ASÍ SON LOS 'MILLENNIALS' MALAGUEÑOS
Fueron niños deseados y protegidos, una generación formada y creativa, pero sus expectativas chocan contra el desempleo y la crisis económica
ALBERTO GÓMEZ
Domingo, 4 de septiembre 2016, 01:24
Son creativos, sociables y hedonistas. Han crecido al abrigo a veces rasposo de las nuevas tecnologías y han viajado más que sus padres y abuelos, ... pero cuando quieren acceder al mundo laboral se dan de bruces con una tasa de paro juvenil cercana al cincuenta por ciento. Fueron niños deseados y protegidos, un apego devenido en inevitable conflicto generacional en cuanto irrumpió la adolescencia en forma de acné y respuestas combativas. La revista Time, que los llevó a su portada bajo el lapidario titular 'The me me me generation' ('La generación del yo, yo, yo'), considera que son «perezosos, narcisistas y consentidos», pero los 'millennials', como se conoce a quienes nacieron entre los ochenta y los últimos años de los noventa, reivindican su capacidad de aportar ideas, productos y, sobre todo, nuevas formas de relacionarse a una sociedad cada vez más envejecida.
Las decenas de entrevistas realizadas desde febrero a jóvenes que residen en la provincia, y que pueden consultarse en la página web de SUR, revelan que los 'millennials' malagueños valoran la amistad tanto como el amor, saben cómo estirar el dinero para apenas pasar por casa sin gastar más de cincuenta euros a la semana, han desconectado su voto de los partidos tradicionales y admiran la capacidad de trabajo de sus padres aunque a menudo se sientan incomprendidos por ellos. Las expectativas creadas en torno a esta generación, nativa digital y preparada, con acceso a mucha más información de la que tuvieron sus progenitores, colisionan con la falta de oportunidades y una crisis económica que ha frenado en seco buena parte de sus planes. Es aquí donde se produce la brecha más dolorosa. «Mis padres siempre me han dicho que tengo que vivir por lo menos como ellos», confiesa Carlos Báez, un estudiante de Ingeniería Informática de 22 años. La realidad económica, sumada a los nuevos comportamientos sociales, complica la posibilidad de que los 'millennials' alcancen los objetivos trazados por sus mayores.
Víctor M. Rodríguez Estudiante
«Me motiva pensar que me quedan muchas experiencias por probar»
La mayor parte de los jóvenes ha transformado esa frustración potencial en una oportunidad para explorar otras formas de relacionarse y vivir: «Tengo claro que no quiero ser un ente pasivo, de esos que se quedan viendo la televisión. Me motiva pensar que todavía me quedan muchas experiencias por probar, muchas personas por conocer y que de todo podré aprender algo», explica Victor Manuel Rodríguez, un estudiante de Finanzas y Contabilidad de 21 años nacido en Alhaurín de la Torre.
Los sociólogos advierten de que esta generación no seguirá los patrones vitales de las anteriores. El matrimonio, la compra de una vivienda o la estabilidad laboral han dejado de ser prioridades y dan paso al alquiler continuado, la movilidad profesional y un mayor número de parejas. «Son procesos que están perdiendo linealidad», explica Ayuso: «Será muy difícil que los miembros de esta generación accedan a una casa en propiedad y tampoco tienen asegurada la paternidad porque lo retrasan tanto que cuando quieren no pueden. También los empleos están cambiando. Ya no hay becarios por un tiempo que luego son contratados y pasan su vida entera en esa empresa, sino que la mayoría de trabajos están por construirse, y por eso está aumentando el número de autónomos».
