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MIGUEL LORENCI
Domingo, 26 de marzo 2017, 01:15
Madrid. «Nunca segundas partes fueron buenas». El propio J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) recurre a Cervantes y a la cita del Quijote para presentar 'Los días de Jesús en la escuela' (Literatura Random House). Es su decimotercera novela y la continuación de 'La infancia de Jesús' (2013), controvertida obra que cosechó tantos elogios como críticas negativas. Vuelve el dos veces premio Booker y Nobel de literatura a poner a prueba a sus lectores y críticos con su estilo adusto, árido y exigente.
Brillante para muchos, inclemente para otros, es Coetzee en estado puro (y duro). En la segunda entrega de unos 'evangelios' según Coetzee, está más preocupado por las ideas que por las palabras en un arduo texto trufado de indagaciones platónicas y diálogos socráticos. Despojado, con una desnudez expresiva propia de Beckett, desconcierta con otra enigmática parábola. Y es que en ninguna de estas dos alegorías sobre la identidad, la amistad, la memoria y la fuerza de los lazos familiares aparece el nombre de Jesús que les da título.
El protagonista es David, un niño soñador e inquieto. Un crío preguntón que atosiga con su curiosidad a Simón e Inés, que cuidan de él como padres putativos e intentan responder lo mejor que pueden a constantes '¿por qués?'. El lector no sabrá cómo se formó el vínculo de la extraña familia -¿Trinidad?-, ni por qué que acaban de llegar al pueblo de Estrella para empezar una nueva vida. Dejan atrás Novilla, extraño lugar al que todos sus habitantes -¿refugiados? ¿inmigrantes?- llegan en barco, carecen de pasado y hablan español.
«Cuando cruzas el océano en barco, todos los recuerdos se te borran y empiezas una vida completamente nueva. Así es la cosa. No hay nada antes. No hay Historia. El barco amarra en el puerto, bajamos por la pasarela y nos zambullimos en el presente. El tiempo empieza entonces», se lee en la novela que ha traducido Javier Calvo.
David ya tiene amigos y la compañía de su perro Bolívar. A punto de ganar uso de razón, llega el momento de escolarizarlo. Inscrito en una academia de danza que enseña matemática celestial, aprenderá a bajar los números del cielo y encandilará a Ana Magdalena, la directora. Descubrirá que el odio es la otra cara del amor y que los adultos pueden cometer horribles crímenes. David aprendió a leer con El Quijote en Novilla, y el libro de Cervantes, el único que lee el crío filósofo, será también crucial en su vida en Estrella. Y es que en el fondo del crudo y descarnado relato de Coetzee late su interés por volver al texto fundacional de la novela moderna y a la raíz de temas eternos como el amor, el odio, la justicia, la paternidad, el pecado, la violencia o la muerte.
Crecido en la Sudáfrica del apartheid, la obra de John Maxwell Coetze denota su extrema sensibilidad hacia el sufrimiento de todos los seres, humanos o no. Vegetariano, abstemio, antitaurino furibundo, traductor, crítico y profesor, es autor de ensayos como 'Contra la censura' (2007) y 'Las manos de los maestros' (2016) y de novelas como 'Esperando a los bárbaros' (1980), 'Vida y época de Michael K' (1983), 'El maestro de Petersburgo' (1994), 'Desgracia' (1999, llevada al cine por Steve Jacobs), 'Elizabeth Costello' (2004) -en la que una anciana escritora recorre el mundo dando conferencias en defensa de los animales-, 'Hombre lento' (2005) y 'Diario de un mal año' (2007).
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