Lluís Pasqual: «Escucho ópera todos los días, es una dependencia viciosa muy fuerte»
El sector lírico le premia en Málaga por su dedicación al género, pero avisa: «Esto no es un apéndice de una posible jubilación». El año que viene estrenará una obra de Díez Boscovich
De niño descubrió por casualidad un disco de María Callas cantando 'Norma' y, desde entonces, Lluís Pasqual no entiende la vida sin la ópera. Primero ... como oyente, después como público y, al poco, también como director. Cuarenta años se cumplen ahora de su debut en el Teatro de la Zarzuela con 'Sansón y Dalila', cuatro décadas en las que el dramaturgo ha dotado de potencia escénica e interpretativa a grandes óperas del repertorio clásico y a composiciones recientes. Y en ello sigue: a ese escenario volverá el año que viene con una obra inédita que ahora prepara Arturo Díez Boscovich. Una aportación que Ópera XXI, la asociación que agrupa a los teatros, festivales y temporadas estables del género, le reconoce con el premio honorífico a su trayectoria artística.
Lluís Pasqual recogerá el galardón en la gala que Ópera XXI celebra el 30 de abril en el Cervantes de Málaga, ciudad a la que regresa tras haber dirigido los primeros pasos del Teatro del Soho de Antonio Banderas. De él, de los problemas de la ópera actual y hasta del trap, habla en esta charla.
–Tiene muchos reconocimientos, pero este es el primero específicamente sobre su trayectoria en la ópera. ¿No es así?
–Es el primer premio sobre ópera y también por mi trayectoria. Eso habla de que he hecho mucha ópera en muchos países, y habla también del carné de identidad.
–Premios así obligan a echar la vista atrás, ¿lo hace desde la nostalgia?
–No, por dos motivos. Yo sigo escuchando ópera todos los días. Es entre una afición y una dependencia viciosa muy fuerte. Ahora con Youtube es extraordinario. Yo me he pasado la vida comprando a escondidas grabaciones piratas de ópera y resulta que ahora allí está todo, lo cual me produce una enorme satisfacción. Y luego porque tengo dos proyectos de ópera el año que viene, uno en España y otro en el extranjero. Proyectos que me impiden ver que esto es un apéndice de una posible jubilación.
–¿Puede ser que el proyecto en España tenga algo que ver con Málaga?
–Pues sí, es una composición nueva que está haciendo Arturo Díez Boscovich. Pero no se puede comentar más.
«Muchas veces los compositores contemporáneos hacen óperas imposibles de cantar»
–Pese a su amplia dedicación a la ópera, cuando se busca sobre usted en Internet, en Wikipedia y otras páginas, lo que se destaca es su labor como director teatral. La ópera parece más invisible.
–No hay que hacerle mucho caso a Wikipedia. Es algo que he ido alternando desde la primera vez que monté una ópera en el Teatro de la Zarzuela. Sí es cierto que he hecho más teatro porque me compensa más. La ópera es un mundo fascinante, pero necesita una gran energía, produce un enorme cansancio. Y para conservar la profesión y la afición no hay que hacerla constantemente. Un atracón de jabugo te puede sentar mal.
–¿Falta valentía en la lírica española para renovar el repertorio?
–No. Lo que llamamos ópera contemporánea tiene un problema en todo el mundo. La ópera se inventó para unas voces armoniosas y muchas veces los compositores, siguiendo una revolución que ya caducó hace muchísimos años, componen sin saber que la base de la ópera son las voces. Hacen algo difícil de escuchar, si no imposible de cantar. Ese es uno de los problemas de la ópera contemporánea. La ópera es un arte antiguo. Es como una cómoda del XIX, la puede coger Andy Warhol y pintar de pistacho, pero seguirá siendo una cómoda del XIX.
–Entonces es más responsabilidad de los compositores, que de los programadores o del público.
–Creo que el público tiene una relación muy especial con lo que llamamos música clásica contemporánea. Brecht decía muy sabiamente: «Escuchar música clásica, entender música contemporánea».
