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Martínez, en la fábrica de Victoria. Salvador Salas
Conchita Martínez: «Cuando cogí la raqueta fue amor a primera vista; mis sueños eran muy grandes»

Conchita Martínez: «Cuando cogí la raqueta fue amor a primera vista; mis sueños eran muy grandes»

La tenista dirige la Billie Jean King Cup y repasa su trayectoria: desde su mítica victoria en Wimbledon a la falsa rivalidad con Arantxa

Martes, 19 de noviembre 2024, 00:22

Su elegantísimo revés cortado y una derecha demoledora la convirtieron en una de las tenistas más temidas del circuito. Pero, llamada a la épica, Conchita Martínez tuvo que ganar Wimbledon contra pronóstico y ante Martina Navratilova para atornillarse en la historia hace ya treinta años. Coronado por aquel triunfo, su currículum resulta brillante: número dos del mundo, finalista en Roland Garros y Australia, triple medallista olímpica y ganadora de más de una treintena de torneos. Pero la aragonesa ha sabido labrarse una carrera lejos de la competición, primero como comentarista y luego como entrenadora de jugadoras como Garbiñe Muguruza, además de ejercer como capitana de los equipos españoles de Copa Davis y Copa Federación. Estos días ha vuelto a Málaga, la provincia que considera una «segunda casa», para dirigir la Billie Jean King Cup. Y atiende a SUR en la fábrica de Cervezas Victoria.

–¿Satisfecha con el transcurso del torneo?

–La verdad es que sí. Hay mucho ambiente, están prácticamente todas las entradas vendidas, las eliminatorias han sido interesantes y estamos muy contentos con la respuesta del público.

–Es un torneo especial, ¿no? Tú lo ganaste cinco veces cuando se llamaba Copa Federación.

–Es una competición diferente, bonita. Juegas en equipo, y eso en un deporte individual como el tenis siempre es especial. Nosotras ganamos cinco veces y perdimos otras cinco finales, así que fueron diez años increíbles. A mí me motiva mucho jugar por España. La Billie Jean King Cup es algo que no se puede describir con palabras.

–Este año se han cumplido treinta desde tu triunfo en Wimbledon.

–El tiempo pasa muy rápido. Este verano, cuando volví, no me podía creer que hubiesen pasado ya treinta años. A los campeones siempre nos tratan muy bien, te reciben con ese toque inglés…

–En algún momento, sin embargo, llegaste a pensar que la hierba era para las vacas.

–Es una frase mía, sí. Al principio, jugar en esta superficie es muy complicado, sobre todo si vienes de la tierra batida. La hierba es incómoda: el bote de la bola es muy bajo y rápido. Hay que modificar muchas cosas para adaptarse. Pero el cambio más importante es precisamente mental: pensar que puedes adaptar tus golpes, que la hierba no es para las vacas. (Risas).

Genoveva Ferragut y Conchita Martínez. Salvador Salas

–¿Eres nostálgica?

–Un poco, a veces.

–¿Has vuelto a ver la final contra Navratilova?

–Entero no, pero cada año ponen fragmentos. No somos tantos los españoles que hemos ganado Wimbledon. Siempre es un recuerdo ver las imágenes de mis padres en las gradas.

–Esa imagen es icónica: tus padres besándose en el palco de Wimbledon cuando ganaste.

–Sí, y ya se hacen mayores. Los años pasan para todos… Me produce nostalgia, sí.

–Estuviste cerca de perder la semifinal, que fue muy ajustada… También el tenis es cuestión de suerte, ¿no?

–No, creo que la suerte hay que buscarla. Tienes que estar ahí para que la moneda se decante de tu lado. Nada es casualidad. Hay mucho trabajo detrás, más del que la gente cree.

–La niña que golpeaba pelotas contra una pared en Monzón, ¿alguna vez imaginó que llegaría a ser una de las mejores tenistas del mundo?

–Bueno, mis sueños eran muy grandes… Cuando cogí la raqueta fue amor a primera vista, ya no la quise soltar. Y cuando tienes esa pasión y esa determinación poco a poco ves que suceden cosas grandes. Es una cuestión de trabajo diario.

–Te fuiste muy pequeña a Barcelona, con trece años, y luego a Suiza con dieciséis. Supongo que eso alteró la vida familiar.

–Fue complicado, muy complicado. Imagina lo que supone para una madre que una hija se vaya a vivir fuera siendo tan joven… Ahora son viajes fáciles, pero antes eran muchas horas en coche.

–¿Recuerdas ese primer viaje?, ¿de qué hablaste con tus padres?

