Del 14 al 18
Me he pasado la vida cogiendo aviones, desde que era un niño y los atrapaba en el aire
Hoy, sábado 18 de junio de 2022, quizá en el preciso instante que leas estas líneas yo estaré volando de vuelta a casa. De una ... u otra manera, esta semana he estado en varios lugares distintos: Barcelona, Dublín, Dalkey, Sandycove, Sitges. El jueves 16 estuve paseando con Mr. Bloom por las calles de Dublín desde primera hora de la mañana hasta caer la noche. A eso de las doce del mediodía fuimos al pub de Los Enterradores y nos acomodamos en la barra. La trampa mortal de los pubs de Dublín es que no tienen salida de incendios. Tal vez haya puertas de emergencia, pero los bebedores no las utilizamos salvo para ir al retrete. Quiero decir que puede arder Troya y uno sigue saboreando la pinta de Guinnes o la copa de Jameson sin dejar de seguir cantando en voz baja.
El martes 14 cogí el avión con destino a Barcelona. Me he pasado la vida cogiendo aviones, desde que era un niño y los atrapaba en el aire. Los capturaba en el cielo y los encerraba en el puño como si fueran moscas. Luego abría la mano y los dejaba seguir volando hacia destinos fantásticos. El martes 14 y el miércoles 15 estuve paseando en buena compañía por la ciudad donde nací. Bares y más bares, como si estuviéramos en guerra contra nosotros mismos y buscáramos refugio. Soy fiel a la bebida y a los bares que me gustan. Cuando traspaso la puerta de cualquiera de ellos tengo la sensación de volver al hogar. Me pareció ver a Molly Bloom en La Bodegueta de Rambla de Cataluña, pero no podía ser ella porque estaba en Dublín y no tenía pensado moverse de allí en toda la vida. A lo mejor lo deseaba, pero los sueños no siempre se cumplen. Los sueños están ahí, rondando por el cerebro como si vivieran en la ciudad invisible. Sin embargo, alguien me dijo haberse encontrado con Molly en el jardín botánico de Gibraltar. Tal vez pasado mañana vaya a verla.
Hay un poema de Joan Vinyoli en el que cuenta que Carles Riba le dijo en una ocasión que apreciara a aquel que le ayudase a engrandecerse. Y en el mismo poema, escribe: «Algún día tendremos que ir a Sitges y tendidos al lado de las barcas mirar la iglesia blanca». Ayer viernes 17 estuve en Sitges. Después fui a saludar a Santiago Rusiñol que estaba quieto como una estatua en la calle Port Alegre. Y también visité el Museo del Cau Ferrat, el agujero de hierro de Rusiñol. El taller que trasladó desde el bajo de calle Muntaner 38 a Sitges. Antes de volver a Barcelona, me despedí del pintor Ramón Casas y Rusiñol que ahora actuaban juntos como hombres estatua en el Paseo de la Ribera, bajo la iglesia blanca.
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