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Mario Gas presenta la adaptación del clásico de Fellini en el marco del Festival de Teatro. Goiri Antón | Tesa
«Decir que me siento plenamente libre sería ser un poco pedante»

«Decir que me siento plenamente libre sería ser un poco pedante»

Mario Gas lleva medio siglo en la dirección, pero «si uno piensa que todo está hecho, tiene que retirarse a su casa». Y no es su caso: la versión teatral de 'La Strada' es su último reto

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Domingo, 13 de enero 2019, 00:55

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Ha rebasado ya los cincuenta años en la dirección de escena, medio siglo que le sitúan como una de las voces más autorizadas del teatro español. Pero cuidado: «Si uno piensa que todo está hecho, tiene que retirarse a su casa». Y a Mario Gas no tiene intención de hacerlo, aún le queda mucho «por descubrir, por conocer, por aprender». De momento, el director presenta en el 36 Festival de Teatro de Málaga su versión de 'La Strada', el clásico de Federico Fellini premiado con un Oscar en 1956. «Un texto muy bello, con unos personajes muy tristes y una historia espléndida para contar» que protagonizan Verónica Echegui, Alfonso Lara y Alberto Iglesias el 18 y 19 de enero en el Teatro Cervantes.

–¿Por qué 'La Strada' de Fellini?

–Pues porque sí (ríe). Es un texto muy bello, con unos personajes muy tristes y una historia espléndida para contarla en el teatro, que conmueve. En ella quedan dibujados esos tres personajes marginales que luchan por su supervivencia de mala manera y con mala suerte en un medio hostil y en una profesión tan difícil como es la del circo. Y por ahí vamos a planteamientos casi existenciales.

Inevitablemente se expone a la comparación con el gran clásico.

–Si vas a ver una obra de teatro pensando en que vas a comparar, mejor te quedas en casa. Puedes establecer paralelismos con la película, pero no podemos estar sujetados por el temor a qué pasará con la comparación.

La historia estaba muy pegada a su tiempo, a esa Italia que intentaba levantar cabeza tras la guerra. ¿Podemos sentirla cercana hoy?

–Yo creo que sí. Podemos pensar en cantidad de países deprimidos en plena guerra, ocupados, en lugares conflictivos o que están por debajo de los niveles que deberían ser deseables para la manutención de la gente. En esos caldos de cultivo, los personajes se ven forzados a malvivir y a intentar seguir adelante; y ahí está el elemento catártico de Gelsomina, el soñador temeroso que es el Loco y el maltratador compulsivo, porque no sabe dónde está ni lo que hace, que es Zampanò.

Y el mundo del circo no deja de ser una metáfora de la propia vida.

–Claro, el mundo del circo es absoluta y radicalmente una metáfora de la vida y de los comportamientos humanos y sociales.

–¿El mayor de los circos está fuera de la carpa?

–Por supuesto. Lo estamos viendo cada día, además.

'La Strada' habla de «nuestra ceguera para romper las cadenas que nos impiden salir de la caverna y conocer para ser más libres». ¿No somos tan libres como creemos?

–La libertad se busca, es una meta y hay muchos condicionantes que a veces nos impiden serlo. Y la búsqueda intuitiva de respirar de alguna manera, como metáfora de la libertad, es un aspecto de la conducta humana muy reconocible. Y ya se encargan por un lado el propio individuo y, por otro, la sociedad de matar, apagar y cercenar esos impulsos.

–¿Usted es plenamente libre como creador?

–Yo no me siento plenamente libre, yo busco la libertad. En esa búsqueda estamos todos. Pero decir que me siento plenamente libre sería ser un poco pedante, ¿no le parece a usted?

Llegado a un estatus, se puede dar el caso.

–Presénteme usted a alguien que es absolutamente libre, creo que ya no le quedará nada por hacer en la vida.

Algunos dicen que es un mal momento para abrir la boca...

–Estamos en una democracia un tanto imperfecta, un poco secuestrada. No es un problema solo español, sino europeo y mundial. Están avanzando una serie de actitudes dictatoriales, autoritarias y retrógradas que ponen en peligro el que la gente se pueda expresar con libertad.

–¿Qué le ha parecido a este respecto el reciente caso de Dani Mateo?

–La libertad de expresión está y cuando se está transgrediendo algo, ahí está el código penal.Pero estamos cayendo en una especie de matización previa de las cosas que me parece un poco excesiva cuando hay mucha gente que no supera el umbral de la pobreza, cuando hay falta de libertad de expresión, cuando hay tantas carencias. Parece que nos estamos volviendo cada vez más autoritarios, más restrictivos, más impedidores de que la gente sea lo que quiere ser. Es un momento delicado, sí.

A la hora de dirigir, ¿cuenta con los actores en el proceso creativo o tiene un criterio claro desde el principio?

–Un director tiene que tener un panorama dibujado de adónde quiere ir, pero estás trabajando con seres vivos. Por lo tanto, uno tiene que estar siempre dispuesto a escuchar y a confeccionar esa realidad, ese tapiz, con lo que pueden aportar todos y no creyendo que el director es una especie de 'deus ex machina' que lo sabe todo y que quiere que todos repitan automáticamente como si fueran autómatas lo que él piensa y siente.

Imagino que ese perfil de director existe...

–Como dicen los gallegos de las meigas, haberlas haylas.

Ha cumplido ya 50 años en la dirección de escena.

–Es que empecé muy jovencito a dirigir, vengo también de una familia de teatro. Es el oficio que me gusta, mi manera de relacionarme con la vida, de respirar, de intentar ser útil en el tiempo que me ha tocado vivir.

–¿Cómo se gestiona ese éxito sin caer en la autocomplacencia, en pensar que todo está hecho?

–Si uno piensa que todo está hecho, tiene que retirarse a su casa. Lo bonito de este y cualquier oficio, es que a medida que vas avanzando, aunque parezca un tópico, te das cuenta de que te quedan muchas cosas por descubrir, por conocer, por aprender. Estás siempre con ese nerviosismo, esa ingenuidad y ese 'ay' que se tiene desde el principio. Si eso lo pierdes, es mejor que no sigas.

A usted se le examina más que alguien que empieza.

–Los exámenes hace tiempo que dejé de hacerlos, no me gusta esa palabra. Lo que hago es intentar hacer mi trabajo lo mejor posible.

–¿Qué le parecen los nuevos lenguajes teatrales? La tecnología, el audiovisual, el teatro inmersivo...

–En cualquier arte es muy bueno saber de dónde se viene para catapultarse hasta el futuro. Los lenguajes nuevos son importantes siempre que se utilicen para mejorar lo que se quiere contar. Cuando sirven para oscurecer, entonces no. En el arte está todo permitido y todo es posible, el único tope es el talento.

En detalle

  • La obra. 'La Strada', de Federico Fellini y Tulio Pinelli. Adaptación de Gerard Vázquez.

  • Dirección. Mario Gas.

  • Reparto. Verónica Echegui, Alfonso Lara y Alberto Iglesias.

  • Lugar. Teatro Cervantes.

  • Fecha. 18 y 19 de enero, 20.00 horas.

  • Entradas. Entre 9 y 24 euros.

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