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Sábado, 22 de febrero 2020, 23:50
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El observador se detiene a la vuelta de su ruta crepuscular: algo ha llamado su atención. Hay algo familiar en esa aparición repentina. Puntualicemos: el escenario es necesariamente cotidiano pues forma parte del recorrido diario, pero hoy parece verse algo nuevo en él. La copa de un aligustre se interpone en luz irradiada por cierta farola, lo que origina una sombra oblicua sobre la fachada contigua. ¿Dónde ha visto eso antes? Quizá en las salas de aquel extraño e inacabado palacio veneciano. En aquel enigmático cuadro de René Magritte, El imperio de las luces.
Aquí, en Lagunillas, no existen las contradicciones lumínicas que están presentes en dicha obra, pero la visión contiene la suficiente magia como para evocar la pintura del surrealista belga. Esta humilde versión malagueña, eso sí, es una obra de arte efímero: la casa ya está tapiada, lo que vaticina una desaparición inminente.
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