Del barrio de la debutante al mar del veterano

Lo que iba a ser una obra de teatro se convirtió en película por imposición del confinamiento. Agustí Villaronga veía cada día la misma imagen en su Mallorca natal: el mar. Fue «casi un acto de rebeldía». Con los teatros cerrados, el director se lanzó al mar y decidió llevar al cine, con muy pocos recursos, un pequeño texto de Alessandro Baricco sobre un naufragio real en 1816 frente a las costas de Senegal. De las casi 150 personas que subieron a la balsa, solo 15 sobrevivieron. 'El vientre del mar' es el relato de cómo lo hicieron y las heridas que les dejó con una forma de narrar que asombró al festival.

No había un gran presupuesto, «no podíamos hacer un Moby Dick», así que VIllaronga se inventó un lenguaje para contar una trama propia de una superproducción. El director, el gran nombre de esta 24 edición, combina la «abstracción teatral» (con la ayuda de Susy Gómez en la escenografía) con escenas puramente cinematográficas. La poética de Baricco es el hilo conductor. Gran parte de la película es en blanco y negro, con algunos momentos de un color muy sutil y con el uso de innovadoras técnicas de infrarrojos. El espectador que entra en ese código en los primeros minutos lo disfruta hasta el final.

Además, en el metraje se cuelan imágenes reales de tragedias en el mar que hacen que esta película no hable de un naufragio sino de todos. Recordaba el actor Roger Casamajor cómo un figurante tuvo que abandonar el rodaje en una secuencia con la balsa y cadáveres alrededor por el recuerdo que le traía de su propia experiencia cruzando el mar . «Y entonces entendí de qué iba la película. Es que esto es verdad», apostilló. Casamajor ofrece un maravilloso duelo interpretativo con Oskar Kapoya, que afronta aquí su primer gran trabajo para la pantalla.

El mar cobra una «dimensión mística: es como hablar de un cielo bajo el agua». Porque 'El vientre del mar' no es solo un barco que encalla y se hunde, retrata un naufragio metafórico y generalizado. Muestra cómo ante situaciones difíciles «el destino se te impone». Da igual que sea en «una frontera, una guerra o un cataclismo natural». «Como si el hombre tuviera una herida que puede sanarse o no, según el destino», reflexiona. Villaronga hace suyas dos ideas de Baricco: la verdad solo puede estar detrás del sufrimiento y quien vive ese dolor está ya «inconsolable» para siempre.

También la debutante Carol Rodríguez se llevó la película a su terreno. El guion lo firma su hermana Marina y la primera escena se rodó frente al bloque de su infancia. Ellas vivían en el séptimo. «Imagina lo nuestra que es la peli». La directora debuta en el largometraje con 'Chavalas', una historia de amor entre amigas en un barrio obrero de Cornellà. El reencuentro con los orígenes, la aceptación de quiénes somos y el valor de la amistad sustentan esta aplaudida propuesta, una exaltación de la amistad y del orgullo de barrio.

Es una película de mujeres. Las amigas son Vicky Luengo, Carolina Yuste, Elisabet Casanovas y Ángela Cervantes. Cada una con una relación particular con el barrio. Luengo interpreta a la que se va y se aleja tanto que cuando regresa no se reconoce en ese lugar. Es una artista de la fotografía residente en Barcelona que se mueve en ambientes «súper cool», hasta que se ve obligada a volver a la casa de sus padres. Allí se reencuentra con la amiga que ha reformado el piso de su abuela para quedarse, con la que regenta feliz el bar de la calle y con la que tras ir de aquí para allá descubre que «el barrio es casa» (grande Carolina Yuste en su tercera película en el festival).

No hay ninguna figura masculina que «accione, solucione o catalice» la historia, como suele ser habitual. «No nos entienden todavía a nivel independiente. Y ese es el valor de esta película», apostilla Yuste. De hecho, cuenta la directora que algún analista de guion le preguntó por qué no había una trama amorosa. «La trama amorosa son sus amigas, ¿te parece poco?», le respondía.

Pero 'Chavalas' es además el retrato de una generación, la millennial, que se dio de bruces con la realidad. «Se nos ha educado diciendo 'tú eres especial, vas a poder hacer lo que quieras', y luego te das cuenta de que no estás tocado por una varita mágica», reflexiona Luengo. Es lo que la directora también ha vivido: «Las mujeres de barrio fuimos a la universidad y allí es donde nos dimos cuenta de que el barrio estaba estigmatizado. Pensábamos que lo podíamos hacer todo pero luego te encuentras con un techo de cristal, por ser mujer y por venir de un barrio de clase trabajadora«.

La brasileña 'Mujer océano' completó la competición este jueves. Djin Sganzerla se desdobla en la interpretación y en la dirección en una película muy poética que deja espacios abiertos a la imaginación del espectador. También aquí hay una gran protagonismo del mar y de las «sensaciones» que provoca. Ese agua infinita es la conexión entre dos mujeres aparentemente distantes que, en ocasiones, «podrían ser una sola»: una escritora que se inspira en sus vivencias en Japón y una nadadora de Río de Janeiro. De fondo, «el tema de la creación como transformación y como entrega, que incluso puede llegar hasta la muerte».