José María Davó Cabra: de San Estanislao al mundo con Málaga por bandera
Este malagueño, que lleva quince años en la carrera diplomática, se define como «muy cofrade» y «jartible» cuando tiene que hablar de su tierra
Cuenta José María Davó Cabra que los diplomáticos son seres «extraños» porque sienten al mismo tiempo un doble amor: por su tierra y por ... estar fuera de ella trabajando por su país. Ambas pasiones se aúnan en este alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores que lleva a Málaga por bandera allí donde le obligan sus destinos profesionales y que se declara un «jartible» cuando le toca hablar de la ciudad que le vio nacer en 1976.
Fue en el hospital Carlos Haya, donde por aquel entonces hacía su especialidad, de anatomía patológica, su madre. Su padre es el conocido jurista José María Davó, que fue decano del Colegio de Abogados de Málaga. En la residencia familiar de Pedregalejo, en las cercanías de la parroquia del Corpus Christi, pasó su infancia y adolescencia y estudió en el colegio San Estanislao, al que dice sentirse estrechamente unido.
Tras concluir la secundaria, Davó Cabra marchó a Madrid para estudiar Derecho y Administración y Dirección de Empresas en ICADE –entonces el único lugar donde se impartía la doble licenciatura– y posteriormente estudió Ciencias Políticas en la UNED, a lo largo de varios años, acabando esta última licenciatura siendo ya diplomático, carrera a la que se incorporó en 2005.
Ecuador, Siria, Turquía y Jordania son los destinos en los que ha prestado sus servicios este diplomático que domina el inglés y el francés, además de defenderse en árabe y portugués. Sí lamenta que la falta de práctica le ha hecho olvidar el turco que aprendió en sus días en Ankara.
Desde la distancia cuenta que añora a Málaga, adonde acude al menos dos veces al año: en verano y en Semana Santa, una fecha que considera «imprescindible». Y es que este diplomático casado y padre de dos hijos (uno nacido en Damasco y otro en Ankara, pero malagueños de pura cepa) se declara «muy cofrade». Después de haber sacado el trono del Coronado de Espinas durante 25 años y de ser hombre de trono de la Soledad del Sepulcro, actualmente es mayordomo de enlaces en Estudiantes. «He transmitido esta pasión a mis hijos, que saben que con independencia del país donde nos encontremos, ellos tienen una cita cada Lunes Santo en la calle Alcazabilla», relata.
Aficionado a la lectura (literatura, historia y temas árabes), las lenguas, el teatro, la gastronomía –tanto cocinar como comer y hablar sobre todo lo que rodea a la cocina–, practica el balonmano, su deporte desde sus años en San Estanislao, y el rugby, que ha descubierto recientemente.
Cuando se le pregunta, afirma que su pequeño paraíso es la casa de sus padres en El Palo con su jardín con vistas a la bahía malagueña y añade que una calita en Maro o una finca en el interior de la provincia «tampoco son malas opciones» para disfrutar de su querida Málaga.
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