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El mundo de los tatuajes, tan común en otros deportes, también llega al tenis. No es tan habitual verlos visibles entre los dominadores del mundode ... la raqueta, pero hay casos como el de Thanasi Kokkinakis, que tiene toda una historia de superación en el tenis, ya que irrumpió a los 17 años en la élite y ha tenido el mérito de mantenerse en el 'top 100' (ahora es el 77º) después de dos operaciones en el hombro (2015 y 2019), quizás la articulación clave para un tenista, la que más secuelas puede generar si no se acaba el deportista de recuperar bien; una operación de rodilla (2018) y hasta una mononucleosis (2020).
Kokkinakis, que irrumpió en el ATP 250 de Brisbane hace una década y ganaba ya partidos de Grand Slam, se vio frenado enseguida por los problemas físicos. De hecho, desde octubre de 2015 hasta mayo de 2017 no pudo jugar un partido. «Tienes esa expectativa de donde estabas antes de la lesión. Y luego empiezas a jugar de nuevo, sientes que estás lejos de ese nivel», confesó en una entrevista a la ATP analizando con distancia su carrera.
La historia de Kokkinakis aparece resumida de alguna forma en sus tatuajes, en el hombro, en el brazo y en la pierna izquierda. Uno de los más especiales es el que dedica a sus abuelos con la frase «Siempre en mi corazón».
Ahora Kokkinakis encara la vida y el tenis de otra manera. El tenista de Adelaida, vinculado a una 'influencer' de Melbourne, Hannah Dal Sasso, protagonizó una curiosa anécdota en el Challenger de Burdeos de 2015, en su primer título en ese circuito. «Venía de la previa y yo seguía a los Rockets, porque jugaba Chris Paul en el equipo. Estaban en los 'play-off' y la diferencia horaria era brutal», reveló el australiano. «Me levanté a las 3.00 y luego me volví a dormir. Fue una locura».
«Mis entrenadores no estaban contentos y yo no puedo hacerlo ahora porque no duermo bien. Pero lo hacía para intentar tener algo que seguir durante la noche. Cuando ganan, siento que voy a tener un buen día. Si pierden, me levanto de bastante mal humor, no nos vamos a engañar», relata.
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