De norte a sur: Las historias que el SICUE guarda en sus maletas

Lucía Fernández, asturiana, estudiante de Periodismo de la UVA (Universidad de Valladolid) y de SICUE en Málaga, recuerda cómo un comentario casual plantó en ella la semilla de la curiosidad. «Fue durante un verano en León, hablando con unas amigas. Una mencionó el SICUE como una forma de estudiar en otro lugar de España. En ese momento no le di mucha importancia, pero años después, cuando todos buscaban Erasmus, pensé: '¿Y por qué no?'». Así, Málaga se convirtió en su destino, aunque no fue su primera opción. «Inicialmente quería ir a Sevilla, pero Málaga terminó siendo perfecto para mí. El mar, el clima, la gente... fue como un abrazo cálido que necesitaba».

El inicio, sin embargo, no estuvo exento de retos. «Había muchísimo papeleo y el horario de algunas asignaturas se solapaba. Al principio sentí que era demasiada carga, pero poco a poco todo encajó». Más allá de las dificultades, Fernández destaca el impacto emocional de esta experiencia. «Descubrí que puedes sentirte en casa en una ciudad que no es la tuya. Málaga me enseñó que puedes vivir al 100% lejos de lo conocido».

Para Llara Fernández, estudiante de Magisterio de la UniOvi, el salto a Andalucía fue «un acto de fe». El desafío más grande fue aprender a vivir sola. «Siempre había vivido con mis padres, así que cosas como hacer la compra, controlar el presupuesto o simplemente organizar la casa eran nuevas para mí. Por ejemplo, tienes que saber qué productos duran más, cuáles comprar en oferta, y sobre todo, planificar las comidas». Pero más allá de los aspectos prácticos, la estudiante de Magisterio destaca el aprendizaje personal. «Me di cuenta de que soy capaz de adaptarme. Esta experiencia me enseñó que no hay que tener miedo de lanzarse al vacío; muchas veces lo que encuentras es mejor de lo que imaginas».

Laia Gómez, estudiante de SICUE en la UMA, resume su experiencia como «una de las etapas más importantes de mi vida». Originaria de Cataluña, Gómez buscaba algo más que una aventura académica: quería un cambio de aires. «Nunca había vivido lejos de mis padres, así que todo fue nuevo: cocinar, lavar la ropa, mantener la casa en orden... Pero fue maravilloso descubrir que podía hacerlo todo por mí misma».

Laia también destaca el ambiente acogedor de Málaga y la facilidad con la que hizo amistades. «Llegué con un poco de miedo, pero pronto me di cuenta de que había escogido el lugar perfecto. La gente aquí es increíblemente amable, y esa calidez humana marcó toda mi estancia».

A nivel académico, estos estudiantes coinciden en que el SICUE les ofreció la oportunidad de ver sus carreras desde perspectivas diferentes. Pero quizás lo más destacado sea el impacto personal que tuvo en cada uno de ellos. Lucía Fernández lo resume perfectamente: «Es como estudiar tu carrera en dos sitios distintos. Aunque sea el mismo país, cada ciudad tiene su propia esencia y eso te enriquece muchísimo».

El SICUE no solo trasladó a estos jóvenes de una universidad a otra, sino que los llevó a descubrir nuevas formas de vida y de entenderse a sí mismos. En las maletas de estos estudiantes no solo había libros, ropa y sueños, sino también experiencias que los marcarán para siempre.