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Bernardo Atxaga. EFE
Obaba desembarca en Lavapiés

Obaba desembarca en Lavapiés

Bernardo Atxaga desea que la versión teatral de su novela ayude a combatir la «relación fantasmagórica» que ha existido entre Madrid y el País Vasco

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Jueves, 1 de enero 1970

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El Teatro Valle-Inclán, la sede del Centro Dramático Nacional ubicada en el corazón de Lavapiés, el barrio más multicultural de Madrid, acogerá entre el jueves y el domingo cuatro representaciones de la adaptación teatral del mundo mágico de 'Obabakoak', la novela vasca más popular de las últimas décadas, que le valió el Premio Nacional de Narrativa y el reconocimiento internacional, hace 29 años, a Bernardo Atxaga.

La obra, producida por el Teatro Arriaga de Bilbao, es una particular y moderna traslación al lenguaje dramático de fragmentos de parte de los 26 relatos de la novela, realizada y dirigida por Calixto Bieito, que tambien es el director artístico del coliseo bilbaíno. Es la segunda vez que el montaje, calificado este miércoles por Atxaga como «una adaptación excepcional», sale del País Vasco desde que se estrenó hace un año en la capital vizcaína. La primera minigira, con cinco funciones, tuvo como destino, en los últimos días de octubre de 2017, el Teatro Lliure de Barcelona.

La obra, que en próximos meses aspira a saltar las fronteras españolas, con al menos una escala en Stuttgart (Alemania), se representará en el Valle-Inclan con prácticamente todo el elenco original -diez de los once actores que la estrenaron-, que este jueves interpretarán la única función en euskera -idioma en que está escrita la novela-, que no obstante podrá ser también seguida por el público con subtítulos en castellano.

Bieito recordó este miércoles, durante la presentación en Madrid, que el origen de esta aventura teatral está en un paseo -«un momento mágico»- que dio con Atxaga por su Asteasu natal, un pueblecito guipuzcoano con semejanzas a la inexistente e imaginaria Obaba, que le animó a realizar una selección de los relatos de una novela «que me acompañará siempre, que pienso releer poco a poco, a sorbitos». El resultado, dijo, es un colaje que rescata algunos de los temas centrales del libro, como el primer amor, los miedos de la juventud, los sueños europeos, las obsesiones o la metaliteratura, y que los coloca como «una polifonía de voces, como un gran puzle que tiene algo de ópera contemporánea».

El propio director, caracterizado por propuestas escénicas vanguardistas, considera que el montaje «va más allá de una obra teatral para convertirse en una experiencia multisensorial» y define su versión de 'Obabakoak' como «una composición poética, visual y física para once voces donde los animales se mezclan con los humanos y los bosques con los sentidos».

Prejuicios e incomunicación

Atxaga, por su parte, ve en la llegada de la obra a la capital de España en su euskera originario, además de una evidente ocasión de disfrute cultural, una oportunidad para «combatir» algo que le preocupa, que «la relación entre el País Vasco y Madrid ha sido durante mucho tiempo fantasmagórica». En su opinión, cuando Euskadi mira a esta ciudad «no ve el Madrid real, variado, con diferentes sectores, ambientes o gentes», ve un fantasma, «una proyección de su propio ánimo», normalmente de cariz negativo, donde suele predominar «el aire venenoso, el despecho, las envidias, las malas interpretaciones o la agresividad». En definitiva, abundó, estereotipos, generalidades, caricaturas e incomunicación, «una visión fantasmagórica» de los otros, que considera que, por desgracia, es «exactamente la misma» que practican muchos sectores de Madrid cuando miran al País Vasco.

El novelista opina, como Alicia en el País de las Maravillas, que «el amor es lo que en realidad debe mover el mundo» y defiende que una de las formas de romper la perversa visión «fantasmagórica», de acabar con esa barrera de prejuicios mutuos que recordó no existió en un pasado no demasiado lejano, es «presentar lo que cada uno hace, cada sociedad, cada país, cada ciudad en este caso, a la otra». «Eso es lo que estamos haciendo», concluyó, con la representación de la obra teatral vasca en Lavapiés.

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