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Su apellido ya avanza que le gusta lo extraordinario. Jorge Blass (Madrid, 1980) no es solo uno de los magos más carismáticos de nuestro país, ... sino también uno de los mejores embajadores del ilusionismo más allá de nuestras fronteras. El año pasado fue premiado por la Academia de Magia de Hollywood y el mismísimo David Copperfield le ha comprado uno de sus trucos más espectaculares, que estrenó precisamente en Málaga. Un número de teletransportación que repetirá en el Teatro Cervantes entre los próximos 12 y 14 de junio en tres funciones en las que se propone que los espectadores sientan lo que es 'Flipar', título de su espectáculo y toda una declaración de intenciones. Pese a la fama que le precede, niega que sea el número 1 del ilusionismo en España porque el mejor es su maestro, Juan Tamariz, aunque confiesa que la magia le ha dado un «superpoder: Autoestima».
-¿La vida tiene truco?
-Decía el gran ilusionista Rene Lavand, parafraseando al maravilloso poeta Homero Manzi, que la vida son como «40 cartones pintados, con palos de ensueño, engaño y amor / La vida es un mazo marcado, baraja las cartas la mano de Dios». Yo creo que sí, la vida tiene un truco que es aprender a navegarla, a disfrutar lo que viene. El año que viene cumplo 25 años de profesional y me ha pasado de todo, cosas buenas, cosas malas, pero lo importante es saber navegar y sacar el máximo partido.
-¿Y su espectáculo 'Flipar' también tiene un truco?
-Algo tiene, pero es el truco de ilusionar a la gente. El título ya es una declaración de intenciones porque con esos engaños entre comillas conseguimos atrapar al espectador, ilusionarle y que salga del teatro mucho mejor de cómo entró.
-De ilusionismo también se vive…
-Fíjate que nos llaman magos, pero creo que es más correcto decir ilusionistas. Hay muchos tipos de magos, pero ilusionistas somos los que creamos ilusión y es un arte escénico que tiene miles de años de antigüedad.
-Y detrás de esa mentira, ¿cuál es la verdad de la magia?
-Pues la del público que lo vive y lo siente. La verdad de emocionarse con algo asombroso, de dejarse llevar por lo imposible. A veces hay algún escéptico que dice: «Creo que he pillado el truco». Pero eso es tan absurdo como si en una película dijeras la historia no es real. Lo que proponemos es una ficción y hay que dejarse llevar, entregarse y, por supuesto, el mago tiene que ser un buen capitán para llevar ese barco a puerto. 'Flipar' es una palabra que entiende mi hijo de 14 años y mi padre de 86, y define muy bien la emoción que se tiene al ver la magia. Eso pretende mi espectáculo.
-Aspira a llenar el Cervantes durante tres días. ¿La magia ha dejado ya de ser una parte del circo o del cabaret?
-Pues mira me hace muy feliz que la magia ocupe lugares principales y se reconozca como un arte escénico por fin. Hubo una edad dorada de la magia en el siglo XIX, en la época de Houdini, que ocupaba grandes teatros. Después pasó una época de varias décadas en la que estuvo relegada al circo y a salas, pero desde hace 10 o 15 años está volviendo a los teatros principales, como el Cervantes en Málaga. Y se llenan. Y mucha gente está descubriendo un género. Es un error pensar que la magia es para niños, porque el ilusionista piensa en la mente del adulto y claro, luego a los niños, les encanta y lo disfrutan. Pero la magia es para adultos.
-¿El público de hoy se las sabe todas?
-Es mucho más exigente. En tiempos de Houdini, era muy crédulo e inocente. Pero hoy día tenemos Internet y Youtube, por lo que nuestros secretos tienen que ser muy avanzados y hay que sorprender al espectador con algo que nunca se ha visto. Cada vez es más difícil y ese es el reto. En 'Flipar' traemos dos camiones llenos de material inédito. Desde teletransportaciones para convertir en invisibles a dos personas del público a números interactivos, pasando por efectos que hemos creado. Creo que todo ilusionista en el siglo XXI tiene que proponer un camino nuevo, algo que sorprenda e impacte a todo tipo de público.
-¿Y esto lo trabaja uno solo o hay un equipo detrás?
-Tenemos un equipo de guión y de ingenieros que desarrolla todo lo que planificamos y luego hay mucha inspiración, sobre todo en la películas. Fíjate que el cine como espectáculo lo creó un mago, Georges Méliès, que cogió el invento de los Lumiere y le puso la emoción con magia y ficción. El cine es el invento más grande que ha existido a nivel de espectáculo y también me inspira para crear magia. Yo veo una película de Nolan y se me ocurren cinco juegos de magia espectaculares que luego hay que materializar con el proceso prueba y error. El secreto es trabajar duro, fallar mucho y volver a intentarlo, porque al final las cosas salen. Hay un número que hago que es una teletransportación usando redes sociales, donde un espectador del público elige un amigo de su Instagram o Facebook y, de pronto, hay una caja que empieza a volar en el aire, cae y aparece el amigo dentro, o sea, se teletransporta de las redes al teatro. Lo estrené aquí, en el Cervantes, en un Festival Ja, Je, Ji, Jo, Ju y Copperfield me ha comprado los derechos para hacer el número en Las Vegas. Pues se me ocurrió viendo la película 'Love Actually'.
