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Pérez-Bryan, en Candilejas. Salvador Salas
Paco Pérez-Bryan, hoy en el Aula de Cultura de SUR
19.00 horas, entrada libre

Paco Pérez-Bryan, hoy en el Aula de Cultura de SUR

Exdirector de Radio 3, trabajó con Almodóvar y ahora vive las entrañas de la industria musical: «España siempre ha despreciado el pop»

Alberto Gómez

Miércoles, 6 de abril 2022, 23:58

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Electrizó las noches de toda una generación al ritmo de rock and roll en Radio Juventud, donde presentó 'El Búho'. Por aquel mítico programa, cocinado al fuego de la Movida, pasaron desde Van Halen hasta Nick Love, The Police o The Jam. Ya en Radio 3, emisora que dirigió, Paco Pérez Bryan pronosticó la eclosión de Nirvana al pinchar, por primera vez en España, 'Smells like teen spirit': «Os aseguro que esto revolucionará el rock en los noventa». El locutor malagueño, Premio Ondas en 2000 al mejor presentador de programa musical, repitió éxito con 'De 4 a 3', hasta darse cuenta, años después, ya acogido al ERE planteado por RTVE, de que ha sido un historiador del pop. Por eso, citado en Candilejas, penúltimo vestigio de las tiendas de discos, se le iluminan los ojos con cada portada: «¡Lennon! Los Beatles son a la música lo que el Renacimiento a la pintura». Este jueves pasará por el Aula de Cultura de SUR, una cita que tendrá lugar en el Centro Cultural La Malagueta a las 19 horas, con entrada libre hasta completar aforo.

–Quedar en una tienda de discos se ha convertido en un acto casi arqueológico.

–La revolución en el mundo de la música ha sido muy tocha. Me gusta compararla con la historia del arte pictórico, aunque mucha gente a veces olvida que la música es un arte como la arquitectura, la escultura, la literatura... Hace unas semanas, en un concurso de televisión, preguntaron a qué arte se dedican los Pet Shop Boys: se veían la m, la c y la a. Y el tío nombró todas las artes, ¡salvo la música! ¡Cojones, la música!

–¿De dónde viene ese desdén?

–España siempre ha despreciado el pop. En los años setenta, cuando el pop y el rock llegaron con retraso, recuerdo que hubo periodistas que llamaron asquerosos y melenudos a los Beatles. El pop siempre ha sido algo despreciado en este país. La televisión pública nunca había emitido un concierto en directo en prime time hasta que se reunieron los concursantes de Operación Triunfo. Todas las televisiones públicas de Europa, desde la BBC hasta la RAI o la TF1, han puesto conciertos de los Rolling, Madonna y artistas nacionales a la diez de la noche. Yo hice un especial de David Bowie y lo pusieron en La 2 a las tres de la mañana.

–¿Por qué España asocia el pop, que no es más que la abreviatura de popular, con un tipo de música cutre, enlatada?

–Me gusta una definición de Bob Stanley, que ha escrito 'Yeah, yeah, yeah': «El pop son todos los estilos susceptibles de entrar en una lista de éxitos». Si un cantante flamenco saca un disco que lo peta y se pone a la altura de ventas de Beyoncé, podemos considerarlo pop. Pero aquí lo hemos limitado a un tipo de música barata, comercial y enlatada. Sólo en los ochenta, los medios, y en especial RTVE, se preocuparon por el pop. Y ahí estaban Radio 3, Radio Juventud, Radio Cadena, el programa 'Musical Express' de Ángel Casas, Diego Manrique, Carlos Tena, 'La edad de oro', 'La bola de cristal'... Ahí el pop sí recibió consideración de momento cultural imprescindible, un momento del que por cierto seguimos viviendo. 'Cachitos' vive de esos años. Dentro de veinte años, ¿a qué van a recurrir si quieren ver lo que hace el pop español ahora? Posiblemente a 'Los conciertos de Radio 3', formato que modestamente inventé yo, aunque no va por el camino que quería porque lo han relegado a las tantas de la madrugada...

–Pero el formato sigue intacto.

–Puse un cartel en el estudio que decía: «Cualquier cambio que hagas será para cagarla». Lo tuve súper claro: tenían que ser veinticinco minutos de música en directo, con luces de colores y un telón negro. Cuando conseguí que me dieran ese programa, en 1998, me mandaron al decorador de 'Estudio 1', que vino con una movida de decorado tremendo... y le dije que de ninguna manera. Tenía claro que sólo debía haber un telón negro y una parrilla de luces, nada más. Como en los grandes teatros. Me costó. No quería muñecos de neón. Quería un escenario estándar. Por eso puse ese cartel. Cuando lo creé, tuve que pelearme para que lo emitieran a una hora decente. Porque si me parto el lomo para traer a Lou Reed, tenemos que darle algo a cambio: ocho promos, por ejemplo. O como cuando llevamos a los Smashing Pumpkins, que vinieron con dos tráilers, montaron la de dios y además se separaron en el programa...