Esta realidad, dibujada desde el trazo tosco de la crisis, ha disparado la solidaridad entre los 'millennials', pese al empeño de muchos por considerarlos derrochones y egocéntricos. Los jóvenes españoles han asistido en los últimos años a un empobrecimiento general de la economía familiar y, en un buen número de casos, a la pérdida de empleos de sus mayores, una situación que los ha despertado del letargo adolescente. Es el caso de Isabel, una estudiante de Trabajo Social que, a sus 21 años, compagina la carrera con un empleo eventual como limpiadora: «Me gasto el sueldo en salir, en ropa o en dárselo a mi madre si le hace falta». Frente a los numerosos cambios detectados respecto a las últimas generaciones, el sentimiento de unión a la familia permanece intacto, como explica Ayuso: «Pueden ser de derechas o izquierdas, ricos o pobres, religiosos o agnósticos, pero donde siempre coinciden es en la alta valoración que tienen de la familia, aunque es cierto que ahora tenemos que hablar de familias en plural, con muchos modos de vivir».
Rosa Chaneta Estudiante
«Me asusta decepcionar, que depositen muchas expectativas en mí»
La mayor parte de los 'millennials' entrevistados sienten que, de algún modo, el sistema les ha fallado. Han tenido que desaprender pautas que fueron básicas para la generación anterior, como que la obtención de un título universitario es sinónimo de empleo o que el acceso a un puesto de trabajo permitirá ascender en la empresa. Ese mecanismo de recompensas ha quedado difuminado y ha disparado el abandono escolar en los últimos años. La reducción de las oportunidades laborales provoca que encontrar un trabajo ya no sea únicamente una cuestión de mérito. «Me asusta decepcionar a la gente que quiero, que depositen muchas expectativas en mí y luego no sea capaz de corresponderlas», reconoce Rosa Chaneta, una estudiante de 18 años que acaba de examinarse de Selectividad.
Una interpretación errónea de la crisis ha llevado a muchos 'millennials' a abandonar los estudios, que consideran «innecesarios» para acceder al mundo laboral. «Estudiar sirve para tener cultura y poco más», sentencia Lucena García, una torremolinense de 24 años, madre de una niña de cinco años. Las estadísticas, sin embargo, confirman que la tasa de paro aumenta entre quienes no disponen de títulos formativos. «El fracaso escolar es el verdadero problema. Quienes no tienen estudios sufren el desempleo de forma mucho más dramática, porque pierden cuando compiten contra aquellos jóvenes que sí han recibido algún tipo de formación. Los universitarios acaban trabajando, aunque en muchas ocasiones no sea en algo relacionado con lo que han estudiado», explica Ayuso.
Las dificultades para adaptarse a este nuevo escenario, a menudo agravadas por la presión familiar, explican la brecha abierta entre padres e hijos: «Esta generación tiene las expectativas muy altas porque las anteriores han hecho muchas cosas y muy bien. Venimos de los treinta mejores años de nuestra historia, en los que hemos asentado la igualdad, las pensiones y las infraestructuras. Cuando muchos jóvenes se comparan con la generación anterior, se dan cuenta de que ellos no van a poder llegar a lo que consiguieron sus padres o abuelos, que comparativamente crecieron y mejoraron mucho», afirma Ayuso, quien también señala que los 'millennials' no están dispuestos a calcar el modelo de trabajo de sus mayores: «Los jóvenes cada vez valoran más la calidad y no tanto la cantidad. Los expedientes más brillantes de nuestras facultades ya no solo miran cuánto van a ganar, sino a qué hora van a salir».
Los medios utilizados para relacionarse constituyen otro de los grandes cambios de los 'millenials' en relación a generaciones anteriores. Enganchados a WhatsApp o Telegram y a redes sociales como Instagram, Facebook o, en menor medida, Twitter y Snapchat, los más jóvenes han hecho de sus teléfonos móviles una extensión de sus brazos. No solo les sirve para comunicarse o informarse, sino para comprar, jugar, ver películas y series, quedar, buscar trabajo, ligar o controlar el ejercicio físico y las calorías. Han abandonado el consumo tradicional de contenidos en televisión en beneficio de YouTube y otros canales similares y la mayoría tiene o ha tenido cuenta en páginas de contacto como Tinder o Badoo. Mirar el móvil es lo primero que hacen al despertar y lo último que hacen antes de dormir. Como muchos de sus padres, sí, pero con matices; para los 'millennials', lo real y lo virtual son dos caras de la misma moneda y casi todas sus relaciones cotidianas pasan por una pantalla.
