver uno potable.

Ese primer centro fue de Hicham, tan activo como imprevisible. En su juego se observan tantos cambios en un partido como en la elección del peinado. Siempre queda la sensación de que puede dar más. Sólo en la acción del segundo gol desbordó con convicción -desperdició que el lateral Franquesa tenía una amarilla- y paradójicamente brilló más en acciones por dentro. La mejor noticia es que parece haberse afianzado en el once. A ver si no se duerme y mantiene su crecimiento.

Igual que acumuló críticas en un tramo de la temporada, sería injusto no elogiar ahora a Diego González. Ha mejorado considerablemente las últimas semanas y está mucho más concentrado, al nivel de Luis Hernández. En el capítulo positivo también conviene apuntar el buen tono del otro Luis, el malagueño, por delante de la defensa. Otra cuestión es que se le vio muy poco arropado en la contención. Cada vez que el Mirandés pisó el acelerador se apreció cierta sensación de endeblez en torno a la frontal.

Es obligado detenerse en Munir y en Juan Carlos. El portero no ofrece, ni por asomo, la seguridad de la pasada temporada, y el madrileño pierde el tiempo con tanto teatro en vez de estar a lo que debe estar. Pura cuestión de falta de competencia. A Juan Carlos siempre le ha ocurrido, pero al portero le está pesando no tener un rival que lo agobie.

El Mirandés se encontró con dos goles, pero... Se sobrepuso al agotamiento de la eliminatoria copera del jueves, mostró un estilo propio (eso que se busca aquí desde que empezó la Liga), cuenta con jugadores con hambre y además no duda en buscar el triunfo cuando huele sangre. El Málaga no remató la faena en la primera parte y después regaló los dos tantos, pero su rival es de lo más competitivo de la categoría. Toca seguir remando...

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