Apuesta perdida (felizmente)
El palacete sito en el número 8 de la calle Niño de Guevara ha sido restaurado y sus mallorquinas, abiertas al fin, dejan pasar la luz a un interior que vuelve a palpitar
Nuestras rutas cotidianas por la ciudad nos convierten en testigos involuntarios de la decadencia de ciertos lugares; cuando el abandono rebasa ciertos límites temporales, el ... fatalismo comienza a hacer mella. El palacete sito en el número 8 de la calle Niño de Guevara era, al menos en apariencia, una de esas edificaciones cerradas a cal y canto cuya dignidad hacía mucho que comenzó a ajarse; el que la protección arquitectónica tipo I que le otorgaba el planeamiento fuese insuficiente para la salvaguarda de su integridad era un temor fundado, a la vista de lo ocurrido en otros casos recientes.
Esta vez, sin embargo, -muchos habríamos apostado lo contrario- el desenlace ha sido feliz. El inmueble ha sido restaurado y sus mallorquinas, abiertas al fin, dejan pasar la luz a un interior que vuelve a palpitar, como manifiestan los turistas que franquean su portón de madera.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión