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El Teatro Cervantes fue el escenario de un homenaje a la amistad entre los músicos malagueños.

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El Teatro Cervantes fue el escenario de un homenaje a la amistad entre los músicos malagueños. FÉLIX PALACIOS

El malagueño Javier Ojeda presenta 'El vaivén de las olas' con un show lleno de artistas invitados

El Cervantes se llena hasta el paraíso y baila durante más de dos horas frenéticas y llenas de nostalgia

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Lunes, 16 de diciembre 2019, 00:46

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Sin paños calientes ni presentaciones. Él no las necesita. El falso telón se levanta al primer golpe de la batería para destapar a Javier Ojeda y desatar el 'rock and roll' de 'El vaivén de las olas', tema que da nombre al recopilatorio que el malagueño presentó anoche en el Teatro Cervantes. En los primeros compases el músico sirvió un aperitivo de lo que estaba a punto de ser una noche memorable para registrar en el archivo de la música de la Costa del Sol. «¡Buenas noches!», dijo entre un estribillo y el primer solo de guitarra.

Ni cinco minutos tardó en hablar desde el corazón y abrirse al público. «Hoy es un día de muchísimos sentimientos cruzados, pero muy alegres, podría decir que es uno de los días más felices de mi vida; estoy cumpliendo un sueño que es celebrar dos décadas de música rodeado de la gente a la que más quiero», dijo al terminar la primera canción. Se refería a sus secuaces sobre el escenario, pero también a quienes le han acompañado frente a él, amigos todos. A lo largo de la noche, Ojeda se fue refiriendo a sus amistades sonoras y musicales como el pilar de su permanencia en la escena artística. «No soy un cantautor, yo hago rock and roll y para ello necesito a mis amigos», resumió más adelante. Adolfo Rodríguez, vocalista de Los Íberos, fue el primero de esos amigo en desfilar anoche por el Cervantes. Según describió Ojeda, esta formación fue la que inició toda la corriente rockera de los ochenta en Torremolinos, «antes de Tabletom, antes de todo». Con 'Summer time girl' ambos vocalistas rindieron homenaje a esa época febril como ya hizo el propio Ojeda en el año 2010 con un disco tributo.

Oliver Sierra, hijo de uno de los componentes de Los Gritos (otro de los responsables de la música nocturna en la Fuengirola de los sesenta), también se sumó a la fiesta. Se hizo con el bajo para conducir a Ojeda y a la malagueña Julia Martín, que se dejó caer por el escenario en un 'funk' de manual.

Solo hicieron falta tres canciones para que Ojeda terminase de desatarse por completo. Arropado por un público con muchas ganas de fiesta, el bailarín innato que se esconde tras su voz hizo de las suyas con 'Tiempo de amor', uno de los primeros éxitos de Danza Invisible que sonaron ayer. Pero había sorpresas: Gordo Master, uno de los dos líderes del principal representante del hip hop de la Costa del Sol de principios de siglo, Triple X, se subió a la palestra para firmar uno de los finales de canción más apoteósicos, desmedidos y electrizantes que ha visto el Cervantes.

Cambio de tercio

El primer cambio de tercio vino cuando Ojeda recordó el homenaje que hizo a Pepa Flores. Para rememorar aquél proyecto invitó a Celia Flores y juntos entonaron la canción que sirvió de cierre de la película '321 días en Michigan' de Enrique García. Y sin comerlo ni beberlo, la poderosa banda de rock and roll que hacía unos segundos había hecho vibrar el pecho de los asistentes a base de potencia hizo sonar una deliciosacumbia con sabor latino. Porque anoche Ojeda se rodeó de amigos, pero también de grandes músicos, capaces como pocos de adaptarse al ecléctico y único estilo del cantante.

Y con su versión del 'Carnaval todo la vida', de Los Fabulosos Cadillacs, Ojeda hizo lo que mejor sabe: involucrar al patio de butacas en su juego. A ritmo de «que se te va pasando el tiempo, mujer», el Cervantes (lleno hasta los topes del paraíso) se puso en pie para dar palmas y bailar como si al día siguiente no hubiese que trabajar.

Más que un concierto, lo de anoche fue un tributo a la amistad, porque no pasaron dos canciones seguidas sin cambios sobre el escenario. Pero tras la primera hora de concierto llegó el momento más esperado. Los músicos de Danza Invisible se subieron a las tablas para escoltar a su líder. 'El brillo de una canción' abrió la veda de unos cuantos momentos nostálgicos: 'No habrá más fiestas'. 'Agua sin sueño' y 'Sin aliento' sonaron poderosas. Suzzete Moncrief, Sean Frutos, Miguel Rivera, el guitarrista Daniel Casares -impresionante versión a flamenca y voz de 'Frío en mi corazón'- David del Trío del Saco y otros amigos pasearon por allí entre tema y tema hasta que llegó 'Sabor de amor' en una versión latina y coral con todos los participantes tocando a una. La noche terminó, de nuevo a coro, con 'El vino se acabó', último lanzamiento de Ojeda.

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