Herminia Luque aviva la crítica feminista al deporte: «No nos hace mejores y crea desigualdad»
Un ensayo y un libro de aforismos invitan a repensar esta actividad desde la raíz: «Durante la mayor parte de la humanidad no hizo falta el deporte en absoluto»
Es un tema delicado por impopular. A (casi) todo el mundo le gusta el deporte, lo practica o lo sigue en competiciones oficiales. Es algo ... masivo y universal. Pero no por eso incuestionable. Herminia Luque abre el melón de la crítica feminista al deporte desde la raíz misma de esta actividad, una reflexión en la que ni siquiera ha entrado de lleno el feminismo más allá del debate sobre la brecha salarial o la sexualización de la mujer deportista. «Y eso me fastidia», admite la escritora afincada en Málaga. Un ensayo ('Corre Atalanta. Crítica feminista al deporte'. Ediciones Cátedra) y un libro de aforismos antideportivos ('Más perdición'. Ediciones Azimut) invitan a repensarlo desde otra perspectiva. «El deporte no nos hace mejores, crea desigualdad y favorece a regímenes absolutamente antidemocráticos», sentencia..
«Un centenar de aforismos no demolerá, probablemente, el edificio del deporte. Pero hay que intentarlo», escribe Luque en su libro más reciente, donde reúne más de cien ocurrencias sobre este tema. Defiende que, tal y como está concebido, el deporte es «una máquina de discriminar» que normaliza además esa diferencia. «'Per se' los deportes están divididos entre hombres y mujeres. El de hombres es clase A y el de las mujeres, clase B. Es una cuestión de hacer trampas», argumenta.
Fisiológicamente, el hombre tiene más masa muscular, más capacidad respiratoria, más fuerza y más velocidad. «Entonces, los mayores triunfos y los mayores récords van a ser siempre en hombres. Las mujeres nunca los van a alcanzar». Para ellos es el «lucimiento y el prestigio». En cambio, «si tú te haces tu doctorado en Física y haces un descubrimiento maravilloso, puede que ganes un Nobel, como cualquier señor». Luque anima a trabajar en parcelas donde haya una posibilidad de alcanzar logros en auténtica igualdad. «Porque en el deporte no hay igualdad», sentencia.
Sí hay una parcela en la que las mujeres cuentan con ventaja frente al hombre, la gimnasia, por la flexibilidad del cuerpo femenino. «Pero se busca la estética y hay un morbo sexual innegable. Hay una sexualización del cuerpo femenino desde el mismo vestuario», analiza.
Autora de novelas y ensayos con una clara perspectiva de género, la escritora separa la actividad física del deporte: es decir, el juego y lo lúdico de la construcción institucional que se ha hecho de eso. «No había Olimpiadas desde el siglo IV d.C. hasta que a un señor, el barón de Coubertin, se le ocurrió resucitar los Juegos Olímpicos en el XIX, pero era un juego entre caballeros».
Aforismos antideportivos
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En las democracias el deporte cumple idénticas funciones a las que cumple en las dictaduras más feroces
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Si Maradona es Dios, Nietzsche tenía más razón que un santo
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¿Cuándo se intercambiarán los niños cromos de escritores?
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¿Por qué corres, si la felicidad va siempre dos metros más allá de tus adidas...?
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Un delfín nunca comprendería los esfuerzos de los humanos por conseguir ciertas destrezas natatorias
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Cuando se despertó, ¡el deporte todavía estaba allí!
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El deportista de élite vende su cuerpo al espectáculo
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Explica que los deportes masivos nacieron también en esa misma época dentro de las 'high school', las escuelas privada británicas, como forma de apaciguamiento de los jóvenes de la élite. El rugby, por ejemplo, lleva el nombre del colegio británico en el que se creó. «Había que tener entretenidos a esos chavales hasta una mayoría de edad para que luego salieran al mundo y se hicieran cargo de los negocios familiares y de las carreras a las que estaban destinados por su condición social. Igual que las competiciones de remo de Cambridge y Oxford».
Así pues, «durante la mayor parte de la humanidad no hizo falta el deporte en absoluto». «Y quien saca los réditos políticos de esto son los gobiernos», señala con contundencia. De hecho, uno de sus aforismos dice: «En las democracias el deporte cumple idénticas funciones a las que cumple en las dictaduras más feroces». Es un modo de calmar a las masas. «Es decir, esos hooligans que están ahí pegándole a otros hooligans, no le están pegando fuego al Congreso de los Diputados», indica. Y en la actualidad, además, está siendo utilizado por «dictaduras y monarquías feudales, como las del Golfo Pérsico y las saudíes, que lavan su imagen con juegos y campeonatos mientras tienen a sus mujeres absolutamente subyugadas, o tienen a personas trabajando en condiciones de prácticamente esclavitud, o están en contra de los homosexuales». «¿Ese es el deporte que queremos?», se pregunta.
Reglas para cosas «inanes»
En el fondo, señala, «es lo mismo que juega un niño con 10 años solo que tecnificado, complicado en las reglas, absolutamente institucionalizado y con una enorme cantidad de dinero y de apoyos institucionales». Reglas para cosas «inanes» que ella entiende en el campo del juego, pero que considera «disparatado» convertirlo en el espejo de millones de personas.
Uno de sus aforismos va en ese sentido: «Caminar erguidos nos hizo humanos, pero correr más rápido 100 metros no nos va a hacer más humanos». Fortalecer las potencialidades cognitivas y la capacidad empática, por ejemplo, sí. Luque se remonta a los antiguos griegos y hace suya su crítica. «Ellos ya decían que un filósofo y un poeta aportan algo a los demás, pero que el deportista lo que hace es para sí mismo».
Ganadora de un sinfín de premios (Premio Málaga de Novela, Premio de Novela Corta Ramiro Pinilla, Premio Edhasa de Narrativa Históricas, Premio de Ensayo Miguel de Unamuno, Premio de Ensayo Internacional María Zambrano, entre otros), Herminia Luque es consciente de que su postura es muy impopular. «Pero si los escritores nos planteamos escribir lo que es popular, estaríamos haciendo todavía novelones del 19». Y hoy, más que nunca, hay que ejercitar el pensamiento crítico. Porque, advierte, ese modelo de «deportista heterosexual machirulo luego se traduce en ese político machirulo prepotente».
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