Ingresa en prisión el detenido por la muerte del policía jubilado en Torremolinos
El presunto agresor, que según dijo había sido legionario, esperó a la víctima en la puerta de su casa y, tras una discusión, le asestó 15 cuchilladas con un machete porque "reveló un secreto"
Juan Cano
Jueves, 25 de febrero 2016, 15:54
El Juzgado de Instrucción Nº1 de Torremolinos ha acordado este jueves el ingreso en prisión, provisional, comunicada y sin fianza de la persona detenida por ... la presunta autoría de la muerte de un policía nacional jubilado en Torremolinos. Del mismo modo, ha informado que la investigación se está llevando a cabo por un delito de asesinato. El Juzgado ha acordado asimismo inhibirse a favor del Juzgado de Instrucción Nº 5 de Torremolinos, que será el encargado de la instrucción del caso.
Ambos se conocían. Hay quien dice que, incluso, eran amigos. Sabía que Tomás A. M., un inspector jefe de la Policía Nacional ya jubilado, salía de su casa cada mañana, puntual, a las ocho. Ayer, Julián Y. L. lo estaba esperando en la puerta de su domicilio, en la calle Boscán de Torremolinos, y allí mismo, al parecer tras una discusión, lo apuñaló. Tomás (74 años) trató de repeler el ataque, como demuestran las heridas defensivas que sufrió en los brazos, pero no pudo. Julián (63) lo mató tras asestarle al menos 14 cuchilladas en el torso con un machete de 20 centímetros de hoja, que le dejó clavado en la espalda.
Se quedó sentado en un bordillo
El agresor no huyó del lugar. Se quedó sentado en un bordillo esperando a las patrullas de la Policía Nacional. Julián no negó el crimen a los agentes que lo detuvieron. El hombre, que según manifestó había sido legionario, confesó a los policías que había ido a hablar con Tomás porque no le «había guardado un secreto» y que, durante la discusión, sacó el machete y lo apuñaló. «Yo siempre voy armado», aseguran que dijo en el lugar de los hechos, segundos después de ser arrestado.
Un operario del servicio de limpieza que solía cruzarse a diario con el fallecido se topó ayer con la escena en su ruta de trabajo. «Me ha impresionado mucho la imagen. Tomás estaba boca abajo y al lado del cadáver, ya esposado, con las manos ensangrentadas, estaba sentado el detenido», explica el testigo. «Por lo visto, ayer se refiere al lunes también discutieron y los vecinos tuvieron que llamar a la policía. Y ahora lo estaba esperando».
Julián fue conducido por los agentes al Hospital Clínico, ya que en una mano, entre los dedos pulgar e índice, presentaba un corte profundo que al parecer le afectó a los tendones y que, presumiblemente, se habría causado durante el forcejeo. Fuentes sanitarias informaron ayer de que estaba pendiente de una intervención quirúrgica. En el hospital, aseguraron otras fuentes, se mostró muy hablador y volvió a insistir en la misma versión que había dado al ser arrestado: acusaba a su amigo de haberlo traicionado al revelar su «secreto». Fuentes cercanas al caso apuntan que podría sufrir un trastorno bipolar, del que al parecer estaba en tratamiento, extremo que tendrá que ser constatado por los especialistas.
Según cuentan en el vecindario, durante la agresión, llegó a golpearle incluso con el carrito de la compra con el que Tomás se ayudaba para andar tras el ictus que sufrió hace unos años. Todos describen al expolicía como un hombre «amable y educado» que vivía solo y al que su hija, que llegó al lugar de los hechos minutos después del suceso, solía visitar a menudo. En la comisaría de Torremolinos-Benalmádena, que fue su último destino, ha dejado muchos amigos, que lo consideraban un buen policía, «de la vieja escuela», muy trabajador. Tomás había sido jefe del Grupo de Robos de la Brigada local de Policía Judicial antes de pasar a segunda actividad, hace ya bastantes años. En su hoja de servicios constan varias felicitaciones públicas y otras condecoraciones por actuaciones de relevancia.
La rutina de Tomás, desde que se jubiló, pasaba cada mañana por el quiosco de Juan, en la calle Río Bergantes, a unos 300 metros de su casa, al que ayudaba a colocar los periódicos. Les unía una gran amistad. «Esta mañana he visto que no llegaba y me ha extrañado mucho. Eso no es normal en él», confiesa el quiosquero acompañado de su mujer, que se seca con un pañuelo las lágrimas que no puede reprimir al hablar de él. «Hoy nos hemos quedado esperándolo...».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión