'Tocando nuestra canción': Antonio Banderas instala en el Soho el Broadway más divertido y sofisticado

Como en 'Company', en 'Tocando nuestra canción' no hay canciones o estribillos populares que formen parte de la memoria colectiva de los espectadores. Aquí el conjunto es la fortaleza. Comenzando por el elenco, encabezado por María Adamuz y Miquel Fernández. Ella, una actriz con contagiosa vis cómica, y él, demostrando que el humor es cosa seria. Ella, explosiva. Él, pura ironía. Ambos encajan en sus papeles principales de la autora Sonia y el compositor Vernon, que se conocen y se ponen mutuamente letra y música a trompicones. Arropados además por las coreografías de Borja Rueda y un coro de ocho actores que hacen de sus alteregos para expresar en voz alta los pepitos y pepitas grillo que le rondan en la cabeza a esta pareja cada vez que tienen que tomar una decisión.

Como hizo en 'A Chorus..', Banderas vuelve a tomar un texto que habla del propio teatro y del espectáculo. Y aquí desfilan el ego, la incertidumbre y el éxito, a la vez que nos habla de algo tan universal y actual como el amor, los ex, las dependencias y las relaciones tóxicas. Pero no hay discurso profundo ni mensajes. Más bien, una historia de entretenimiento y evasión neilsimoniana con diálogos chispeantes, sarcásticos y desternillantes. Pura fantasía de esos que ya no se escriben.

Entre palabras y requiebros de pareja suena toda la fanfarria de una banda de diez músicos en directo dirigidos por Olga Domínguez y bajo una juguetona escenografía movible que los propios actores manejan por el escenario, a la vez que la iluminación y las proyecciones alteran el decorado. Por poner un pero, el final del primer acto decae. Pero está pieza, con muy poco o, más bien, con sencillez teatral y musical, consigue entretener.

El público aplaudió y rió a rabiar. Con entusiasmo de estreno. Y es que la puesta en escena no solo estuvo sobre las tablas. El musical de Bandera(s) respondió a las expectativas con la presencia de numerosos representantes de la cultura, la empresa, la política y la sociedad malagueña, entre los que figuró el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno.

El director de la función apareció al final sobre el escenario y, nombrando uno a uno, hizo subir hasta al último técnico de un gran equipo de más de medio centenar de personas para compartir el éxito. La lectura final es que al Teatro del Soho no le hace falta que Antonio encabece el reparto para que se note su presencia. Ya hay un estilo propio. Y hay musical para rato en calle Córdoba, esa esquina de la cartelera donde reina un tal Banderas, embajador del Broadway clásico.