–Hace demasiado tiempo. No creas que fue fácil para mí desprenderme de mis padres. Lloré mucho, pero tenía claro que era lo que debía hacer para dar el siguiente paso. Yo siempre supe que quería ser profesional, dedicarme al tenis.

–Es extraño, porque con doce, trece años casi nadie sabe a qué quiere dedicarse.

–Sí, pero yo sabía que en Monzón llegas a donde llegas. Y quería seguir subiendo. Por eso decidí irme. Era una buena oportunidad para entrenar con gente de mi edad y mejorar.

–Viviste la época de los noventa con Steffi Graf, Mónica Seles, Martina Hingis, las hermanas Williams, la propia Arantxa… ¿Eres consciente del papel que habéis jugado para que el tenis sea el deporte más igualitario, con los mismos premios para hombres y mujeres?

–Ha sido una lucha, y lo sigue siendo. Tenemos que agradecer a Billie Jean King, que fundó la WTA y que ha seguido luchando por la igualdad entre hombres y mujeres. No ha sido un camino fácil ni de rosas.

–Y el deporte de élite tiene todavía un componente machista, ¿no? Tú misma fuiste capitana de la Copa Davis.

–Fue un paso adelante. También las mujeres podemos dirigir un equipo de hombres y podemos entrenar a un jugador de la ATP sin ningún problema. Hay que dar esos pasitos adelante para que se nos valore y para seguir creciendo. No es fácil.

–¿También tenías claro cuando dejaste de competir que querías seguir vinculada a este deporte?

–Totalmente. Sigue siendo mi pasión, sigo estando al pie del cañón porque me gusta lo que hago. El mismo año que me retiré estaba comentando en Roland Garros y ya había jugadoras que me pedían entrenar algunas semanas. Fui viendo dónde me sentía más cómoda y eligiendo.

–¿Eres tímida?

–Sí, sí, sí.

–¿Y lo de comentar?

–He mejorado muchísimo. (Risas). De joven era más tímida.

–¿Te costaba hablar con la prensa cuando eras joven? Hubo cierta rivalidad en parte inventada por los medios entre Arantxa y tú.

–Siempre digo lo mismo: si te llevas mal con una jugadora no puedes ni cruzarte con ella en el vestuario. Y Arantxa y yo fuimos compañeras de dobles, en la Copa Federación, en los Juegos Olímpicos… Había rivalidad, claro, pero como contra todas las jugadoras porque quieres ganar si estás al otro lado de la red. Pero después nos llevábamos bien, muy bien. No vamos al cine o a cenar, pero porque al final cada una tenía a su gente, su equipo. Si nos hubiésemos llevado mal no habríamos ganado cinco Copas Federación juntas. Era completamente falso que nos llevásemos mal. ¡Si hasta llegamos a la final de Roland Garros en dobles! Nos gustaba jugar juntas.

–¿Y dónde se pasan más nervios, como jugadora o en el palco cuando estás entrenando?

–Es un sentimiento diferente. En el palco se pasa muy mal. Abajo, cuando estás jugando, lo controlas tú: fallas, aciertas… tomas las decisiones. Pero como entrenadora no puedes hacer mucho más que animar. Ya ha habido un trabajo previo y eso normalmente se ve reflejado en la pista, pero a veces las cosas se tuercen y lo pasas mal, claro.

–Supongo que esos últimos meses con Garbiñe fueron difíciles, ¿no? Lo pasasteis mal, hubo varios partidos que estuvieron ahí medio ganados y al final se escapaban.

–Sí, tuvo partidos de un set arriba y 3-1 o 4-1 que al final se le escaparon. Eso hace daño mentalmente, va haciendo mella y no es agradable. Por eso tomó la decisión de darse un respiro, llegó un momento en que lo estaba pasando mal.

–Qué psicológico es el tenis, ¿no?

–La mentalidad es importantísima. Y el tenis es muy sacrificado, no sé si la gente es consciente.

–Ahora se habla mucho de salud mental, en tu época como jugadora no tanto

–Yo tuve una carrera muy larga y hubo épocas en que lo pasé muy mal. A veces estás bien y otras no tan bien pero sigues. Intentas mantener rutinas, hacerlo lo mejor que puedes... Otras veces necesitas tomar un poco de aire, coger tres o cuatro días y hacer otras cosas, pero eso a lo mejor a mí me funciona y a otra persona no. Pero el amor al tenis siempre está por encima de todo.

–Porque esto al final va de entregarle tu vida a un deporte.

–Sí, sí. De entregársela completamente.

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