Juan Luis Peña: «La pandemia ha traído también un estallido social sin precedentes en ayuda»
El presidente de la Plataforma del Voluntariado en Málaga ilustra en cifras la solidaridad en la provincia: cerca de 40.000 personas luchando contra una crisis «como nunca antes habíamos visto»
Más de dos décadas en primera línea de calle y de necesidad permiten a Juan Luis Peña dibujar con bastante pulso los contornos de la ... crisis social que llegó de la mano de la sanitaria. Y en todo este tiempo –admite– no ha visto «nada igual». También que «la vida se ha puesto del revés para todos», aunque por su trabajo al frente de la Plataforma de Voluntariado en Málaga, este maestro jubilado de 73 años prefiere poner el foco a los que van quedando por el camino. Él lo hace al frente del colectivo que aglutina a cerca de 40.000 voluntarios en la provincia y 20.000 en la capital, un grupo que –celebra– «ha aumentado en número en esta pandemia porque, al final, para ayudar sólo hacen falta ganas».
–¿Cuál ha sido la aportación de las asociaciones y sus voluntarios ahora que la respuesta tiene que ser más inmediata que nunca?
–En un principio supuso un gran esfuerzo el adaptarse a esa nueva realidad, porque las entidades se encontraron de repente que no podían desarrollar sus programas como estaban previstos. También hubo que emplear recursos propios de las entidades para adaptar las sedes, proteger a los voluntarios, poner mamparas, etcétera. Por otra parte, todos los cursos de formación que estaban previstos se han tenido que dar online y eso ha perjudicado a colectivos como el de las personas mayores que viven solas, porque ese acompañamiento ha tenido que ser telefónico. También destacaría que ha habido un inmenso número de personas que han hecho el voluntariado de manera puntual, es decir, el vecino que ha ido a ver qué hace falta, si hay que ir a la farmacia, a hacer la compra... Se puede decir que en esta pandemia todos hemos sido un poco voluntarios.
–¿Ha afectado la pandemia a ese perfil de voluntario, ya jubilado, que de repente se convirtió en grupo de riesgo y tuvo que limitar esa capacidad de ayuda?
–Sí, pero no crea que eso ha descendido de una manera importante. Las personas voluntarias, independientemente de la edad, han estado en la primera línea. Han afrontado miedos y se han asumido algunos riesgos, aunque con todas las precauciones, para intentar cumplir con el compromiso que habían adquirido con la asociación. Es verdad que en caso de los mayores ha sido un poco más complicado, así como con las asociaciones que trabajan con los hospitales o con los niños enfermos...
–Pero hay asociaciones muy limitadas por el hecho de que muchos de sus voluntarios son jubilados que no han podido exponerse por una cuestión de salud
–Sí, sí, yo sin ir más lejos soy una de esas personas de riesgo porque tengo 73 años, aunque mi labor es otra. Es cierto que en el momento en que sales a la calle asumes un riesgo, por muy protegido que vayas, aunque estamos todos en un engranaje que tiene que seguir funcionando para atender las necesidades de los demás. Creo que hay un compromiso muy fuerte por parte de la sociedad: ten en cuenta que el voluntariado no es sólo la cuestión asistencial, sino también el motor de cambio. Ahí es donde estamos todos.
–¿Entonces no peligra la viabilidad de algunas asociaciones por esta causa?
–Los datos que manejamos a nivel provincial en la plataforma, a la que pertenecen unas 200 asociaciones, no van en esa línea. Sí nos ha llegado el caso de alguna que ha tenido que dejar la actividad, pero por una cuestión de viabilidad económica. Al contrario, nosotros percibimos un aumento de voluntarios en el caso de determinadas asociaciones, por ejemplo las que trabajan con las personas mayores. Te llegaría decir que incluso ha sido abrumador.
–Al menos en esa parte de la gestión sí ha habido respuesta
–Sí, lo realmente importante ha sido que en esta pandemia ha habido un estallido social sin precedentes de personas que han intentado ayudar. Hay que tener en cuenta que por desgracia se han incorporado a las llamadas colas del hambre pobres nuevos, que hasta hace unos meses tenían sus trabajos y que por una serie de circunstancias tienen que pedir para comer. Y eso sí es lamentable.
«Muchas personas han sido voluntarias de manera puntual: el vecino que va a ver qué hace falta»
«Nos cuentan milongas de que no van a dejar a nadie atrás, pero la realidad que viene es otra»
–¿Ha cambiado la pandemia el perfil de voluntario?
–Aún no lo sabemos porque hemos estado centrados en otras cosas. Para nosotros esto ha sido un auténtico caos. No te exagero nada si te digo que durante la pandemia hemos llegado a mandar 40.000 correos electrónicos. Era un horror, primero se decía una cosa, luego la contraria; que las mascarillas no hacían falta, luego que sí, el reparto... Llegará un momento en que podamos analizarlo con más calma, pero en general se mantiene el perfil de una mujer de unos 45 o 50 años que una vez que ha criado a los hijos se dedica a la ayuda a los demás, y también el de las personas jubiladas.
–¿Y cuáles son los problemas que les trasladan las asociaciones?
–Todo se resume en lo económico. Te voy a poner un ejemplo: llevamos más de diez años sin subvenciones para renovar los equipos informáticos, los ordenadores de algunos colectivos van, literalmente, a manivela. Hacer ahora todas estas cosas por Internet ha sido muy complicado, porque encima tampoco se tenía la formación para funcionar de esta manera. También tenemos que ver cómo justificamos todos los gastos en mascarillas y medidas de seguridad que hemos incorporado. Necesitamos recursos y sensibilidad por parte de las administraciones.
–¿Cree que esas administraciones han estado a la altura?
–Generalmente las organizaciones van por delante de la administración; de todas formas la respuesta por parte del Ayuntamiento, por ejemplo, ha sido correcta y hemos colaborado bien. Con respecto a la Junta de Andalucía, hay algunas subvenciones que a estas alturas del año están por cobrar: tenemos dinero concedido pero no podemos utilizarlo.
–Lleva más de 20 años al frente de la plataforma, ¿alguna vez se había tenido que enfrentar a una situación tan compleja?
–No, no, nunca. Ni siquiera parecida. Puede que una situación de emergencia similar en cuanto a la necesidad de respuesta rápida fuera la de las inundaciones del 89 en Málaga, pero como lo de ahora, nada. Esto ha cambiado la vida de todos; yo, por ejemplo, en lo personal tengo la pena de que no puedo abrazar desde hace meses a mis dos nietos preciosos.
–¿Le preocupa lo que viene?
–Sí, mucho. Esto va a aumentar por la situación precaria en la que se han quedado miles de personas. A veces nos cuentan milongas de que no quieren que se quede nadie atrás, pero la realidad es otra muy diferente. Los recursos que nos han llegado por parte de las administraciones han aumentado muy poco. El verdadero esfuerzo lo ha hecho la sociedad civil con sus donaciones: eso sí ha sido para quitarse el sombrero.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.