Los sueños, sueños son. Los míos, fundamentados en que el Málaga pudiera ganar los dos partidos consecutivos en casa, Zaragoza y Huesca, ya se han ... venido abajo. La subida meteórica en la clasificación y vistos los resultados de otros equipos, hay que volver a mirar hacia abajo con la esperanza de que, al menos, se salven los puntos el próximo sábado. No obstante, hay que reconocer que el Málaga no mereció la derrota de última hora ante el equipo aragonés después de que unas manos pasaran por alto para el respetable y, claro, para el colegiado. Al menos, así lo aprecié yo. Unas manos dentro del área que ahí quedan para la historia de los despropósitos como tantas otras habidas en la jornada.
Las manos, en el fútbol, son muy largas; van desde las uñas hasta los hombros, brazo y antebrazo, flexionadas o extendidas, a veces invisibles, a veces culpables de un penalti, a veces inocentes. Pero es indudable que en un deporte que nació como balompié, las manos se hayan erigido en protagonistas dentro del área o en los saltos por la disputa del balón. Y entre las muchas habidas, pitadas o no, una de ellas ha valido para poner en bandeja el liderato al Barcelona. Y es curioso que a un portero (único autorizado a utilizar las manos en su área de trabajo) se le expulsara, Diego López, por sacar del área una uña o quizás el meñique, para blocar el balón. Y eso cuando en cada partido hay guardametas que sobrepasan ostensiblemente la línea frontal de su área cada vez que sacan. Cuando se creyó que el novedoso método tecnológico iba acabar con los líos arbitrales, da la impresión de que han aumentado. Pero ¿qué hacemos con las manos? Quedamos a la espera, por tanto, de lo que pueda ocurrir esta próxima jornada, si el Málaga saca pecho, y se sobrepone a sí mismo o, por el contrario, nos toca seguir esperando, atentos a lo que ocurre por abajo. Resultados aparte es de justicia reconocer que el club ha dejado atrás sus peores días, con una plantilla normalizada y un rendimiento que, seguro, aún ha de darnos satisfacción.
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