
Antón Saracíbar, ex secretario de organización de la UGT, ex presidente de la Fundación Largo Caballero
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Antón Saracíbar, ex secretario de organización de la UGT, ex presidente de la Fundación Largo Caballero
«Recuperar la memoria histórica no va contra nadie»El histórico sindicalista Antón Saracíbar (Bilbao, 1941) ha recalado en Málaga hace unos días porque comisaría la exposición sobre Nicolás Redondo Urbieta que se acaba de inaugurar en la Sociedad Económica de Amigos del País y que se podrá visitar hasta el 20 de febrero. ... Fue secretario de organización de la UGT cuando Redondo dirigía el sindicato. Y además de la militancia, les unió una profunda amistad que se truncó hace poco más de dos años con el fallecimiento a los 95 años del homenajeado por una muestra que va recorriendo España y que tiene por objeto recordar no sólo al dirigente obrero, sino la historia del sindicalismo español y su contribución a la construcción de la democracia. Saracíbar pasa ya los ochenta años, pero conserva una envidiable agilidad mental y física. En esta entrevista recuerda las desavenencias de la UGT con el PSOE de Felipe González, que llega a tildar de «neoliberal», la histórica huelga de 1988 y analiza el actual Gobierno de coalición con ojos diferentes a los de otras personas de su generación a quienes se escucha más.
–Vayamos primero a un episodio muy destacado de su biografía. Año 1987. Nicolás Redondo y usted dejaron el escaño logrado en las listas socialistas por discrepancias con los presupuestos generales que quería sacar adelante el Gobierno de Felipe González, dirigente de su partido político hermano, el PSOE. ¿Cómo se fraguó?
–Hay que partir de la base de que hay una historia anterior a la huelga de 1988 y a nuestra dimisión, que no se produce casualmente ni de forma rápida. UGT y Comisiones Obreras participaron muy activamente en la modernización de las estructuras económicas, la reconversión industrial, la lucha contra la inflación y asumieron en los primeros años de la década de los ochenta un cierto ajuste industrial y de salarios para responder a la coyuntura económica dando por hecho que posteriormente, cuando la situación mejorara, los trabajadores y los sindicatos tendrían una repercusión favorable en salarios. Pero, ¿qué pasó? Se generó un gran déficit social y cuando la situación mejoró, ya a partir de comienzos de 1987, el Gobierno no secundó las reivindicaciones de la UGT y de CC OO. Se produjeron desavenencias en la aplicación de las cuarenta horas, hubo continuos llamamientos a la moderación salarial por parte del Gobierno, se abusaba de la contratación temporal, bajó la prestación por desempleo, se reformó la Seguridad Social para recortar las pensiones y finalmente se produjo un tremendo desacuerdo sobre el referéndum de la OTAN en 1986. Esos motivos y posteriormente la plasmación de una política neoliberal en los Presupuestos Generales del Estado condujeron a la confrontación entre el movimiento sindical y el Gobierno socialista de Felipe González. No fue una confrontación dentro de la familia socialista, sino con el movimiento sindical que tuvo su apoyo en el movimiento sindical internacional.
–Venía de atrás, sí... en 1985, con la reforma de las pensiones, Redondo también se planteó dimitir.
–No, no se planteó dejar el escaño, votó en contra. Y nosotros participamos en las movilizaciones sociales en contra de la reforma de las pensiones.
–Pero no fueron a la huelga que sí convocó CC OO en 1985.
–No fuimos a la huelga, pero secundamos la oposición al recorte de la pensiones. Manifestamos que a una huelga general en todo caso había que acudir unidos, pero que no nos parecía correcto convocarla.
–Pero sí convocaron conjuntamente los dos sindicatos la histórica huelga del 14-D de 1988... Su éxito parece irrepetible. ¿Por qué?
–Convocar una huelga general con el éxito que tuvo la del 14 de diciembre no es nada fácil. Entonces el Gobierno estaba convencido de que la huelga iba a fracasar. Montó un gabinete de crisis en Moncloa, intentó desestabilizar al sindicato por todos los medios. Felipe González nos decía que no entendíamos la situación económica, que tampoco le entendíamos a él y que los ciudadanos y los trabajadores le entendían mejor. Él quería una relación directa con los ciudadanos, con los trabajadores, no quería intermediarios, no confiaba en los sindicatos. Así que en Moncloa pensaban que la huelga estaba condenada al fracaso. Pero a los dos días de la huelga se dieron cuenta de lo que había ocurrido en el país. Una huelga de esa dimensión no se ha vuelto a repetir porque el Gobierno tomó nota de sus errores y se ha abusado de los servicios mínimos. Y este Gobierno de coalición en concreto está secundando en buena medida las reivindicaciones de los sindicatos, así que tienen pocos motivos para confrontar porque están llegando a acuerdos relativamente fáciles con el Gobierno. Entonces había una confrontación directa y ahora hay colaboración, porque éste es un gobierno de izquierdas, de coalición, con un componente de izquierda alternativa a la que representa el PSOE. Además, la gran concentración de trabajadores en grandes empresas industriales... todo eso se ha venido abajo. ¿Sabes cuál es la empresa más grande del país ahora? Mercadona: tiene más de 100.000 trabajadores, pero están diseminados.