-Pero eso no es magia, eso es sobrenatural…
-Ja, ja. Es muy impactante. Jugamos con las leyes de la Física y es que la magia tiene también mucho de ciencia. De hecho, los neurocientíficos están estudiando cómo funciona la mente humana tras ver un juego de magia.
-El año pasado hizo historia al ser el primer español en ganar el premio de la Academia de Magia de Hollywood.
-En España somos más de cartomagia y nunca antes nos habían dado este premio porque es al mago de escena, al del teatro, y normalmente lo gana un americano. Así que fue muy, muy emocionante con una gala tipo Oscar, en la que di un discurso y también actué en el United Artist Theater, que lo crearon Mary Pickford y Charles Chaplin, con 1.600 butacas en pleno downtown de Los Ángeles. Fue espectacular.
-¿Es usted el mejor?
-No, no lo soy. En cualquier disciplina artística no se puede decir que eres el mejor. En una carrera, el que llega primero es el mejor, pero nosotros somos exploradores de emociones y a algunos le gustará lo que hago y a otros no. Bueno, sí hay uno mejor, Juan Tamariz, eso es indiscutible.
-No lo discutiré… también eché los dientes con Juan.
-Ya no actúa, pero está escribiendo libros. Estuve el otro día con él y está escribiendo cinco libros a la vez, o sea, una barbaridad. Siempre ha sido un genio.
-¿Y Jorge Blass con qué flipa?
-Pues con los espetos. Ayer estuve con unos buenos amigos y las sardinas me hacen flipar, sin duda. Y en en el escenario, viendo al público con sus caras de incertidumbre y como flipan. Hago lo que hago porque de niño, cuando le hacía un juego a mi hermano que tiene 6 años más que yo, ponía una cara de emoción que me hacía flipar. La magia no está en el truco, no está en el mago, está en la mirada del espectador que hace que merezca la pena.
-¿Cuál ha sido su más difícil todavía?
-Pues mira, este 'show' lo empezamos a ensayar y me rompí el fémur. Hace tres años, jugando al fútbol con mi hijo, que tenía 11 años, pero es Hulk, me rompí el fémur izquierdo y estuve tres meses sin poder pisar. Eso fue un momento duro. También en Vigo, me atropelló un coche y me rompió el cúbito y el radio. No pude mover el pulgar derecho durante 3 o 4 meses. Llevo titanio aquí y aquí -se señala la pierna y el brazo-, o sea, soy medio cyborg.
-Para eso no hubo magia....
-Nada. Además fue terrible porque durante un tiempo me replanteé mi futuro porque igual no iba a poder usar mi mano derecha. Pero hubiera sido como René Lavand, el mago argentino con una sola mano.
-¿Cualquiera puede ser mago?
-Claro. La magia es una afición que tiene mucha gente, como pilotos de avión, abogados, médicos, cineastas como Orson Welles y Woody Allen…
-Humoristas y dibujantes…
-Sí, como mi buen amigo Idígoras. La magia es muy sana, porque además te enseña a conocer un poquito mejor a las personas, a jugar con la psicología, a hacer feliz a la gente. Para mí, la parte más importante de la magia no es el truco, sino la psicología que está detrás. Aprender magia me ayudó a perder el miedo. Yo era un niño muy tímido, si me sacaban a la pizarra me costaba hablar, no me salía la voz, pero la magia me dio un superpoder: la autoestima. Y fíjate, ahora me dedico a estar delante del público.
-¿Para cuándo un Ministerio de la Magia como en Harry Potter?
-Ja, ja. Ya estamos bien de ministerios… pero estaría bonito. Bueno, más que eso haría una universidad en el que la magia se pudiera estudiar como un arte o una disciplina para aprender comunicación, psicología…
-¿Falta ese reconocimiento académico?
-Hay escuelas, pero no enseñanza oficial. Es verdad que el mago es muy autodidacta y forma parte de su misterio, ya que si estuviera muy accesible perdería la gracia. Pero estaría bien que hubiera una formación académica.
-Hoy en Internet se busca la explicación a todo y se destripan trucos. ¿Hemos perdido la magia?
-No, siempre ha existido. Ahora con Internet, sale gente que desvela el secreto, pero al público no le interesa o no lo quiere saber. Cuando hay un vídeo de magia que lo peta con millones de visitas, al lado está el que desvela cómo lo ha hecho y ese apenas tiene visitas. O sea, la gente, en el fondo, prefiere lo extraordinario y la ilusión.
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