Un cuarto de siglo del título que cambió la historia del motociclismo español

El Mundial de 500 cc había sido siempre un coto privado de pilotos anglosajones e italianos, mientras que los españoles se habían especializado en las pequeñas cilindradas, a rebufo del mito de Ángel Nieto, 12+1 veces campeón en los mundiales de 50 y 125 cc.

A partir de la década de los ochenta y noventa, los pilotos españoles empezaron a escalar y conquistar nuevos territorios, quitándose de un plumazo multitud de complejos. Sito Pons se convirtió en bicampeón de 250 cc en 1988 y 1989, protagonizando una rivalidad mediática con su antagonista, Joan Garriga, que dividió España entre 'ponsistas' y 'garriguistas'. Un duelo que fue toda una fábrica de aficionados al deporte de las dos ruedas. Ambos probarían suerte en la entonces intocable 500 cc a partir de 1990, sin mucho brillo, pero pusieron la semilla de los éxitos que llegarían después.

Pons colgó el mono a finales de 1991 y su Honda la heredó un joven Crivillé, que había sido campeón de 125 cc en 1989, pero que venía de dos temporadas irregulares en 250 cc. Un movimiento que iba a cambiar la historia del deporte nacional. Ya en su temporada de debut subió al podio en su tercera carrera y en el circuito de Assen logró la primera victoria española en 500 cc. El catalán iba tirando abajo las primeras barreras de un muro que acabaría destrozando años después.

Tras dos años en la estructura de Sito Pons, el todopoderoso equipo Honda Racing Corporation (HRC) llamó a su puerta. A su lado del box se sentaba Mick Doohan, que ese mismo año arrancaba una era triunfante con cinco títulos consecutivos (1994-1998). Durante esos años, y ya con el patrocinio de Repsol que le acompañaría hasta el final de su carrera, Crivillé se convirtió en su principal opositor y el animador de un campeonato donde el australiano arrasaba un gran premio sí y otro también. En España se desató una 'Crivillemanía', cada victoria del de Seva sobre Doohan abría telediarios y protagonizaba portadas en prensa especializada y generalista. El sueño de ganar el Mundial de 500 cc ya no parecía inalcanzable.

Tras un lustro consecutivo de dominio de Doohan, el español arrancaba la temporada 1999 más preparado que nunca. Además, la fatal lesión del australiano en la tercera carrera en Jerez, que le acabó retirando, le dejaba como el principal favorito y cumplió las expectativas. Firmó un inicio arrollador, con cinco victorias en las primeras ocho carreras y gestionó su ventaja en el tramo final para acabar conquistando el título en Brasil, con una carrera de margen, en un gran premio que paralizó al país.

Crivillé regresó a casa en loor de multitudes. Había conquistado un título que durante décadas parecía vetado para los españoles y cruzó la última frontera en un deporte que movía masas en el país. Aquel histórico campeonato le quitó tal losa de encima que ya no volvió a ser el mismo. Después del 1999, solo volvió a ganar una carrera más y se retiró a finales de 2001, lastrado física y mentalmente, pero con la sensación del deber cumplido.

Aquel Mundial de 500 cc fue el primero en la categoría reina de un piloto español y puso la primera piedra de la que luego sería la época dorada. El heredero de Crivillé en la cima del motociclismo fue Jorge Lorenzo en 2010, que entre 2012 y 2020 reinó durante nueve años consecutivos en MotoGP con el propio Lorenzo, Marc Márquez y Joan Mir, el último campeón español en la categoría reina hasta la fecha… El quinto puede llegar si Jorge Martín logra remachar la faena, ya que se sitúa al frente de la tabla, por delante del vigente campeón, el italiano Pecco Bagnaia. Todos herederos de un pionero que cambió la historia del deporte en este país. Una historia que se empezó a escribir hace 25 años.