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Más de medio millar de hojas se suceden para dar contenido al libro 'Memorias del Instituto Los Manantiales. 50 años educando a Torremolinos'. El trabajo, editado y coordinado por Fernando Alonso González, profesor actual del centro, no está exento de responsabilidad. Pone negro sobre blanco, ... por un lado, la historia de 19.501 alumnos, cuyas matriculas están numeradas en Secretaría desde 1974, y de los 1.248 docentes encargados de las clases. Además, relata, a través de ellos, parte de la historia de un municipio, el torremolinense, orgulloso de su autonomía de Málaga.
«De las aulas del instituto ha salido de todo, y muy bueno», deja claro Alonso, que se quita mérito por estar al frente del proyecto, que ya va por la segunda edición, a razón de casi 18 euros el ejemplar. «Ha valido la pena poner todo esto por escrito, para que la gente que nos va a suceder lo recuerde y, quizás, saque alguna enseñanza», prologa el curador del contenido de esta obra, que aplaude la mucha ayuda recibida.
Todo el pisto que él no quiere, se lo dan otros dos protagonistas de esta publicación coral (reúne a 80 firmas y decenas de fotografías). Uno fue uno de los estudiantes más carismáticos de Los Manantiales, con permiso de la almodovariana actriz María Barranco, que también estudió en este centro, el empresario local Carlos Crespi, alma del Centro Juguete, uno de los negocios más queridos de la ciudad. Con él, Mariano Alba, que ha dado clases a 5.000 alumnos, y que fue director en dos etapas, de 1977 a 1978 y de 1992 a 2000, todo un ilustre de Torremolinos que, como tal, ya tiene una calle, junto a su segunda casa.
Los tres, a su vez, dejan claro que en el devenir del instituto es crucial, por ejemplo, la figura del su primer responsable, que inauguró la lista de profesores, junto a Emilio Ros, Tomás Hernández Santurrún. Catedrático de Dibujo del Instituto Masculino de Bilbao (el de Torremolinos era mixto), «capitán de Infantería en la reserva, de los que había combatido en la Guerra Civil», y que, con más de 70 años, arrancó las enseñanzas en unas clases habilitadas, deprisa y corriendo, en el vecino colegio Palma de Mallorca.
«Y es que, en aquellos años, en la provincia había solo 5 centros, incluido este», relata Alba, que sucedió a Hernández Santurrún, aunque solo por un año, ya que recibió el encargo de la apertura del instituto Emilio Prados, en la Carretera de Cádiz de Málaga, en unas condiciones también complicadas. Cuando regresó a Torremolinos, en una decisión que, con el paso del tiempo, considera plenamente acertada, encadenó una década como profesor de Historia y tuvo el privilegio de inaugurar la cocina o el bar del centro, todavía en activo. La posibilidad de ir a la cantina, en la que estuvo permitido fumar y consumir alcohol durante algunos años, le vale una frase mítica, una instrucción que daba en sus rondas por los pasillos a los despistados: «Al bar o la biblioteca».
«Yo era de los revolucionarios», relata Crespi, ante el asentimiento del que fuera su maestro, que apunta que el calificativo es debido a la capacidad de invención de su antiguo pupilo. Y es que el emprendimiento le viene desde sus años púberes. Como ejemplo, en su tercero del extinto Bachillerato Unificado Polivalente, estuvo detrás de la organización de la actuación de Adrenalina, precursores de Danza Invisible, para recaudar fondos para el viaje de fin de curso. «Seguramente, fue el primer concierto de rock en Torremolinos», defiende satisfecho; un pionero 'crowdfunding' que incluyó hasta pases de modelos. Logró tal éxito que él y sus compañeros pudieron elegir entre dos viajes, todo incluido, el Algarve o Palma de Mallorca; este último, finalmente, mutó a una estancia en Benidorm. «Otros tiempos.», dicen.
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