María del Carmen Cubo Pedagoga
«¿Que si hay igualdad entre hombres y mujeres? Para nada»
Las redes sociales son el gran cambio al que asiste esta generación. Es un mundo nuevo controlado por los jóvenes, un espacio propio al que sus mayores rara vez tienen acceso. «Sería conveniente que se formasen en redes, que hubiese una educación previa a su uso, pero no es posible. ¿Cómo van los padres a controlar en lo tecnológico a sus hijos, si cuando se estropea un teléfono son los jóvenes quienes lo arreglan? Son nativos digitales, aunque lo que se produce en redes sociales no es más que lo que se produce en la calle, comportamientos similares a los que se tenían en la plaza o en el bar», sostiene Ayuso.
El ciberacoso, la sensación de soledad en tiempos de hiperconexión o el repunte de comentarios y actitudes machistas suponen el peligroso reverso de las nuevas tecnologías, donde el cariño y la popularidad se miden en números de 'me gusta' o seguidores. «Muchos jóvenes creen, equivocadamente, que los celos son una demostración de amor. La ciberviolencia de género es un fenómeno nuevo que debemos combatir. Hay cada vez más reproches contra las mujeres relacionados con el doble check sin contestar de WhatsApp o el número de amigos en Facebook», narra la coordinadora del Instituto Andaluz de la Juventud en Málaga, Silvia Cabrera.
Entre los 'millennials' malagueños, la percepción del machismo va cobrando fuerza. «¿Que si hay igualdad? Para nada. El otro día vi anunciado un regalo para mujeres. Era una foto de productos de limpieza», cuenta María del Carmen Cubo, una pedagoga de 22 años. Algo similar piensa María Losada, traductora e intérprete de 25 años: «No tengo pareja ni planteamiento de ser madre hasta los treinta y pico y no me gusta que eso no esté bien visto en la sociedad andaluza». Teresa González, también de 25 años, economista, opina en la misma línea: «Una cosa que no me gusta nada de la generación de mis padres es que eran muy tradicionales y sólo trabajaba el hombre».
Luis Ayuso Sociólogo
«Es una generación responsable, pese a todo lo que se dice»
A corto plazo, en el horizonte laboral de los 'millennials' predominan los empleos eventuales con salarios inferiores a mil euros, por lo que el único escenario posible para su emancipación pasa por el alquiler de pisos compartidos. En el caso de los estudiantes, viven de trabajos puntuales, en muchas ocasiones cobrados en negro, y de las pagas que reciben de sus padres. Los jóvenes entrevistados manejan en torno a 45 euros semanales de media y demuestran una insólita capacidad para extender el dinero. «Es una generación responsable, pese a todo lo que se dice. Tienen la virtud de abaratar costes usando redes sociales y webs como BlaBlaCar para compartir gastos», afirma Ayuso.
Pese a su supuesto desapego emocional y político, los 'millennials' han jugado un papel fundamental en la creciente democratización de las relaciones familiares y en la irrupción de nuevos partidos en el Congreso. Estos jóvenes reclaman transparencia, regeneración y más procesos participativos. Desconfían de las formaciones de la Transición y en su mayoría respaldan a Podemos o Ciudadanos, aunque los sociólogos advierten de que los comportamientos sociales no son lineales: «La generación del 68 iba a cambiar el mundo y muchos de ellos han acabado convertidos en lo opuesto de lo que defendían, pero los partidos tradicionales deben cambiar su estrategia de comunicación si quieren que sus mensajes lleguen a los más jóvenes». De momento, lo único claro para los 'millennials' es que el futuro es suyo.
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