¡Devuélvanme mis diez pavos!
Puesto a gastar diez euros con vistas, mucho mejor disfrutando una cerveza en la terraza de un hotel céntrico
Teodoro León Gross
Domingo, 6 de septiembre 2015, 14:50
Ojalá, por principio, le vaya bien al promotor de la noria, como a cualquier empresario que arriesga lo suyo, pero sospecho que la mayoría de ... turistas y casi cualquier malagueño bajará del cacharro pensando ¡devuélvanme mis 10 pavos! por más que algunos vicarios de lo malaguita proclamen el orgullo de la noria (sic) y el crucerista desde el Muelle Uno pueda tener la sensación seductora de un mirador excepcional. La realidad no es esa. La vista desde la noria tiene poco encanto: apenas se divisa el centro histórico, lo monumental queda empequeñecido en la distancia, la Malagueta tapa la Caleta y casi todo es una marea de áticos y tejados feos desde el ensanche de Heredia. Puesto a gastar diez euros con vistas, mucho mejor disfrutando una cerveza en la terraza de un hotel céntrico como el lounge del Málaga Palacio que parece suspendido en el tejado la Catedral con la mirada sobrevolando el Parque y el Puerto.
Málaga, con un centro muy compacto, es una ciudad más para caminarla placenteramente, sin asfixia, Palmeral, Parque, Plaza del Obispo, Cister, Alcazabilla, Plaza de la Merced, San Agustín, Echegaray, Mártires, Pasillo de Santa Isabel sobre el río, Atarazanas, San Juan, Compañía, Plaza de la Constitución, Larios... Pero además ofrece su propia vista de pájaro desde hace 2.700 años en Gibralfaro, elevado más de cien metros sobre el mar. No hay sitio para ver Málaga como el delicioso paseo circular por las murallas del viejo castillo nazarí: desde el Pozo Airón hasta la magnífica Torre Blanca, con la mejor perspectiva para comprender la traza urbana, y de ahí a la plataforma de Hornos de Pan con la vista clásica de Puerto-Parque-Alcazaba, y así hasta la Torre Mirador con la panorámica completa de la bahía. Para el turista, cuesta 2,20, y si incluye Alcazaba, 3,50. Para los residentes, sólo 0,60. Dieciséis entradas salen más baratas que un ticket para tres vueltas en la noria.
La noria proporciona, eso sí, una perspectiva interesante del Puerto, e invita a la reflexión: desde allí se divisa el gran trabajo del Palmeral en el muelle dos, el atractivo popular de Muelle Uno, y además el espacio excepcional del muelle cuatro Muelle de Heredia ahora baldío, entre el edificio derribado del Apostolado y la vieja Aula del Mar. Desde la noria se interpreta bien la profunda integración del Puerto en el Centro Histórico, como parte sustancial del mismo. Y eso es algo que parecen no asimilar los munícipes y responsables portuarios, a juzgar por el modo en que han gestionado la noria o las inmensas grúas de hasta cien metros con un impacto bárbaro en el paisaje de una ciudad sin la dimensión de Ámsterdam o Barcelona (yo apostaría por pintarlas como jirafas convirtiéndolas en un icono). Eso sí, al menos la noria tiene una virtud formidable dadas las circunstancias: es desmontable.
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