El Barça se rearma con otro clásico bofetón

El equipo blanco, parcialmente rehabilitado por los resultados, no tanto por el juego, desde el primer desastre del curso contra el Barça, vuelve a salir malherido del clásico, que desnudó sus enormes problemas como conjunto y una tremenda fragilidad a pesar de una nómina deslumbrante de atacantes esta vez con la excepción de un buen Mbappé, impotentes incluso con un jugador más durante buena parte de la segunda parte.

El Barça, mucho más valiente de partida, y su innegociable presión alta ganaron metros desde el mismo inicio, con el Madrid cómodo en el repliegue. Ese paisaje general derivó rápido en acción, con uno de esos temidos golpeos de zurda de Lamine Yamal, cuya rosca forzó la estirada de Courtois. El belga, un auténtico seguro de vida para el conjunto blanco, elevó el listón de la exigencia muy poco después, con otra intervención felina al cabezazo de Raphinha que permitieron el centro de Gavi y el despiste en la marca de Lucas Vázquez.

El inicio azulgrana, que parecía intimidatorio, no alteró las pulsaciones del Madrid, al que sus ingentes dosis de pólvora permiten exprimir cualquier error rival. Vinicius robó la cartera a Casadó en las proximidades del área blanca y cedió el balón a Mbappé, al que la velocidad al espacio convierte en devastador. El galo consumió metros en carrera, definió con aplomo ante la salida de Szczesny y se liberó del mal recuerdo de su primer clásico, arruinado por el lastre del fuera de juego, esa trampa que Flick implementó con mimo a su llegada a Can Barça.

Contundente el Madrid, mientras el Barça desperdiciaba otra buena ocasión con un remate demasiado cruzado por Raphinha. El inicio blanco, casi idílico al menos en lo numérico, se empañó con un resbalón del goleador Mbappé, que en la acción se dañó el tobillo, vendado por los galenos madridistas pues nadie quiere dejar un clásico a las primeras de cambio.

El madrugador tanto del francés no cambió el pulso de la final. El elevadísimo porcentaje de posesión azulgrana y la continua sensación de peligro del conjunto culé derivaron sin solución de continuidad en un empate lógico a tenor del juego, pero que hizo posible la enorme calidad de Lamine Yamal, brillante en la conducción y la capacidad para crear el espacio necesario para un disparo sutil, tan ajustado al poste como exige la descomunal presencia de Courtois.

Sin el colchón de la ventaja el equipo de Ancelotti dio un paso al frente y pareció equilibrar el juego. Sin embargo, esa aparente mejoría la echó por tierra una auténtica temeridad del demasiado optimista Camavinga, cuya imprudencia al golpear a Gavi en el área blanca regaló al Barça el penalti con el que Lewandowski le dio la vuelta al marcador.

Golpe de timón blaugrana con el que renacieron los miedos del Madrid, todavía latentes tras la el clásico previo. La coraza blanca demostró ser fina como el papel con un centro muy lejano de Koundé y la aparición de Raphinha, imperial en el cabezazo tras aprovechar el latifundio de terreno entre Tchouaméni y Lucas Vázquez. Desplome total de un equipo absolutamente partido e incapaz de presionar de forma conjunta cuando acumula estrellas en ataque, que recibió otro sopapo justo antes del descanso, cuando otro lento repliegue blanco, el enésimo, lo castigó Balde para acercar el jaque al rey de Liga.

La reanudación, que pudo ofrecer algo de esperanza al Madrid con un remate a la madera de Rodrygo, terminó de enviarlo a la lona cuando Raphinha aprovechó un gran pase en profundidad de Casadó para deshacerse del desbordado Tchouaméni y rubricar la manita ante Courtois.

Parecía muerto el Madrid, un conjunto al que sin embargo jamás conviene enterrar antes de tiempo. Un balón en largo para la velocidad de Mbappé dio lugar a la roja de Szczesny, clara al derribar el polaco al francés sin otro obstáculo hacia el arco azulgrana. Era fuera del área, pero el golpeo de Rodrygo hizo el resto para poner algo de emoción al asunto.

El arreón madridista, propiciado por la superioridad numérica, fue tímido e inocuo. Rodeó los dominios del Barça, pero sin capacidad de discutir el destino de una final decidida mucho antes. Solo el mejor Mbappé del curso se rebeló ante la dolorosa goleada del Barça, pero ningún jugador es tan bueno como todos juntos, como decía un genio a la altura de Di Stéfano. En el apartado colectivo el Barça volvió a desarbolar al Madrid, dando otro giro de guion a la temporada, esta vez con un título en disputa.