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Pan y rock and roll

Pan y rock and roll

A la de tres ·

olga agüero

Domingo, 28 de abril 2019, 00:13

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Lo cantaba Sabina en los ochenta. En este país las niñas ya no quieren ser princesas, sino influencers. Las ranas tampoco se convierten en príncipes encantados, sino en amigos imputados de Esperanza Aguirre. Iceta no quiere volver al armario y 'Los de la ceja' han salido del baúl de los recuerdos de ZP en el penúltimo minuto. Agitando la bandera de la cultura zurda contra la naftalina reaccionaria. Casualmente, el mismo día que el Gobierno aprueba que los artistas puedan cobrar, a la vez, pensión íntegra de jubilación y derechos de autor.

A Pedro Duque, en aquel entonces, también le dibujaron la ceja postiza que se arrancó indignado proclamándose inmaculadamente apolítico. Esa pretérita eyección fue antes de propulsarse hacia su destino ministerial. «Menos ceja y más Mayor Oreja», versó Mariano con su exquisita poética: «si quieres grano, Aitor, te dejo mi tractor». Eclipsa a Ida Vitale quien, en la entrega del Cervantes, proclamó: «No hay poeta que no sea arrogante». Pues lo del superego de Aznar sí que es supino. Además, compartía con Mariano idéntico aprecio por los cómicos.

Esta vez, algunos viejos rockeros como Andrés Calamaro han desertado del espíritu revolucionario del rock and roll apoyando a Vox. Reprochaban sus fans: «Se nos ha caído un mito», pero había nacido otro a la vera de Morante. El miércoles prefería «el vértigo de los patriotas y reaccionarios». El jueves -habrá llamado al abogado de Nueva York- se proclamó «un hombre de la izquierda racionalista». Acabó confesando que ni siquiera vota en España, porque es ciudadano argentino. Vamos, que aquí también tenemos nuestras injerencias extranjeras, no solo Putin se mete en elecciones a las que no le llaman.

Igualmente, el cineasta Fernando Colomo ha 'cejado' en su militancia de manifiesto cultural y -puerta giratoria inversa- es candidato de un partido verde y rojo. El color amarillo, repudiado en los escenarios, es ahora muy reivindicado en la pasarela política, en lazos y chalecos de atrezzo. A Macron, con los suyos, no le llega la camisa al cuerpo. En Versalles no están para tirar pasteles, pero acaba de rebajar sus pretensiones liberales con menos impuestos y más pensiones. Aquí también han tenido que bajar el pan, porque había subido mucho con el recital de hipérboles y ocurrencias de campaña. El viernes, el Gobierno lo puso más barato. Cualquier oferta beneficia la competencia en el mercado de Andorra, donde la mayor incertidumbre es a cuánto cotizarán hoy los pimientos rojigualdas.

¿Lo escuchan? es el silencio de los indecisos. Que probablemente aún militan en una desconcertante perplejidad.

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