Ni los más viejos del lugar (La Rosaleda) recordábamos algo parecido. Habría que remontarse a los encuentros europeos con Oporto, Milan, Zenit y Borussia, ¡ay!, ... para ver el estadio a tope, banderas y pancartas y miles de espectadores enfebrecidos en una tarde de fútbol como la del pasado domingo. Lo vivido antes debió ser un mal sueño. O una larga pesadilla de la que despertamos quienes día a día hemos venido sufriendo las afrentas, la ignominia y la desvergüenza de un jeque de poca categoría. Ha tenido que ser un juez, una jueza, la que ponga orden y justicia en la tropelía que se venía produciendo.
Pues bien, ya tenemos un grave problema solucionado. Ya no queda nadie de la familia Al-Thani, ni siquiera alguno de sus últimos representantes. Ahora toca poner los cinco sentidos en el equipo ya sin los grilletes que lo atenazaban. Tres victorias consecutivas han motivado que ya no miremos hacia abajo; a Pellicer y sus jugadores corresponde mantener en alza ese cambio radical. Y ganar en Las Palmas sería ese cuarto triunfo consecutivo que nos llevaría a confirmar que también en el fútbol los milagros existen. No es tarea fácil, claro que no, pero sí posible y, de momento, con eso habrá que soñar. Pensar ya en los 'play-off' es una quimera, pero esa energía positiva que debe atesorar hoy día el equipo, la plantilla, debe servir para, al menos, llegar tranquilos al final. Si no fuera posible puntuar en el estadio Insular tampoco sería para rasgarse las vestiduras. Quedan todavía muchos partidos y, euforia aparte, el objetivo es huir de la quema del descenso.
Y bien, una vez terminada la temporada, ¿qué? Se acabarán los seis meses de suspensión judicial y el club se hallará en disposición de planificar la siguiente campaña. Hay que confiar en que la situación se normalice (judicial, económica y deportivamente) y con nuevo propietario o no, el Málaga C. F. pueda tomar carrerilla y afrontar la temporada 2020-2021 con el objetivo claro de lograr el retorno a Primera División.
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