––¿Fue frustrante para la UGT que después de que Redondo favoreciera que González se hiciera con el liderazgo del PSOE luego en el Gobierno encargara la política económica a Boyer o Solchaga?
–No hacíamos hincapié en las personas, sino en las políticas. Si había que personalizar, lo hacíamos en el presidente, en que la que se desarrollaba era su política. Felipe González tuvo el apoyo de la UGT hasta mediados de los 80. Felipe González fue secretario general del PSOE porque Nicolás Redondo así lo determinó en el Congreso de Surenes. Y desde luego la UGT nunca tuvo problemas con el PSOE en la oposición. El problema se plantea cuando este partido llamado de izquierdas toma el poder en 1982; ahí fue cuando se produjeron unas desavenencias por otra parte comprensibles entre el movimiento sindical y los empresarios, entre el movimiento sindical y cualquier gobierno, sea de derechas o de izquierdas. Eso era lo que imperaba entonces en la UE. El dramatismo de aquella confrontación respondió a la falta de experiencia y de conocimiento de lo que pasaba en nuestro entorno. Fue propiciado por el PSOE que no comprendió cómo su sindicato hermano podía llegar a convocarle una huelga general. Yo se lo dije a Felipe González en una cena en Moncloa: «Vas a ser el primer secretario general del PSOE al que la UGT le convoca una huelga». Él nos decía que el análisis económico que nosotros hacíamos no era exacto, que había que seguir modernizando, que había que seguir ajustando. Y nosotros lo que le decíamos era que los trabajadores habían sembrado y que tenían derecho a recoger la cosecha. También le preguntábamos a Felipe González y a los empresarios por qué era tan fácil llegar a acuerdos cuando se trataba de hacer ajustes, mientras que era prácticamente imposible cuando planteábamos repartir la riqueza. No tenían respuesta.
–¿Qué opina del Gobierno de coalición? Muchos socialistas lo critican...
–La política económica y social del Gobierno, en unas circunstancias muy difíciles, muy adversas, se puede valorar positivamente: aumento del salario mínimo, subida de las pensiones, ingreso mínimo vital, diálogo social, reforma laboral, superación de la precariedad de nuestro mercado de trabajo. Esto no tiene nada que ver con experiencias anteriores. Dicho esto, si yo tengo que realizar alguna crítica, tiene relación con el partido, no con el Gobierno. Creo que el PSOE tiene que potenciar la participación, el debate, la democracia interna, la rendición de cuentas. Ahora todas las decisiones emanan de Moncloa y creo que también la calle Ferraz debería dotarse de un mayor protagonismo. Pero en relación con las políticas gubernamentales, me parece que son positivas en su conjunto, con algunas salvedades, lógicamente. Pedro Sánchez, tras las elecciones, tenía dos alternativas: o dejar gobernar a la derecha con el apoyo de la ultraderecha o intentar configurar un gobierno de coalición con apoyos en el parlamento. Optó por lo segundo y está dando algunos resultados.
–¿Cómo valora las declaraciones que hace Felipe González sobre el Gobierno de coalición?
–Yo tengo reservas en relación con lo que ha hecho el Gobierno de coalición en el tema de Cataluña, por ejemplo, con la amnistía o la financiación, que puede poner en un brete las políticas de igualdad con el resto de las comunidades autónomas. Tenemos reservas mucha gente. Pero, dicho esto, es una decisión no de Pedro Sánchez, es una decisión que ha tomado el PSOE en su comité federal y en su último congreso federal. Yo puedo tener reservas, pero como militante del PSOE me debo a la disciplina de partido, aunque no esté de acuerdo en todos sus términos con algunas políticas que se llevan a efecto. Declaraciones públicas que pongan en entredicho las resoluciones de todo un partido no me parece que sean apropiadas.
–Volvamos al motivo de su visita a Málaga, a Nicolás Redondo. Coincidió con él en la cárcel. Dice que ahí se fraguó su amistad. ¿Cómo era en las distancias cortas?
