Aparece la torre octogonal de la muralla de Málaga que protegía las atarazanas nazaríes
El torreón, bajo el suelo de un local comercial de la calle Guillén de Castro, se derribó en el siglo XIX para abrir la vía y facilitar después la construcción del mercado de abastos
La muralla medieval que protegía Málaga reconstruye su trazado obra tras obra. La última, en la calle Guillén de Castro. Dentro de lo que fue ... Aperitivos Zali, detrás de ese cartel que todavía anuncia «frutos secos, caramelos, bombones, piñatas», se ha descubierto lo que parece ser la torre octogonal de la cerca urbana que lindaba con las antiguas atarazanas nazaríes. Los arqueólogos encargados de las excavaciones continúan haciendo sondeos en el interior del edificio, propiedad de Sociedad Azucarera Larios, que lo reformará para la construcción de apartamentos turísticos.
La torre formaba parte del recinto fortificado de los antiguos astilleros árabes. La muralla medieval bordeaba todo el conjunto, abierto al mar en su frontal, para defender un lugar estratégico para la salvaguarda de la ciudad, la nave donde se fabricaban los barcos militares. No obstante, ese diseño octogonal –que permitía no tener puntos muertos– era una rareza en la antigüedad hasta la época nazarí.
Los torreones que se disponían a lo largo del perímetro evolucionaban para adaptarse a los nuevos modos de guerra y a los diferentes tipos de armamento. De ser redondas inicialmente se transformaron en rectangulares y, posteriormente, en octogonales entre los siglos XIII y XV, en un momento histórico en el que ya se usaba la pólvora. Coincide en tiempo y forma con la torre octogonal que aún se conserva del antiguo Castillo de los Genoveses, en el párking de la plaza de la Marina.
Los restos han aparecido durante unos sondeos arqueológicos previos a la rehabilitación de los edificios para uso hotelero
Su singularidad se hace evidente en los dibujos del recinto original. En un plano que se conserva de 1773 sobre el «Real Edificio de las Atarazanas, situado al Mediodía de la Ciudad de Málaga contiguo a sus murallas y a doscientas noventa varas distante de la orilla del mar», se distingue perfectamente la torre octogonal situada al este de la fortaleza marítima. Y es la única de esas características en todo el cerco.
Con los años y con los cambios que experimenta el litoral de la ciudad, con terreno ganado al mar, las atarazanas árabes abandonan su función como astilleros y se utilizarán como polvorín, como cuartel e incluso como hospital militar.
A principios del siglo XIX su estado era ya casi ruinoso y es entonces cuando comienzan las peticiones para demoler parte del edificio y abrir el paso en esa zona. En 1840 la Diputación Provincial falla a favor del Ayuntamiento para el derribo de los torreones. Veinte años después, la Junta Revolucionaria decreta la demolición de los restos de las murallas y se decide construir en ese lugar un mercado de abastos cubierto, que no existía en la ciudad.
El proyecto de reforma
El proyecto, redactado por el arquitecto municipal Joaquín de Rucoba, respetó no solo el nombre original (Atarazanas) sino también parte de su construcción. Desde la orientación hasta la puerta de mármol de origen nazarí que daba paso al taller naval, pasando por las marcas que separaban las diferentes partes de la nave (como se aprecia en el mapa) y que se conservan aún bajo el suelo actual.
Los arquitectos que ahora trabajan en el lugar esperaban que allí quedaran vestigios de las antiguas atarazanas. En la solicitud de licencia al Ayuntamiento para realizar el sondeo arqueológico, tras la autorización de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, se indica que uno de los objetivos de la excavación es «confirmar/refutar la posibilidad de la existencia de una torre del cierre Este de las Atarazanas Medievales, coincidente con el área sur del inmueble en calle Atarazanas nº 6». En realidad se trata del edificio colindante al que contiene la torre octogonal, propiedad igualmente de Sociedad Azucarera Larios y donde también se llevan a cabo sondeos arqueológicos. En el edificio de calle Guillén Sotelo, 3, se confiaba en llegar «a las cotas de posible conservación del cierre del astillero e intentar alcanzar la ubicación de la estructura».
Ambos bloques (Guillén de Castro 3 y Atarazanas 6) serán rehabilitados por completo para su uso hotelero, una actuación que –tras los hallazgos– deberá esperar a la resolución de la Consejería de Cultura sobre el nivel de protección y el modo de conservación de esos restos. De entrada, por ley, todos los elementos defensivos están considerados Bien de Interés Cultural (BIC).
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