Alcaraz, el verdadero rey de Inglaterra

Un revés de Novak Djokovic a la red selló la segunda corona del español en la Catedral tras una final histórica para el español por la suficiencia y la autoridad con la que la ganó. Si Juan Carlos Ferrero se afanó en la previa con recordar a Alcaraz que serían cinco sets de nuevo, como hace un año, el murciano insistió en llevarle la contraria. Fue una especie de aceleración para tratar de llegar a tiempo para ver a España.

El miedo a perderse el duelo entre España e Inglaterra, no solo por la duración de la final, sino también por los compromisos posteriores, como la prensa, las televisiones y la cena de ganadores, existió solo durante el primer juego. Catorce minutos de intercambios, idas y venidas y un 'break' a favor del español que anticipaba una final a cara de perro y una pelea similar a las casi cinco horas del año pasado. Visto lo visto con un solo juego disputado, pocos, por no decir ninguno, se atreverían a adivinar lo que estaba a punto de hacer Alcaraz.

El español, en quizás la mayor exhibición de su carrera, trituró a Djokovic como pocos antes habían hecho. En Grand Slam, solo se había visto tan superado al serbio en una ocasión, en la final de Roland Garros 2020, en la que Rafa Nadal le ganó los dos primeros parciales por 6-0 y 6-2.

Alcaraz le dejó ganar dos juegos más, pero el nivel de desplazamiento fuera de la final de Djokovic era parecido. Estaba desesperado, ido, sin soluciones. Por muy bien que dirigiera la pelota y cambiara de direcciones, Alcaraz siempre devolvía la pelota más fuerte, variaba alturas y le descolocaba con dejadas y contradejadas de un nivel que hacían incluso dudar de cómo podía ser verdad que el español hubiera sufrido más ante tenistas de la talla de Frances Tiafoe, Ugo Humbert y Tommy Paul. Si durante el torneo la pregunta era si había alguien capaz de parar a Alcaraz a su 100%, la respuesta estuvo en la final: un claro y rotundo no.

En un recital que dejó atónito a Djokovic, que ni siquiera logró el apoyo del público al ser apalizado, Alcaraz escaló hasta un sonrojante 6-2, 6-2, 5-4 y 40-0. El partido estaba hecho. Para todos, incluso para un aficionado que gritó «¡Campeones, campeones!», menos para Alcaraz. «Aún lo veía muy lejos», dijo el español, que encadenó varios servicios defectuosos, errores nerviosos y perdió cinco puntos seguidos y con ello el saque y la posibilidad de acabar ahí.

Hacía falta mucho valor para levantarse de esa situación. Mucho carácter para volver a construir la victoria y Alcaraz miró de tú a tú al abismo de verse en un desempate que, de caer para el lado del serbio, le recordaría lo que le ocurrió a Roger Federer en 2019, cuando desperdició dos puntos de partido y con ello perdió el torneo.

Ese miedo, sin embargo, no apareció en el 'tie break'. Alcaraz, lejos de esconderse, buscó al serbio e hizo grande su máxima. «Si pierdo, quiero ir a por ello», repitió estos días y cuando tuvo 5-4 y dos saques para ganar, tiró una dejada para el 6-4 y se jugó un segundo saque a la línea para el 7-4. Su raqueta cayó al suelo y su cuerpo se giró hacia su banquillo, donde además de su equipo estaban sus padres y sus cuatro hermanos.

Su cara de felicidad al recibir el trofeo de Kate Middleton certifica cinco semanas de muchísimo trabajo, desde el título en Roland Garros a este Wimbledon. Un doblete que solo han logrado seis hombres en la historia y donde ya se incluye Alcaraz, el más joven en conseguirlo.