Luis Mateo Díez satiriza un mundo en demolición
Entona un esperpéntico réquiem por la democracia, las ideologías y la imaginación en 'El vigía de las esquinas'
Vivimos tiempos de desorden y demolición. Una oscuridad y una zozobra «que amenazan con liquidar la democracia, las ideologías y la imaginación». Y bien que ... lo lamenta Luis Mateo Díez (Villablino, 1942), que entona un esperpéntico réquiem por un mundo que se desmorona en 'El vigía de las esquinas' (Galaxia Gutemberg).
Aferrado a la escritura como tabla de salvación, el octogenario narrador, académico y premio Cervantes 2023 fábula con humor corrosivo -«en clave de farsa y espertepento»-, para poner en solfa los comportamientos políticos y morales de un mundo en desorden que se acaba.
Asegura que las ideologías «están podridas», que «se ha vapuleado tanto a la democracia que se va al garete» y que «las ideologías y las creencias están liquidadas».
Lamenta, además, que la imaginación y la capacidad de fabular estén «perdiendo la batalla ante el poder y las tecnologías, que la están aniquilando». Un drama que nos conduce a «una pobreza espantosa» asegura alguien para quien fantasear y escribir es «una necesidad vital».
Cataclismo
Ambientada en una de sus fantasmagóricas Ciudades de Sombra, esta vez sin nombre, la «agobiante actualidad» salta al primer plano para describir un cataclismo local que será también global. Luis Mateo Díez lo recrea en clave «expresionsita y con gotas de surrealismo» en «una farsa del desorden en un mundo en decadencia en sus modos de vida, sus valores y sus deterioradas formas de gobierno y de democracia».
Ciro Caviero, atrabiliario gacetillero y cronista radiofónico, es la voz que le sirve para certificar la amenazante negritud de los tiempos. De moral más que laxa, envuelto en una delirante trama de corruptelas, asesinatos y secuestros, «refleja el bajo orden moral de la urbe en la que sobrevive a duras penas».
«Es un periodista irreal, el vigía que narra el declive que vivimos Un personaje deforme, desquiciado, interesado y vendido», explica su creador. Mantiene cierta lucidez de conciencia «para percibir esa sensación de pérdida, de abandono de los gobernantes». La novela lo narra «en viñetas, con desencanto, cierta melancolía y un humor estrambótico y valleinclanesco que roza lo grotesco y lo absurdo», explica su autor.
Para el escritor una prueba de la decadencia es «el delirio lingüístico en el que vivimos». Lo parodia satirizando a políticos que se escudan bajo frases hechas como el 'Eje del mal' o el 'Gobierno de coalición progresista' y otros «delirantes neologismos y excursos verbales».
«Son las chorradas que el poder usa para vendernos productos difíciles de digerir», denuncia. Cree que la construcción de ese «lenguaje engañoso y sosegante» es un viejo hábito del poder «que con unos disfraces neologistas que dan grima tergiversa y contamina el lenguaje que quiere instaurar en su favor».
Un poder «que jamás ha dejado de temer a la imaginación y de intentar neutralizarla» y que se beneficia también «del apabullante aluvión informativo» en el que estamos sumidos. «Un exceso de actualidad que contribuye al desorden y empobrece nuestras vidas dando armamento al engaño del poder», apunta el escritor.
Por la novela desfilan policías, jueces y políticos. Se habla de sectarismos y populismos en «una sociedad ausente y adormecida», enterrada «bajo los escombros de las pérdidas ideas democráticas y del sentido de convivencia, secuestrados por corrupciones y gobernantes ausentes e irresponsables».
«El mundo que conocemos se acaba y ya veremos qué vendrá. El ser humano desaparecerá y la naturaleza perduaraá» ironiza en tono apocalíptico y advirtiendo que, como siempre ha hecho, pasar la realidad por el tamiz de la literatura. «Nada es explícito, como nunca lo ha sido en mi obra» dice de esta juego de espejos valleinclanesco.
Cumplidos los 83, Luis Mateo Díez no se reconcilia con la vejez «que es una de las peores desgracias de la vida». «Eso de la lucidez del anciano es una gran mentira, de modo que a los ancianos solo nos esperan los fantasmas del pasao», dice. Sobrelleva la vejez «graciaa a la ficción, la imaginación y el poder vivir otras vidas». «La escritura es el sostén de mi vida» reitera un narrador de pulso firme que seguirá con la pluma en ristre «miestras se pueda». Cuando toque colgarla lo aceptará «con resignación».
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