–¿Cómo?, ¿en el programa?

–Como lo oyes. Billy Corgan y D'arcy Wretzky tuvieron una bronca tremenda. Esa noche tocaban en el Guggenheim. En el camino del camerino al escenario no pararon de pegarse gritos. Se dijeron de todo y al día siguiente me enteré de que se separaban.

–¿Recibiste presiones políticas durante tu etapa en la radio?

–Siempre he tenido la suerte de hacer, decir y poner lo que me daba la gana. Tuve varios golpes de suerte. En Madrid, una noche en Moncloa, me encontré a Pedro Lozano, vecino mío en Málaga, y en plena euforia por las copas le dije: «Este verano vamos a hacer un programa de radio». Pero como quien canta «Asturias, patria querida». Y luego tuve la suerte de encontrarme con Julián Sesmero, a quien le debo una parte de mi vida radiofónica. Nos dijo: «Va a empezar la FM, que no sé lo que es». Nadie tenía un aparato con FM en el año 76 en Málaga. Pero nos dio un estudio pequeñito donde Pedro hacía de técnico y yo llevaba mis discos. Fue un ensayo vital para coger práctica. Yo no era locutor ni periodista, sólo un amante de la música.

–¿Cómo acabó aquella aventura?

–Por Radio Juventud había pasado todo dios, pero ya estaba en declive. Pusieron de director a un tipo al que querían castigar por haber llevado la red de cadenas con Franco. Y el tío tuvo el pundonor de sacarla adelante. Él quería facturar, tener publicidad. Íbamos todos los días un colega y yo de tienda en tienda para que nos pusieran cuñas. Poco a poco funcionó, hasta que hubo un momento en que la publicidad venía sola. Me di cuenta de que había comprado mi libertad a base de traer pasta. A las dos de la mañana le daba a una cinta que decía «Hasta aquí la programación de Radio Juventud de Madrid» y sonaba el himno. 'El Búho' estaba abierto al público. Todas las noches venían quince o veinte personas. En una noche podíamos llevar a Triana, Jimmy Cliff y Van Halen. Los teléfonos reventaban y, como yo era el encargado de apagar los transmisores y cerrar la radio, en vez de acabar a las dos terminaba a las tres o las cuatro. ¡Qué libertad!

–¿Por qué se acabó 'El Búho'?

–Porque pusieron a un político como director de la emisora. No le gustaba el rock and roll. 'El Búho' empezó en un chalé en Diego de León, una época mítica. Luego nos llevaron cerca del Ministerio de Sanidad, y después a otro edificio... Radio Cadena se fue muriendo hasta que nos mandaron a Radio Nacional. El director fue el sepulturero. Me dijo que me buscara la vida. Un día me llamó, cuando él era director de Radio 3. Me propuso rescatar 'El Búho', pero le dije que se había terminado. Ahí me pusieron los fines de semana como castigo. De hecho, le puse al programa 'De 4 a 3' porque sabía que me iban cambiar la hora cada dos por tres. Empecé de 3 a 5, luego de 2 a 4 y luego de 4 a 6. A mucha gente le pareció un nombre cojonudo. El programa creó afición.

–¿Cómo fue ese trasvase a RNE?

–Se cargaron una cadena que funcionaba comercialmente, como Radio Juventud, que luego se convirtió en Radio Cadena. Mi llegada a Radio Nacional fue un bajón. Me parecía un trabajo de funcionarios y yo no lo era. Quería ser libre. Pensé: «Joder, con lo bien que estaba en una emisora donde vales lo que te escucha la gente». Me castigaron con un programa sólo los fines de semana. Pero en el fondo me hicieron feliz.

–¿Qué te aportó entrevistar y conocer a tantos artistas?

–No hay nada como un buen artista. Ven más allá, son distintos. Todos los grandes artistas que he tenido la suerte de conocer son geniales pero sencillos, humildes. Lo otro no son artistas ni nada: son famosillos de nada. Tienen carreras discográficas a veces exitosas, pero con fecha de caducidad.

–¿Dejaste la radio por la destitución de Beatriz Pécker?

–La dirección de Radio 3 sí. Estaba en el despacho un día cuando me llamó Beatriz, con esa risa contagiosa que tiene, y me dijo: «Me acaban de cesar, jaja». ¡Se partía! Yo había aceptado ser director porque con ella podía hacer cosas, así que bajé a ver al nuevo director y le dije que me piraba. Pero 'De 4 a 3' me reconcilió con mi amor por la música porque coincidió con el último suspiro del rock and roll: Nirvana, Soundgarden, Rage Against The Machine, los primeros hiphoperos... Tuve la suerte de retransmitir Glastonbury.

