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Sebastián Álvaro y Pablo Aranda, ayer en el CAC Málaga, en el Aula de Cultura.
La felicidad sí está en el filo

La felicidad sí está en el filo

Sebastián Álvaro explica el sentido de vivir al límite en el Aula de Culura de SUR

Regina Sotorrío

Viernes, 16 de septiembre 2016, 00:41

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Le pregunto a Sebastián Álvaro en una charla informal antes de su intervención qué necesidad hay de jugársela tanto. «Quizás después de la conferencia lo sepas», responde. Tenía razón. Tras recorrer con este aventurero un mundo inalcanzable para el común de los mortales a través de sus imágenes y sus palabras, se entiende que la cuestión «no es lo conseguido, sino lo vivido»; que no se trata de cuántos años vives, sino de «cómo vives»; y que lo importante «no es lo que haces, sino la gente con la que lo haces». Sebastián Álvaro, creador de Al filo de lo imposible, explicó ayer el sentido de Una vida al filo en una conferencia que sobrecogió a las decenas de personas que llenaron el auditorio del CAC Málaga en una nueva cita del Aula de Cultura de SUR, con el patrocinio de la Fundación Obra Social La Caixa.

Lo avisó: «Quien busque una conferencia sobre la montaña y la aventura, puede irse». Iba a hablar de los «grandes valores de la vida» con su propia historia como nexo de unión, narrada como si fuera uno de sus muchos documentales: con audiovisuales, declaraciones de compañeros y música de fondo (de Sabina, María Dolores Pradera, Joe Cocker...), que incluso se atrevía a cantar.

Insistió en que la suya no es una

vida «recomendable», pero no es «interpuesta», es la que él ha elegido. Y lo volvería a hacer. No es siempre alegre: «En 30 años he perdido a 26 amigos cercanos». Pero es el precio «que uno está dispuesto a pagar para conseguir sus sueños». Porque cuando se rozan, ese instante fugaz de felicidad no se iguala a nada.

Para explicar de dónde viene este niño «raro», recordó a sus padres («La valentía y la honestidad me la enseñaron en casa, hoy valores de ese tipo no se llevan») y a los que le inspiraron, como Ernest Shackleton y esa mítica expedición a la Antártida de la que todo su equipo volvió a salvo pese a las enormes complicaciones. «No inventamos nada nuevo en Al filo, aprendimos de la gente anterior e intentamos hacerlo más grande».

Mostró sus hazañas sin obviar los errores, como cuando en 1983 fue a la montaña más difícil del mundo, el K2, «por el lugar más difícil y con un grupo caótico». Tampoco ocultó los momentos dramáticos, porque la muerte «solo es el final de la vida». Once años después volvieron a enfrentarse al K2 e hicieron cumbre, pero la cámara se congeló antes de los 8.000 metros. Dos exploradores regresaron para lograr esas impactantes imágenes: «Atxo moriría y Juanjo sufrió la amputación de siete dedos». «Nos planteamos no seguir, pero somos una especie diseñada para sobrevivir. A partir de 1994 hicimos los mejores programas de Al filo gracias a los amigos que se quedaron en el camino».

En 2004 saldaron la deuda pendiente con el K2 y grabaron en los 8.000. Aquella vez, Juanito perdió los diez dedos de sus pies en el traslado más rápido a un hospital de la historia del Himalaya. Dice que ya no volverá al K2, tampoco a Isla Guadalupe donde Javier Iturriaga murió y Ester Sabadell se rompió «en 20 trozos» en el descenso a un barranco. Dos años después de que los médicos le dijeran que olvidara la montaña, Sabadell alcanzó su primer 8.000.

Algunos pueden pensar que es gente «alocada e insensata». «Yo creo que no. Era gente prudente, valiente y eficiente que sabía que se jugaba la vida y a pesar de eso era capaz de gestionarlo, y gente que hacía su trabajo», sentenció. Para Álvaro, lo mejor de Al filo de lo imposible es lo que no se vio, las muchas veces que renunciaron a las cumbres, «porque no hay ninguna cumbre que valga más que un amigo».

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