–Primero, era buen militante. Era un hombre comprometido con sus ideas, con la causa obrera, con el socialismo, de carácter introvertido, muy serio, muy disciplinado. Un personaje, sin lugar a dudas, que respondió a las exigencias del movimiento obrero de la época.
–Usted es más joven, pero los dos pertenecen a la generación que reconstruyó el PSOE, porque en la lucha antifranquista se dice que realmente sólo estaba el PCE.
–Eso era algo que emanaba, en primer lugar, del propio franquismo, para el que todos eran comunistas y masones. Pero no era verdad. El PCE tuvo mucho protagonismo, sin duda, pero que no existía otra cosa que el PCE y la masonería, eso no era verdad. Nicolás Redondo, en el sindicato, y Ramón Rubial, en el partido, son los eslabones más fuertes que han mantenido a la gente de nuestro entorno relacionada con la memoria histórica, particularmente a los seguidores de la Segunda República y a los que sufrieron la clandestinidad, el exilio y la represión. Y lo mismo se puede manifestar de Nicolás Redondo en cuanto a hombre clave en la transición sindical a la democracia.
–¿En qué consistió esa transición sindical a la democracia?
–Las reformas políticas fueron consensuadas, no hubo ruptura democrática, sino reformas. En cambio, en el plano sindical sí se produjo una ruptura con el sindicato vertical. Nicolás Redondo encabeza la contestación a la política del PCE y de Comisiones Obreras de entrar en el sindicato vertical, de lo que se llamó «entrismo». Nosotros nos negamos a entrar en el sindicato vertical. Nosotros planteamos la libertad y la pluralidad sindical, la unidad de acción y la autonomía de los sindicatos. Nosotros sindicalizamos la UGT, porque, cuando sale de la clandestinidad, estaba más preparada para la acción política que para la sindical. No sabíamos negociar convenios porque no habíamos participado en el sindicato vertical, no teníamos experiencia.
–En 1994 Nicolás Redondo no se presenta a la reelección y usted deja sus responsabilidades sindicales. Por entonces estalló el escándalo de la PSV -la promotora de viviendas que puso en marcha UGT y suspendió pagos, lo que se saldó con condenas por apropiación indebida-. ¿Estuvo relacionada una cosa con otra? Se comenta que Felipe González aprovechó la coyuntura para descabezar a la UGT y tener en el sindicato una cúpula menos combativa.
–Nicolás Redondo había tomado la decisión de jubilarse en ese Congreso que se celebró en 1994. Por lo tanto, ligar este asunto a la PSV o a una pretendida maniobra del PSOE para descabezar a la UGT no se corresponde con la realidad. Ni Felipe González ni el PSOE tenían capacidad para descabezar a la comisión ejecutiva confederal de la UGT. Dicho eso, que tuvimos problemas con la PSV y con el Gobierno, sin duda. Que los problemas de la PSV los tuvo que asumir la UGT como de hecho los asumió no quiere decir que no reconozcamos que aquel Gobierno tuvo dificultades para intentar resolver con la UGT el problema generado en una cooperativa de viviendas que promocionábamos, pero que no gestionábamos. Nicolás había decidido jubilarse porque ya tenía 65 años. Yo estuve en esa reunión en Moncloa con Felipe González y Narcís Serra, junto con el tesorero de la comisión ejecutiva confederal de la UGT y asumimos con nuestro patrimonio histórico y acumulado todo lo relacionado con la deuda de la PSV. La comisión ejecutiva confederal no tuvo directamente relación con ese dinero, ni participación directa en la gestión. La vivienda en aquel momento ya era un problema fundamental y nosotros con nuestra iniciativa chocamos con el sector inmobiliario, el de la construcción, las cajas de ahorros... porque interveníamos en un mercado muy goloso económicamente.
–Ha hablado de Nicolás Redondo como hilo conductor de la memoria histórica entre la Segunda República y el presente. ¿Qué opina de la crispación alrededor de la celebración del aniversario del dictador Francisco Franco?
–Es que en este país se confronta por todo. La derecha está en una campaña de oposición brutal a una iniciativa del Gobierno de mayor o menor fortuna. Pero recuperar la memoria histórica de nuestro país no va contra nadie. Recuperar la memoria histórica es recordar cuarenta años de dictadura y que tuvimos un levantamiento militar contra la república elegida democráticamente; es recordar la represión, el exilio y la clandestinidad. Sobre todo lo que tenemos que hacer es celebrar la democracia y la libertad.
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