Dos madres contra el tabú del suicidio
Poesía al SUR ·
Chantal Maillard y Piedad Bonnett descubrieron que sufren una herida común: la muerte de sus hijos, del mismo nombre, en idénticas circunstancias. Ahora entablan un diálogo «vibrante y seco» en 'Daniel', un homenaje a dos pájaros «de alas rotas»Cuando Chantal Maillard abrió 'Los habitados', el libro de Piedad Bonnett, se quedó paralizada ante la dedicatoria: «Para Daniel, in memoriam». Aquellos poemas desprendían para ... ella una familiaridad extraña, sombría, que le provocó «un ahogo en la tráquea». Enseguida reconoció su propia herida en el duelo ajeno: «Quién vio lo que no vi, / lo que tan sólo / a mí me pertenece: / tú como un ave inversa que se entrega, / oscura y sin plumaje, / derrotada». Como Maillard, también Bonnett había perdido a un hijo de edad parecida en un mes de abril. Y de forma idéntica, en un salto suicida desde la misma altura. Sólo les separaba el lugar: en Málaga uno, en Nueva York otro. Ambos tenían además, tienen, el mismo nombre: Daniel. La poeta malagueña, más hermética y reservada que la mayoría de escritores, poco aficionada a la camaradería, atendió entonces un impulso inusual: tenía que escribir a Bonnett. Pidió su dirección «para saber que no me equivocaba».
La poeta colombiana leyó el mensaje temprano, en una mañana de junio de 2017. Conocía a la remitente porque durante años había trabajado con sus alumnos 'La creación por la metáfora', el estudio de Maillard sobre la obra de María Zambrano. El encuentro cuajó físicamente meses después de aquel primer intercambio de impresiones, o tal vez sería más acertado escribir conmociones. Chantal y Piedad se re-conocieron en el festival de poesía Irreconciliables, organizado por Ángelo Néstore y Violeta Niebla en una Málaga «extrañamente lluviosa». Ambas habían dedicado meses a articular poemas que ya tenían escritos y que, unidos, formaban una conversación «seca, vibrante y reveladora». La lectura, con intervención musical de Álvaro Escalona, tuvo lugar en el Centro Cultural María Victoria Atencia «como homenaje a la memoria de nuestros respectivos hijos».
Bonnett había publicado: «Yo quisiera quitarle el abrigo, encender la chimenea, pasar mi mano por su pelo mojado, limpiar su sudor y sus lágrimas, pero sigo haciendo palitos, tejiendo horas, cuidando mi tarde como un pájaro hembra de alas enormes que vigila su nido porque debo evitar su mirada si no quiero caer hondo, muy hondo». Maillard confesó sus rituales en 'La mujer de pie': «Me siento ante esa especie de altar que construí hace ya... ¿cuántos años? en un altillo del ropero, con los pocos objetos personales que me quedan de ti. Me siento con una taza de té y el cuaderno. Escribir, ya sabes, es mi manera de orar». Con sus libros, una y otra habían entablado un diálogo sin saberlo. El grito de la autora colombiana («Para que no te mueras doblemente / pido al dolor que sea mi alimento, / el aire de mi llama, de la lumbre / donde vengas a diario a consolarte / de los fríos paisajes de la muerte») parece encontrar respuesta, acaso alivio, en los poemas de Maillard: «Habrá que levantarse. Aunque sin / saber para qué. Sin saber / tampoco para qué el para qué. / Levantarse y dar vueltas en esta / habitación. O también, cambiar de / habitación. Pero no. Más seguro es / quedarse aquí, tecleando. Un teclado / es algo conocido. Tienen un / sonido peculiar, las teclas, / cuando se las pulsa».
Convocatoria y éxodo
Ahora ese encuentro llega a las librerías editado de forma exquisita por Vaso Roto bajo el único título posible: 'Daniel'. Maillard relata el impacto inicial en un prólogo al que llama 'Convocatoria' y Bonnett cierra el círculo en un epílogo denominado 'Éxodo'. En medio, medio centenar de poemas de «dos madres frente a un mismo abismo» que combaten «el tabú» del suicidio y reivindican «el coraje del suicida». Sin sentimentalismo, con honestidad e inteligencia. Maillard, Premio Nacional de Poesía por 'Matar a Platón', es una de las voces más poderosas de la literatura actual. Acaba de publicar 'La arena entre los dedos', sus diarios reunidos por Pre-Textos. Antes había revisado el mito de Medea para promocionar la compasión y desafiar la división clásica entre buenos y malos: «¿Como comprenderéis al que comete el crimen / si no os sentís capaz de cometerlo?». Bonnett, empeñada en cuestionar la educación diseñada para la competitividad, aborda la salud mental en 'Donde nadie me espere', de Alfaguara.
El intercambio que cose 'Daniel' sólo queda interrumpido en un poema de Piedad intervenido por Chantal, el único en el que participan ambas: contra su propio deseo, en un último ejercicio de generosidad hacia sus hijos, dan a los muertos «permiso para su desaparición». Para volar, al fin.
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