«La poesía de este momento la están escribiendo los intérpretes de rap»
–¿Y al público le cuesta entender?
–Sí, porque el público de ópera está acostumbrado a la tonalidad, a la armonía y todo lo que es atonalidad le suena raro a la oreja.
–¿Pero no se puede componer una ópera que llegue al público?
–Claro que se puede hacer y Arturo Díez Boscovich la está componiendo.
–¿Y por qué se hacen tan pocas?
–Porque tienen mucha menos salida.
–El público se acomoda y solo quiere ver lo que conoce.
–Nos acomodamos por muchos años.
–En una entrevista allá por los 80 se quejaba de que aquí no se trabajaba la ópera como en el extranjero, que nos faltaban presupuestos y días de ensayo. ¿Ha cambiado mucho?
–Hemos ganado en muchas cosas. En los 80 la ópera se hacía en España en condiciones muy limitada. Teníamos pocos ensayos y los cantantes no eran conscientes de que tenían que acompañar su canto con una buena interpretación, solo los grandes lo hacían. Así que hemos ganado en tiempo, en respeto y en que los cantantes ya vienen con la interpretación puesta. El éxito de un director de escena en los 80 era que el cantante actuara; ahora una cantante, bien o mal, sabe que tiene que actuar. El público se lo exige.
–Usted suele trasladar los clásicos de ópera a épocas cercanas. ¿Es necesaria esa actualización?
–Tiendo a desplazar la acción para acercar al espectador lo que ocurre. Porque muchas veces no lo sabe, es un espectador de oído y va a reescuchar las cosas que le gustan. Y eso conduce a errores. El vivo, por bueno que sea, nunca podrá alcanzar la precisión técnica de un disco de estudio; y, por otra parte, un disco de estudio nunca podrá alcanzar la pasión de una representación en directo. El público necesita un cambio visual para que cada vez esa ópera le parezca nueva.
«El Teatro del Soho ha recuperado su actividad con un musical y con dos cojones»
–Y, además, demanda una puesta en escena espectacular.
–Es que a veces la música es muy grande, muy densa. La dificultad existe en que el ojo reciba esa misma grandiosidad.
–Creo que más allá de la ópera y la zarzuela, le interesan el flamenco e incluso el trap. ¿Es cierto?
–Sí, el flamenco me ha gustado desde siempre, tal vez por oposición a mi madre que era andaluza y no le gustaba. Y la música tecno empezó a gustarme mucho en París, y me gusta muchísimo el trap y el rap. Me parece que así como la poesía de hace quince años se escribía en las camisetas, la poesía de este momento la están escribiendo los intérpretes de rap.
–Málaga le traerá muchos recuerdos prepandémicos. ¿Ha seguido la evolución del Teatro del Soho?
–Sí. Seguir la evolución de un teatro en estos últimos dos años es una lista de desgracias y de tristezas infinitas. La pandemia no se ha ido del todo, pero algunos teatros han podido volver a empezar su actividad con muchas dificultades. Y el Teatro del Soho lo ha hecho con un musical y con dos cojones.
–¿Nunca se arrepintió de la decisión que tomó de marcharse tan pronto?
–No, porque yo ya hice lo que tenía que hacer en Málaga. Colaboré desde muchos puntos de vista para que eso se pusiera en marcha y se abriera. Cuando se abrió ya no tenía ningún sentido que yo estuviera allí.
–¿Mantiene buena relación con Banderas?
–Sí, por supuesto.
–Su próximo trabajo con Boscovich es una prueba de que queda un vínculo.
–Sí, Boscovich era el director de 'A Chorus Line', tuvimos que resolver muchos problemas juntos, nos hicimos amigos. A mí me gusta mucho la música y a él la poesía. Y es un placer cada vez que nos juntamos para hacer una larguísima sesión de trabajo juntos.
–¿Cuándo conoceremos más de ese proyecto?
–Cuando el Teatro de la Zarzuela, lugar en el que va a ocurrir el evento, nos lo permita. Y ya he dicho demasiado.
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