Duende y alma en la Cantera de Starlite
La guitarra de Tomatito y la voz de Israel Fernández conquistan Marbella
Sandra Pedraja
Marbella
Sábado, 23 de agosto 2025, 12:34
Anoche, con la puntualidad de las estrellas y camisa de lunares, Tomatito (José Fernández Torres, 1958, Almería) arrancó las primeras notas de su guitarra ante ... un público unánimemente nacional. Nieto e hijo de guitarristas, sobrino del mítico Niño Miguel, creció rodeado de soniquete en su Almería natal, donde el flamenco fue para él tan natural como respirar. Con el tiempo no sólo perfeccionó el arte de la guitarra, sino que se convirtió en discípulo de Paco de Lucía y eterno compañero de Camarón de la Isla, llevando el género a escenarios de todo el mundo. Con cinco décadas de carrera a sus espaldas, sigue siendo el mejor embajador de la guitarra flamenca y un maestro para las nuevas generaciones, incluido su propio hijo, José del Tomate, quien también estuvo presente en el festival y lo acompañó como en tantas otras giras.
Un cuadro flamenco, con cajón, palmeros y un par de cantaores de riguroso negro y mocasín de piel, arropó al maestro a lo largo de todo el repertorio que seleccionó para la noche marbellí. Tangos, bulerías, rondeñas y fandangos ejecutados con elegancia confirmaron su condición de mito. Tomatito, siempre sonriente, desplegó su maestría guitarrística suspendida entre la cadencia más clásica y la innovación delicada, legado de su vínculo con Paco y Camarón, a quienes homenajeó con versiones de Entre dos aguas y La leyenda del tiempo.
Antes de terminar su actuación, apareció en escena la bailaora Karime Amaya (México, 1985), sobrina nieta de Carmen Amaya, una leyenda incuestionable del flamenco en lo que respecta al arte del movimiento.
Eran las once y tres minutos cuando el escenario cambió de rictus y las luces desvelaron el cajón que acompañaría la segunda parte de la velada, dando la bienvenida a Israel Fernández (1989, Corral de Almaguer, Toledo). Desde niño estuvo rodeado de flamenco: escuchaba a su madre cantar y se embelesaba con su abuela Petra, artista de la familia. Esa herencia, unida a una curiosidad incansable, lo llevó a crecer entre mayores, aprender a escuchar y transformar la experiencia en música.
En el público reinaba el respeto propio de los asiduos a una peña flamenca: más de un flamencólogo se acercó a la cantera para disfrutar de la poesía acústica que proporcionan las paredes rocosas del auditorio. Nada más empezar, el toledano saludó y agradeció su presencia en este festival, asegurando que se dejaría el alma en el recital. Y así lo sentimos.
Acompañado magistralmente por Diego del Morao, con un cuadro impecable de coros, palmas y cajón, Israel desplegó alegrías, tangos, bulerías y fandangos con su sello personal. La mayoría no pudo escapar del embrujo mesiánico del cantaor: lágrimas en los ojos, nudo en la garganta. Los más puristas comentaban al finalizar que había faltado pellizco y que antes era más puro, pero la pureza de este artista está más allá de cualquier duda. El pellizco es el pellizco: no hay que entender, sino sentir.
Su gran salto llegó con Amor (2020), grabado precisamente junto a Diego del Morao, que le abrió las puertas a una nominación a los Grammy Latinos y lo consolidó como uno de los nombres imprescindibles del presente. Aquel disco le enseñó que lo más honesto es defender lo propio: 'Para escribir tienes que vivirlo o sentirlo desde dentro', suele decir. El amor, a la música, a la tierra, al silencio, atraviesa sus composiciones y es lo que transmite en cada actuación. De ahí su leyenda.
En Starlite, Fernández no sólo cantó: también se sentó al piano para estremecer aún más a un público enmudecido por su grandeza. Poco después, se quedó solo a la guitarra.
Confesó que era la primera vez que tocaba este instrumento ante una audiencia y pidió disculpas a los guitarristas, pero este Prince flamenco ha nacido con el don de la música.
Su voz conjuga la fuerza del cante antiguo con el pulso contemporáneo. Desde sus comienzos hasta obras como Pura Sangre y Por amor al cante, su técnica es impecable y su compromiso emocional, constante. Su cante es visceral, profundo y moderno. Le corre por la sangre la Niña de los Peines, Porrina, Camarón, Morente y todos los grandes. Su cante no es imitación, sino reencarnación. Tiene la fiereza de lo gitano, la dulzura de lo contemporáneo y una intuición melódica que lo conecta con los viejos maestros y, al mismo tiempo, con los oyentes del presente. Su voz no busca gustar: busca traspasar. Y lo logra.
Entre palmas y jaleos, con la petición de un bis por parte del público, se despidió Fernández, que volvió a salir con su cuadro para marcarse unas pataítas. El concierto formó parte de la 14ª edición del Starlite Festival, celebrado entre junio y agosto de 2025. En medio de un cartel ecléctico, la presencia de Israel Fernández y Tomatito representó la magia flamenca. Entre palmas, jaleos y silencios, quedó la certeza de que el flamenco no se hereda: se encarna.
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