Borrar
Vladímir Putin conversa, este miércoles, con los empresarios italianos durante su reunión telemática. AFP
Los 'lobbies' de EE UU presionan a Biden para que mida el alcance de las sanciones

Los 'lobbies' de EE UU presionan a Biden para que mida el alcance de las sanciones

Compañías energéticas y otras corporaciones advierten del efecto boomerang de un bloqueo comercial y financiero a Rusia

miguel pérez

Miércoles, 26 de enero 2022, 22:32

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, le han surgido resistencias internas a su plan de sancionar a Rusia -en caso de que intervenga en el interior de Ucrania- con unas medidas que la aíslen comercial y financieramente del resto de la comunidad internacional. La aparente gran dimensión de este castigo, que además se aplicaría de repente con todo su peso en vez de manera gradual y con determinadas licencias como es habitual, ha alarmado a las poderosas corporaciones americanas y es presumible que el mismo temor se repita en Europa, cuya cercanía a Rusia le hace candidata a una mayor afectación comercial.

Los 'lobbies' comenzaron este miércoles a presionar a los miembros del Congreso para que transmitan a la Casa Blanca los riesgos que comportaría para la economía estadounidense aplicar un catálogo de castigos diseñado con el estómago. Los anuncios hechos por la Administración apuntan a bloquear los vínculos comerciales con Moscú, cerrar el paso a las exportaciones e importaciones tecnológicas, prohibir las operaciones con dólares en la banca rusa y, en general, llevar al país a una especie de limbo financiero. Para los consorcios, la envergadura de las sanciones podría provocar un efecto boomerang sobre el tejido productivo de EE UU, cuyo volumen de negocio con Rusia supera generosamente los 35.000 millones de dólares en transacciones.

Más allá de los despliegues militares, lo que también puede marcar el devenir del conflicto son precisamente las sanciones. Y a ese terreno parecen trasladarse ahora los mandatarios de las dos potencias. Putin celebró este miércoles una reunión telemática «privada» con algunos de los principales empresarios italianos para discutir sobre «cooperación comercial, inversion» y la futura «expansión» de las relaciones económicas entre las compañías de ambos países. Lo hizo el mismo día que el Gobierno de Mario Draghi declaró su apoyo total a la OTAN y pidió a las empresas con capital público que no participen en reuniones con el Kremlin.

Y mientras, Biden se ha embarcado en una ronda de contactos con los líderes de los principales países energéticos con el fin de buscar nuevas vías de abastecimiento en caso de que la crisis ucrania empeore y Moscú corte el gas. La iniciativa se ve como una manera de garantizar el suministro, pero también de tranquilizar a Europa, que depende en un 40% de las reservas rusas, y a la gran industria.

El presidente tiene ya fecha para recibir el próximo día 31 al emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Zani, en la Casa Blanca. Y como en el caso ruso, los dos dirigentes hablarán de suministro energético, pero también de la «promoción de la seguridad y la prosperidad en el Golfo (Pérsico) y en Oriente Próximo».

Lo que por un lado puede parecer positivo -distraer el enfoque bélico llevando el pulso a una carrera por ganarse aliados en sectores estratégicos-, por otro puede alumbrar un callejón sin salida. Con su escalada de maniobras en todos los frentes Rusia ya ha demostrado su superioridad militar ante Ucrania y a Putin le resultaría posiblemente más fácil tomar la iniciativa de una desescalada voluntaria en ese contexto que doblegarse ante la amenaza de sanciones. Más todavía, cuando Biden ha trasladado este asunto a un terreno cuasipersonal al anunciar castigos directos y personales sobre el presidente ruso; el traspaso de una línea roja que no ha sentado nada bien en el Kremlin.

El empuje de las petroleras

Domésticamente, el líder demócrata debe ahora afrontar las presiones de los consorcios norteamericanos. Entre los que más empujan a los congresistas se encuentran la corporación que aglutina a las principales compañías con negocios con Rusia y el Instituto Americano del Petróleo, formado por las grandes petroleras y gasísticas. «Las sanciones deben ser lo más específicas posibles para limitar el daño potencial a la competitividad de las empresas estadounidenses», dijo este miércoles un portavoz. El 'lobby' aún recuerda que las sanciones a Moscú tras la invasión de Crimea en 2014 obligaron a Exxon Mobil a salir del Ártico y romper una colaboración con la rusa Rosnef valorada en 3.200 millones de dólares.

El Consejo Nacional de Comercio Exterior también avisó a la Casa Blanca de que la política de castigos debe «incluir la consideración de puertos seguros o períodos de liquidación para permitir que las empresas cumplan con los contratos existentes» y no se vean abocadas a embargos y pagos de indemnizaciones. El Consejo reclama además proteger el comercio esencial y humanitario como, por ejemplo, el de medicamentos.

Otro escenario donde repercutirían las sanciones es la UE. Rusia es el quinto mercado de exportación para los Veintisiete y esta relación generó 81.500 millones de euros (92.000 millones de dólares) el año pasado. Por eso, una decisión a secas y sin matices de Washington de actuar sobre quienes contravinieran el bloqueo a Rusia haría que el boomerang girase hacia el rostro de Europa. Bruselas aún no se ha pronunciado. Anoche anunció que tiene ya casi terminada su propia lista de sanciones.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios