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La obra de Julio Anaya que ha viajado de una fábrica abandonada en Benamocarra al CAC Málaga. SUR
Haz algo diferente

Haz algo diferente

Lo más sencillo, casi también lo más inteligente y prudente, habría sido dejar el CAC cerrado

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Domingo, 19 de mayo 2019, 00:32

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Unos amigos son sus ojos en la costa occidental, allí donde reinan las cuatro letras de IMON en los depósitos de agua, los puentes de las autovías y los estallidos del 'boom' inmobiliario. Ellos le llevaron hasta esa fábrica abandonada en Benamocarra y el autor de la pintada anterior le dio permiso para actuar encima, justo debajo del hueco donde en otro tiempo hubo una ventana por donde asoman unas impresionantes vistas del valle. Era el lugar idóneo para recrear un lienzo de Caspar David Friedrich que parecía mostrar casi el mismo paisaje que tenía delante. Julio Anaya Cabanding lleva años pintando iconos de la Historia del Arte en lugares desahuciados, integrando el relato oficial con el trabajo clandestino del grafiti pata negra: llega al muro, pinta su cuadro hasta el marco y las sombras, firma un trampantojo extraordinario, lo fotografía para dejar constancia, sube la imagen a las redes sociales y sigue su camino, lo deja allí como si nada, quizá recordando aquel verso de Machado que recuerda que «el arte es largo y, además, no importa».

Pero aquella pieza sí le importaba. El cordón umbilical no se había cortado con la última pincelada. La luz, el lugar, la pared cruda, las vistas. Quién sabe. Así que decidió arrancar el trozo de pladur, lo llevó a Cuadros Rodríguez, lo enmarcaron y el resultado cuelga ahora en las paredes del CAC Málaga, regresado a la vida cultural después de dos semanas cerrado por bochorno administrativo. Abre el CAC, pero el Ayuntamiento evita ese nombre, su nombre, porque después de 16 años y de más de 50 millones de euros gastados, no las tiene todas consigo. Por no tener, no tiene ni la marca, que sigue registrada a cuenta de la concesionaria. Por no tener, tampoco tiene claro que usar 'CAC Málaga' no le traiga un lío legal morrocotudo con la plantilla saliente del centro de arte. Así que los asesores han recomendado poner tierra de por medio; es decir, palabras. Ese miedo hace que ahora el CAC sea «el espacio municipal del Antiguo Mercado de Mayoristas» y la ocurrencia trae a la memoria otros versos, el último poema de un libro publicado justo por el Ayuntamiento : 'Comida china y subfusiles', de Joan Masip, número 21 de la Colección Monosabio: «[mientras pueda] / llamaré a las cosas / por tu nombre».

Porque la gestión municipal en torno al CAC Málaga tiene muchos nombres, algunos propios, y casi todos poco favorecedores. Si se proponen hacerlo mal, no les sale peor. Lo más sencillo, casi también lo más inteligente y prudente, habría sido dejar el CAC cerrado entre el final del contrato anterior y la resolución del concurso actual. Unas semanas, meses incluso, tanto da. Pero en medio hay unas elecciones y les ha podido el miedo escénico. Y entre la falta de previsión y el infortunio, pidieron favores. Y lo más sencillo de nuevo habría sido decir que no, pero al otro lado del teléfono alguien hizo algo diferente, se implicó y cuajó un proyecto bautizado justo así, 'MSD_Make something different' (Haz algo diferente), una colectiva para salir del paso que está lejos de ser un parche para surgir como un proyecto ambicioso y cabal, internacional y con un brillo decisivo de parte de dos autores de la tierra: Javier Calleja y Julio Anaya.

Al primero ya le conocíamos el vuelo mundial, la lista de espera de coleccionistas y el compromiso con sus compañeros de profesión y latitud. Como ejemplo de esto último llega el propio Anaya. Calleja mostró su trabajo a un periodista, este sacó la agenda y le propuso algunos proyectos. Aquello fue hace no tanto. Anaya terminaba la carrera en septiembre y dos meses después ya tenía siete exposiciones individuales firmadas en medio mundo. En la última en Italia vendió todas las piezas antes de la inauguración se volvió a casa con una lista de espera que supera los 60 encargos. Julio tiene la agenda completa hasta 2021 y lo cuenta con esa cara de niño tímido que no ha perdido desde aquella exposición en Casa Sostoa de hace un año meses antes de su intervención en la plaza de la iglesia de Genalguacil. Allí espera otro cuadro en la pared, otro valle. Algo único. Diferente.

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