El Festival de Málaga termina por verdiales
El músico asturiano Rodrigo Cuevas reivindica la renovación de las raíces con su concierto de clausura del Festival de Málaga
Una emocionante agitación folclórica protagonizó anoche el cierre de once días de cine en español en el mismo Teatro Cervantes que ha proyectado todas las ... películas a concurso. Rodrigo Cuevas, músico asturiano responsable junto a Raúl Refree de una obra maestra llamada 'Manual de cortejo', encendió esta noche última con una vibrante mezcla de raíces que están siempre en expansión. Cuevas anunció nada más salir con su pantalón bien apretado y con su capa roja que esta podría ser «la noche más importante de nuestras vidas». El trópico de Covadonga se postró ante nosotros como la posibilidad de una vida mejor. Y además terminaba con verdiales, con la panda de fiesteros de los Baños del Carmen que lo dieron todo al final de un concierto único manejado por Juanjo Díaz y Mapi Quintana, dos músicos excelentes.
Cuevas hizo una aparición que quiso repetir: «quiero que, cuando salga al escenario, me aplaudáis como yo si fuera una Rocío Jurado resucitada». El sentido del humor y una irresistible pulsión hacia el cabaret marcaban el ritmo entre canción y canción. Lo primero que sonó fue 'Al galán tiene que ser en el baile'. Al fondo había proyecciones que encontraron picos de auténtica emoción, como en la interpretación de 'Rambalín', el «maricón de nacimientu» que era una cosa mítica en Xixón, una juerga y una gloria, y acabó muerto, quemado y descuartizado en un crimen sin resolver y que en el barrio de Cimavilla fue entendido como el asesinato a la alegría. Era el año 1976 y acabábamos de salir de un régimen que diseñó campos de concentración para homosexuales. «Me rendí a la decadencia humana, el ser humano no tiene ninguna solución. Así que quiero daros un bajón tremendo», dijo, con un sentido del humor negro, para anunciar las canciones más tristes de su repertorio. Pero seguimos en la fiesta. Esta revolución se baila.
Revelación
Pedimos que no tengamos que lamentarnos de no haber 'perreao' todo lo que nos ha pedido el cuerpo o de haber soportado bajo nuestros hombros demasiada pena. 'Rumba de a Estierna' fue convenientemente bailada y supuso una revelación, un temazo que se crece tanto en directo que pone los pelos de punta. «Si mi madre fuera mora, y yo morito también, renegara de Mahoma, moreno, solo por venirte a ver». Cuevas también se arrancó con una versión de una de las canciones más inexplicables del mundo, la que hizo Camilo Sesto con Camilín cantando 'Sentimiento de amor': la conversación entre un padre y un hijo que ojean un catálogo de pobres en el salón de su casa. «Veo que también han venido muchos pobres a este concierto», dijo señalando al gallinero, en uno de los muchos jardines gramaticales en los que se metía él solito y que nunca se hacían pesados, al contrario, añadían ligereza a mucha intensidad. Acabamos impregnados de un cabaret emocionante, asturiano y malagueño: «O le ponemos poesía al mundo o le ponemos fecha y hora y acabamos con esto a la vez, y poesía no veo arte de ponerle», dijo primero, y luego se la puso. Tanta poesía que el mundo ya era otro.
El sentido del humor y una irresistible pulsión hacia el cabaret marcaban el ritmo entre canciones
Hemos ejercitado el suelo pélvico al ritmo de la muñeira 'Para a filla da Bruxa' y hemos estado a punto de salir con el C2 de asturiano entonado al ritmo del fandango. Hemos bailado el 'Xiringüelu' como si tuviéramos ganas de vivir y después nos hemos ido a la cama recitando de memoria 'Cesteiras'. Nos hemos enamorado de la tradición esta noche igual que Rodrigo Cuevas lleva enamorado toda la vida, y nos están entrando ganas de ir a vivir al campo y montar allí una panda de verdiales. La de los Baños del Carmen firmó el final de este recital lleno de maravillas, un ejemplo de que, cuando las raíces son tan profundas como lo son las nuestras, al final, en el centro de la tierra, terminan uniéndose y fundiéndose en cruces emocionantes. Por eso, 'Muerte en Montilleja' es un fandango Albacete que se canta al ritmo de verdial, músicas que vienen de una época tan antigua que no sabemos decir cuándo empiezan. El fin de fiesta definitivo lo protagonizaron ellos, los verdiales que no queríamos que se terminaran nunca, porque el canto de los montes no tiene final.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión