Trasplantados y deportistas malagueños: la competición llena de sentido la segunda vida de Manuela, David y José
Una mujer trasplantada de corazón, y dos hombres, que recibieron un hígado y un riñón, respectivamente, relatan cómo la actividad física ayuda a disfrutar de un día a día pleno, a prolongar la existencia de sus órganos y a mitigar los potentes efectos secundarios de la medicación que toman
Manuela La Haba, de 51 años, David Laguna, de 44, y José López, de 64, son personas que, aparentemente, no tienen nada en común, pero ... bajo el abrasador sol del martes, 3 de junio, el día que SUR los ha citado para hablar en el polideportivo de la Universidad de Málaga, sus respectivas figuras se agigantan no sólo porque son deportistas laureados que han conocido, en diversas citas, la gloria, sino porque además este trío de amigos y personas comprometidas han recibido un trasplante en algún momento de sus vidas. De la incertidumbre que rodeó todo el proceso pasaron a sentir esperanza y a gozar de una segunda parte con prórroga, pero sin penaltis: una nueva vida.
En la semana en la que se ha conmemorado el Día del Donante de Órganos y Tejidos (4 de junio) y el Día del Paciente Trasplantado (6 de junio), tanto Manuela como David y José destacan la importancia de no perder, en ningún momento, la esperanza. Ni la paciencia. «Yo estoy trasplantada de corazón desde hace siete años. Cuando era niña tuve un sarcoma de Ewing que superé; y, con 11 años, por culpa de la quimio, me dio un fallo multiorgánico, del cual creían que también me iba. Lo superé y me quedé con una miocardiopatía dilatada, ya de por vida: estuve haciendo vida más o menos normal, siempre con medicación, hasta que a los 42 años mi corazón dijo que ya no podía más», dice Manuela La Haba, que ahora preside la Asociación Deporte, Trasplante y Vida. Luego la mandaron a Sevilla y, después de unos meses, «llegó mi nuevo corazón y, con él, mi nueva vida», relata.
Ahora, disfruta de cada momento y, sobre todo, de su hijo y su familia. «Después de un trasplante se ve la vida tan diferente que te agarras a cualquier cosita a la que antes no le dabas importancia», explica. Primero iba del sofá a la cama, luego comenzó a andar con regularidad y, finalmente, el deporte aficionado llegó a su vida: «Comencé a hacer senderismo poquito a poco, me apasiona la bici y voy por esos montes disfrutando de cualquier detalle; me encantan la bici de montaña y el senderismo, siempre que puedo». Además, organiza la carrera popular que cada año en mayo recuerda al político y profesor Vicente Granados.
El deporte es vital para los trasplantados. «A mí me da paz y una sensación que igual puede parecer una tontería: sólo quería subir montañas para estar más cerca de mi donante y darle las gracias. Eso me aporta paz», subraya, para indicar después que la actividad física ayuda a los trasplantados a sentirse más vivos, además de recordar que ayuda a prolongar la vida del nuevo órgano y a mitigar los efectos de la potente medicación que toman los miembros del colectivo. A quien esté esperando un órgano, La Haba le aconseja que «se llene de paciencia, porque al final llega».
A David Laguna, con pocos meses de vida se le paralizaron los uréteres. «Me pusieron dos bolsas con las cuales orinaba; a los ocho años, ya llevaba 20 operaciones, ya fue cuando perdí el primer riñón; mantuve el siguiente hasta los 22 años, que entré en diálisis y, con 24, ya estaba trasplantado. Ahí cambió la vida. Yo sabía, tras veintitantos años enfermo, que era un cambio sustancial, pero nunca pensé que iba a ser un cambio tan grande».

Hace una vida normal, tiene pareja y, tras 18 años trasplantado, han tenido una hija. «Hago mi deporte. Comencé lo mío en atletismo: primero fue el objetivo hacer los 10 kilómetros, luego los 21, luego los 42, luego por el monte, me encanta subir a los picos más altos donde pienso en mi donante, y he continuado hasta los 101 kilómetros de Ronda y cada año hay un objetivo, porque al final esto hace que tengas unos hábitos más sanos», relata.
Ya ha participado en tres Juegos Nacionales de Trasplantados: en los 5.000 metros, ha logrado dos primeros puestos y un segundo y en 1.500, ha sido tres veces campeón de España. A quien espera un trasplante, le dice que tendrá momentos de bajón, pero lo principal es «no mirar el reloj» y tener paciencia. «El deporte nos ayuda a controlar el colesterol y el azúcar, cosas para las que nosotros tenemos más facilidad y la actividad física nos las regula», recalca. La semana que viene acude a sus cuartos juegos nacionales.
«Una gran paz interior»
José López Rivas tiene 64 años y es profesor. En 2006, le trasplantaron del hígado. Era deportista y tenía una vida normal, cuando de repente, en un partido del Unicaja, fue consciente de que era preso de unos picores muy violentos. El médico de Yunquera, su pueblo, le mandó unas pastillas y lo envió al especialista, hasta que en el Clínico le detectaron que tenía tres tumores en el hígado y uno en las vías biliares. La única solución era el trasplante. «Yo pensaba que ya mi vida se había acabado, pero me encomendé a la sanidad pública y al doctor Miguel Ángel Suárez», señala, cirujano especialista en el aparato digestivo. «Entré en un estado de gran paz interior, tratando de ver si había hecho mal a alguien, intentando ser mejor persona», reseña.

«A mí, estar subido en una bicicleta me daba antes la vida y me ha salvado después. Me gusta mucho el fondo, pero ahora me preparo para las pruebas de trasplantados, que son los 30 kilómetros en línea y cinco o 10 contrarreloj», dice. Ha participado en cinco Juegos Mundiales de Trasplantados y en siete nacionales, siendo varias veces campeón de España en ciclismo en su tramo de edad. A quien espera un órgano, le dice que viva tranquilo y rodeado de los suyos, y destaca que la prescripción del deporte tras el trasplante es absolutamente necesaria para ellos. «Tomamos medicamentos muy agresivos, inmunosupresores y corticoides. Es necesario hacer deporte para combatir los efectos secundarios y dañinos», concluye.
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