Peláe, bautizada en el Cervantes
María Peláe ha brillado sin duda en el repleto fin de semana musical que dejamos atrás. Todo ello con permiso de Silvia Pérez Cruz, de ... Bebe o hasta del mismo Manuel Turizo, que el sábado cerró con un espectáculo audiovisual muy potente el Selvatic Málaga Fest. Llenazo logró el colombiano en su primera visita a Málaga, con una muchedumbre de muchas edades engalanada, presta y dispuesta para merenguear y tararear 'El Vagabundo' o 'La Bachata', o para bailotear sin parar otras coplas menos conocidas. Se constató que Turizo no desafina nada aunque sus letras a veces lo hagan, en un 'show' de altura que, eso sí, desafiaba la paciencia de cualquier persona atenta a la cosificación femenina, claro.
Lo de Peláe en el Cervantes, ah, fue otra cosa. Y menuda. Su concierto del viernes en el ciclo 'Singulares' fue esperado por unas gradas a rebosar. En el ambientillo se notaba el bullebulle feliz por darle la bienvenida al escenario local más simbólico. La Peláe exhibió desde el inicio la alegría de ser profeta en su tierra y poder estrenar 'El Evangelio' en un teatro con el que ya soñaba cuando comenzó su carrera «por todas las teterías habidas y por haber». Arrancó como un torrente, 'Putukita' incluida, sirviendo en tropel las arrolladoras y jocosas letras de su repertorio, donde confesó que solo tiene una lenta «por estar mala de los nervios». Con tantas ganas vino la paisana que hasta fundió dos micros; por suerte al tercero todo encajó, de modo que el público pudo disfrutar sin demasiado exceso musical, solo con una guitarra, de un excelso homenaje a Málaga, a modo de coplón para echarse a llorar. Y a partir de ahí todo fue fiesta, con 'Mi tío Juan', con el 'Que Digan', con 'La Niña' y hasta con un popurrí glorioso, homenaje a la Jurado pero con la base de 'The winner takes it all' de ABBA.
No vea, ave. Peláe, de torerita y licra, no tuvo ni una pantalla pero ni falta que le hacía: se dejó las túrdigas en su tardío bautismo cervantino, que disfrutamos hasta el último chupito y que nos dejó las palmas para rebozarlas en «porvotarco».
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