–¿Cómo llegó a tus manos 'Smells like teen spirit'?

–Me llamó Carlos Ituiño, de BMG Ariola. Me dijo: «Joder, tío, escucha esta canción». Yo ya conocía a Nirvana por el disco anterior, pero no me habían llamado la atención más allá de parecerme otro buen grupo de rock de la costa oeste de Estados Unidos. Cuando llegué a casa y lo puse, me quedé traspuesto. Pensé: «Hostia, cuando ponga esto el sábado...». Esa canción me dio vida para volver a hacer radio con ilusión. Luego vi que cada canción del álbum era un tiro y empecé a machacar el tema en la radio. El fenómeno explotó. Fui a verlos el día antes de la boda de Kurt Cobain con Courtney Love.

–¿Y cuándo conociste a Kurt Cobain?

–Fui a verlos al National Kilburn cuando estaban haciendo la gira europea de 'Nevermind'. Fue un bolazo... Estaba petado, con los hijos de los Led Zeppelin por allí. Y el disco era tan brutal... Yo iba con Joaquín Luqui. La discográfica nos dijo que luego habría una copa con ellos. Éramos veinte o treinta. Joaquín era tan mitómano que estaba nervioso. Hablamos un rato con Krist Novoselic, pero me harté y me senté en la moqueta para encenderme un cigarrito. Cuando llegó Kurt se sentó al lado. Tenía un cartel en la frente que decía: «No me toques los cojones». Lo entendí a la primera. Quizá por vivir con una artista tengo la sensibilidad de saber cuándo no tienes que tocarles los cojones. Total, me encendí el cigarrito, no dije nada y al rato me miró, se lo ofrecí y le pegó unas caladas. Le dije que había sido un concierto de puta madre.

–En España viviste la Movida.

–Fue un momento potente. La muerte de Franco abrió España a un mundo en color. Los medios apoyaron aquella Movida. Hubo programas punteros en radio y televisión, apareció el cine de Almodóvar... Los pintores pintaron, las nubes se levantaron y cayó un chaparrón de la hostia. Estábamos enseñando lo que pasaba en el mundo, como Inglaterra con la nueva ola. Igual que 'Las señoritas de Avignon', de Picasso, acabó con quinientos años de ver la pintura de una forma tridimensional y eso trajo el surrealismo, el dadaísmo, el cubismo y la pintura explotó en diez mil pedazos, la música explotó en veinte mil pedazos con el punk. Ahora el rock pasa horas bajas, pero el hip hop con influencias latinas está en un momento brutal. El arte evoluciona con la sociedad. Salió gente genial, como Rosendo o Antonio Vega, porque había muchas cosas que contar. Y hubo tíos brillantes en las discográficas como Rafael Gil, presidente de EMI, que se dio cuenta del potencial del pop de la nueva ola e hizo números uno a El último de la fila, Dinarama, Luz, Héroes del Silencio, Loquillo... Tenía una visión de la jugada enorme.

–¿Cómo surgió tu colaboración con Almodóvar? Apareces en una de sus películas.

–Pedro sabía que en nuestro programa podía promocionarse y me pidió que hiciera de mánager en 'Laberinto de pasiones', su segunda película y la primera de Banderas. Yo había participado en la promoción de 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón', lo había entrevistado, habíamos hablado de la película... Estaba despuntando, pero era uno más de la efervescencia de la escena artística madrileña de los ochenta. Me hizo una prueba, me grabó y me llamó para decirme que estaba contratado. Nunca me dio el guión. En una película de Almodóvar todo es Almodóvar. Es un tío genial, aunque no me gustó nada verme. No me gusta verme ni escucharme. No me gusto nada.

–¿Por qué?

–No sé. Espero no ser el único al que le pasa. ¿Es raro?

–No tanto. ¿Cómo va tu historia de amor con Lennon?

–Empezó con los Beatles. Yo tenía diez u once años. Tenía cuatro primos muy gamberros que eran mayores. Uno tenía una batería blanca anacarada. ¡Buah! La tocaba de la hostia. Aquello me volvió loco. Me produjo un flash brutal. Me regaló 'She loves you' y me uní a la revolución de los Beatles, que es el equivalente al Renacimiento en pintura. Si Picasso le dio una patada al arte de cinco siglos y Da Vinci se la había dado buscando la perspectiva, los Beatles eran el Renacimiento de la música. Está la música clásica y luego los Beatles.

–Viviste en Londres una época.

–Porque murió mi madre. Tuvo un cáncer de mama pillado muy tarde en una época en la que no había los avances que hay ahora. Emilio Alba, que es un genio, le dio quimioterapia, pero ya era tarde y todo fue un horror. Vivió cuatro años más. Cuando murió me dio una depresión del copón... Cumplí los 40 ese año, en el 96. Sufrimos tanto en el hospital... Perder a una madre es una de las peores cosas que te pueden pasar. Yo vivía en un mundo adolescente...

