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Sergio Cuberos, en uno de sus supermercados. Ñito Salas

El enfermero que colgó la bata para comprar supermercados

Vidas con huella ·

Sergio Cuberos creó hace 40 años Maskom, hoy la única marca local de supermercados. Empezó entre la seguridad como enfermero y el miedo al primer negocio, pero eligió riesgo y ambición sin prisas para ser bastante más que un superviviente

Domingo, 28 de enero 2018, 00:40

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Es un desertor del club de empresarios malagueños a los que la competencia hizo desaparecer. En el sector de la gran distribución el éxito ... le ha dado la mano al creador de Maskom, la única marca familiar de supermercados activa en Málaga después de 40 años. Nunca pensó en tirar la toalla; si acaso en recoger la que otros arrojaron cuando la competencia liquidaba a pequeños y medianos. Aunque el destino le ha tratado bien, se reprocha no haberle arañado años al pasado: «Lo importante en la vida es decidirte y si yo hubiera tenido claro que esto de los supermercados era lo mío, no habría estado diez años en otra cosa. Me habría preparado. Hubiera hecho Económicas, Derecho, no lo sé y hubiera ganado diez años en crecimiento», cuenta que le ha comentado a uno de los dos graduados universitarios que ha tenido en su empresa bajo el programa Primera Oportunidad. Ser empresario tardío no le impidió cocinar la ambición a fuego lento. Ahora son 52 tiendas que facturan casi 91 millones de euros y con planes de nuevas aperturas, con Sevilla y Granada a la vista. Salir a comprar tiendas y no dejar que le compren –la empresa ha tenido cuatro ofertas en firme– ha sido el eslogan de consumo interno de una casa donde el 80 por ciento de la plantilla son mujeres y en la que su segunda mujer es la directora financiera. El mayor de seis hermanos confiesa la «espinita» de no haberle dado a su madre «el gusto de ser médico», una carrera que dejó en segundo curso antes de hacerse enfermero y trabajar cinco años en una alternativa de bata blanca que se le cruzó en el camino con más contenido alimenticio que vocación. En su arranque por Medicina jugó mucho la imitación entre iguales en los años agitados del bachiller. «Tres amigos habíamos decidido empezar medicina, pero hoy sólo uno ejerce es médico y el otro es representante de farmacia», recuerda su ingreso en la recién creada facultad. «Era bueno, pero no un monstruo», es la nota que se pone antes del acceso a la diplomatura en Enfermería en la que probó suerte cuando ya regentaba su primer negocio. «Mantenía la idea de seguir con algo sanitario y el examen de ingreso me pareció muy fácil», explica un cambio académico cómodo que se convirtió en un duro doblete laboral entre el quirófano –su especialidad sanitaria– y el mostrador. Era demasiado incluso para alguien como él matriculado desde niño en la escuela del trabajo en casa.

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