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Unas doscientas personas protestaron el pasado domingo 24 de noviembre en Málaga por las carencias que, como denunciaron, presenta la educación que reciben los niños ... con necesidades educativas especiales. Este movimiento comenzó a mediados de octubre y, con la última, ya son tres las concentraciones.
Básicamente, a su juicio debido a la reorganización de los recursos disponibles por parte de la Junta, la realidad de las aulas es «vergonzosa»; no garantiza la inclusión de todos los escolares, consagrada por ley. «El alumno que más atención recibe es en un intervalo de tiempo de una hora a la semana y el mayor porcentaje de estos niños, 30 minutos a la semana; muchos de estos en forma grupal, con entre 3 a 5 niños», denunciaron. «Los maestros se están dejando la piel para poder optimizar el tiempo», lamentaron en la protesta en la capital.
Una de estas educadoras es Ana Fernández Terrón. Actualmente trabaja en un aula específica para escolares con trastornos del espectro autista, a 130 kilómetros de su casa. Prefirió renunciar a un empleo cerca de su vivienda, en Málaga, al constatar que la situación que se encontraba a diario, como experta en Educación Especial, le sobrepasaba. «Ahora, por lo menos, tengo claro lo que me voy a encontrar», insiste. «En enero pasado, comprendí que algo no iba bien. En un principio, pensé que la culpa era mía, pero no. La educación inclusiva es un mito, no hay maestros para que sea posible, faltan manos para atender», explica la maestra. «He llegado a tener un censo de treinta niños, con 22 horas y media de horario lectivo a la semana; es imposible atenderlos», ejemplifica la experta en Pedagogía Terapéutica. Y su caso no es una excepción, asegura.
El centro en el que estuvo destinada el anterior curso contaba con 60 estudiantes enmarcados dentro del grupo bautizado como Necesidad Específica de Apoyo Educativo (Neae), de los que la mayoría requerían una atención acorde a la categoría de Necesidades Educativas Especiales (NEE), esto es, tienen que superar barreras, debido a una discapacidad o trastornos graves o de comunicación y del lenguaje. En ese proceso se garantiza un apoyo extra. Así lo detalla la Consejería de Educación.
«El trato debería de ser casi personalizado, puesto que son niños que están peor parados que el resto y que, además, están en la misma clase, pero no es posible», argumenta. «Como máximo, tienen una sesión a la semana. Imagina un aula de 26 niños, de los que seis tienen necesidades especiales», describe la educadora. «No es posible dar clase con tantos niños con necesidades en el mismo grupo. No es solo más número de maestros, es que hay que desdoblar las clases y a los profesionales», sostiene Fernández Terrón. Defiende, en suma, que hay que establecer una ratio, al igual que para cada aula, «no asignar hasta el infinito».
De no ser así, considera, nunca será posible determinar con exactitud el criterio de reparto de profesionales y medios. Y no solo habla como educadora, también lo hace como madre de una niña que presenta trastorno en el desarrollo del lenguaje.
Para poner contexto en esta situación, cabe apuntar el punto de vista de la Asociación de Orientadores y Orientadoras de la provincia de Málaga (Aosma), que preside Esperanza Samaniego García. El colectivo apuesta por «mejorar la asignación y gestión de los recursos y reducción de ratios» en la educación para alumnos con necesidades especiales.
El papel de estos profesionales es clave pues, como recuerda, identifican las necesidades educativas de ese alumnado, aunque sin emitir juicios clínicos, ni diagnosticos, ni clasificaciones. Su cometido, explican, «es asesorar a familias, profesionales y centros educativos para una adecuada coordinación y organización de la respuesta» que requieren los escolares. Esta tarea está recogida en un informe psicopedagógico y también en un dictamen de escolarización.
«En general, los profesionales que atendemos a la diversidad consideramos que hay mayor necesidad de recursos humanos especializados». En el caso de los orientadores, la asociación Aosma considera que los profesionales tienen un «número alto» de niños y que no siempre se asignan mayores medios en las etapas tempranas, cuando más falta hacen.
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