–Fue el primer zarpazo.

–Sí. Mi adolescencia terminó a los 40 años con la muerte de mi madre. Cuando volví a la radio me di cuenta de que no me apetecía. Ya no era el adolescente que era.

–Dejaste de pasártelo bien.

–Claro. Yo he hecho radio para poner discos a mis amigos, que eran mis oyentes. Y eso estando mal no funciona. Me di cuenta de pronto. Se me acabó la gasolina. Mi amigo Augusto, que era psiquiatra, me vio y me dijo: «Tienes una depresión de caballo». Me dio de baja y me recomendó irme fuera de España. Me sentó bien.

–Pero ya habías estado allí siendo adolescente.

–Con 18 años y con Augusto, el amigo del que he hablado. Nos pasaron todas las peripecias imaginables. Cuando volví de Londres la segunda vez, ya me di cuenta de que no... Hasta que me ofrecieron ser director de la radio y acepté para ver si era capaz de enfrentarme a aquello. Trabajé como nunca, desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche, y volvía llorando de las frustraciones que me comía como director. Me recluté con los conciertos de Radio 3. Y luego llegó el expediente de regulación de empleo de RTVE.

–¿Por qué España nunca ha cuidado su educación musical?

–No sé si piensas lo mismo, pero el español tiene una afición general en ignorar la historia. Somos pocos los amantes de la historia, una historia que en un país como éste es tan rica. La historia de la música... Pregunta por Bob Dylan a un tío de 25 años. Te dirá que no es de su época. O sea, que 'La Gioconda' tampoco es de tu época. Tendríamos que ser más amantes de la historia.

–¿Por eso te matriculaste en Historia?

–Hice Publicidad, que me sirvió para amar esta profesión, aunque no la acabé. Pero en 2000 me matriculé en Geografía e Historia y me di cuenta de que en realidad lo que había sido yo toda la vida es un historiador del pop. Eso me volvió loco.

–Hiciste la tesis sobre la influencia del arte en las portadas discográficas.

–Quería relacionar todos a los pintores españoles con la música, desde Dalí hasta Tàpies o Pérez Villalta. Es un mundo inabarcable. Busqué portadas inspiradas en cuadros míticos. A nivel internacional hay mucha tradición. Bow Wow Wow usó un cuadro de Monet, un grupo americano copió 'El rapto de Europa' de Tiziano...

–¿Cómo conseguiste que Chris Barron se hiciera perchelero?

–En realidad no me costó. Nos hicimos amigos en 1991, cuando estaba tocando con su grupo, Spin Doctors. No habían pegado el pelotazo todavía. Luego vino a España de promoción, cenamos y le dije que se bajara a Málaga. Y desde entonces nos vemos todos los años. Le encanta la Semana Santa y pilota que te cagas. Lo hicimos hermano de la cofradía y al año siguiente sacó el trono. Es puro rock and roll.

–¿Cuántas veces has visto a los Rolling Stones en directo?

–El primer concierto fue en el Vicente Calderón, cuando llovió tanto... Bill Graham (considerado el mejor promotor de la historia del rock) estaba limpiando el escenario con una escoba. Un tío que ha trabajado con Janis Joplin, ¡limpiando el escenario! Para que veas. Y cinco o seis veces más.

–¡Llevas media vida detrás de los Rolling!

–Me acabas de resucitar mi vida con los Rolling. En Benidorm también los vi. Fui con un amigo. Cuando terminaron 'Satisfaction', le dije: «Vámonos, que ahora se hacen dos temas más y se piran y aquí hay 30.000 personas para salir, así nos da tiempo a cenar». Total, salimos escuchando los dos últimos temas, nos subimos al coche y cuando estábamos arrancado veo dos motos, tres Mercedes y, como mi amigo tenía otro Mercedes, le dije: «Métete». Había un cochazo para cada Rolling y furgonetas para músicos y técnicos. Terminamos en medio de la caravana de los Stones. Mi amigo se puso a gritar: «¡Soy un Rolling!». Cuando llegamos a la autopista se dieron cuenta, pero nosotros seguimos hasta que acabamos en un hotel de cinco estrellas cerca de Benidorm. Salieron los Rolling y veo que vienen dos gorilas para partirme la cabeza. De repente saludo al contable de la gira, a quien conocí en el Madison Square Garden porque era amigo de Jackson Browne, y aparece un tío con una camiseta del Málaga acompañando a Keith Richards. Me quedé flipado. Y el tío vino y me dijo: «Hey, Paco». Resulta que era un tío que trabajaba en una radio de Marbella al que le habían dado el Premio Ondas el mismo día que a mí y era colega de los Rolling, ¡e iba con una camiseta del Málaga! Es para escribir un libro...

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