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La periodista Jineth Bedoya, durante su intervención en el II Congreso Internacional de Periodismo Miguel Delibes. ALBERTO MINGUEZA
Jineth Bedoya: «El periodismo me reconectó a la vida»

Jineth Bedoya: «El periodismo me reconectó a la vida»

La escritora y activista desafió las amenazas, las violaciones y las presiones para convertirse en la «periodista activista» que lidera la lucha contra la violencia sexual en América Latina

ANTONIO CORBILLÓN

Viernes, 7 de octubre 2022, 13:11

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«Prefiero que me maten de un tiro aquí, haciendo lo que más amo, que huir y morir de tristeza en el exilio». El emocionado testimonio, lágrimas incluidas, de la periodista colombiana Jineth Bedoya, ha abierto las ponencias del II Congreso Internacional de Periodismo Miguel Delibes. La reportera ha sobrecogido al auditorio Miguel Delibes con el relato de su secuestro, torturas y violaciones en la primavera del año 2000 cuando era una joven y valiente investigadora de la violencia en todas sus muchas aristas en Colombia, el país que lleva seis décadas en luchas intestinas entre guerrillas, paramilitares y Ejército.

Llegó al periodismo con la «idea romántica que siempre se acaba cuando sales de la universidad» y se atrevió con los temas judiciales, los de más riesgo en su convulsa sociedad. Después de dos años de investigación, y amenazas que incluso llegaron al corazón de la redacción de su periódico 'El Espectador', un día le prometieron una entrevista con «el Panadero», uno de los líderes paramilitares más famosos, interno en la cárcel Modelo de Bogotá. «Investigaba las amenazas y la corrupción que permitía que los propios internos gobernaran la cárcel armados con fusiles, metralletas y granadas», ha contado Bedoya.

En la puerta de la prisión la secuestraron y empezó su bajada a los infiernos. «A veces estás tan sumergida en la información que no le das valor a las amenazas», ha admitido. «Llegué con una grabadora y me encontré con una mordaza y a punto de ahogarme en mi propio vómito». Después vinieron las torturas y agresiones sexuales.

Cuando milagrosamente fue liberada y abandonada, Jineth tuvo que «reconectarse para ser capaz de entender mi papel en la vida». Porque le habían preparado una huída del país hacia Alemania que ella rechazó casi con un pie en el avión. «No me imaginaba lejos de la redacción, sin aquello por lo que había pagado un precio tan alto», ha confesado al auditorio.

Con ese acento suave pero determinante habitual entre las tenaces mujeres colombianas, Jineth se enfrentó a la incomprensión de su familia y del ambiente. Pero «lo que me devolvió la vida fue volver a la Redacción. Sentí que me reconectaba a mi destino».

Volver a la profesión le supuso un enorme esfuerzo. Durante semanas «me temblaban las manos al intentar escribir». Dio un paso más y se apuntó voluntaria a cubrir operaciones de combate por todo el país: había que enfrentarse a sus fantasmas.

Lo logró. Pero aún faltaba lo que ella llama «mi segunda reconversión personal». La organización británica Oxfam quiso que pusiera rostro a la lucha de las mujeres contra la violencia sexual. Le costó meses dar el paso. «Convertirme en noticia es otro de los precios que he tenido que pagar», confiesa. Así empezó la campaña 'No es hora de callar', que la ha llevado por todo el mundo y con la que ha tenido que establecer otra lucha particular: «impedir que el activismo devorara al periodismo».

Sin embargo, con el tiempo se dio cuenta de que fue «otra forma de sanar». Porque esa labor le ha permitido, no solo sentar ante la corte Iberoamericana de Derechos Humanos al propio Estado colombiano, sino lograr que las sentencias condenatorias (las primeras de la historia) incluyan la creación de un Centro de Memoria de las Víctimas, una cátedra de estudios y un base de datos para activar la lucha contra los abusos sexuales sufridos por las mujeres del continente. Toda una labor que se ha visto recompensada con el Premio de Libertad de Prensa 2020 de la Unesco.

Jineth Bedoya ha insistido en que las respuestas a sus interrogantes vitales «siempre las he encontrado en el periodismo». Incluso hoy que ha sabido conjugar su labor de «activista periodista». Una evolución que le hace «huir del periodismo autómata, del que solo graba y transcribe testimonios sin más». A las nuevas generaciones de profesionales, muchos aún estudiantes estaban escuchándola cautivados por su fortaleza y determinación, les ha advertido de que sólo ejerzan la profesión si «realmente están muy enamorados de ella».

Y les ha insistido en la necesidad de «ponerse siempre en los zapatos, y poner nombres y rostros a las historias porque las cifras, los CEO, los ranking de noticias… todo eso nos aleja de lo que somos: alguien que se conecta con lo que importa, que son las personas».

Tras el recorrido vital por su vida, Jineth Bedoya, se ha despedido asegurando que «no me arrepiento ni un solo segundo de ir a aquella cárcel, ni de mis dos reconversiones vitales. Una larga ovación despidió a la brava reportera colombiana (Bogotá, 1974).

El director general de El Norte de Castilla, Goyo Ezama, abrió el congreso con el compromiso de que «tenemos la intención de convertir la cita anual en un compromiso con Periodismo independiente y comprometido». Y mostró su confianza en que sirva para «dar continuidad a las reflexiones del año pasado de grandes nombres del periodismo, los que desafían fronteras, pero también del periodismo de corto alcance».

La presidenta de la fundación Miguel Delibes, Elisa Delibes también confió en que «el aval de periodistas de excepción convertirán al congreso en una cita obligada y de referencia».

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