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Emilio Morales
Lunes, 27 de julio 2015, 00:25
Son las cinco de la madrugada y todavía quedan cuatro horas y media para que las mil personas que se hospedan en el todo incluido Holiday Inn Polynesia llenen por completo y prácticamente al unísono el sobrecogedor e inmenso comedor que ocupa la parte sur del conocido hotel de Benalmádena. Pero mucho antes de la masiva llegada, el salón está vacío, en silencio. Es entonces cuando Mari Carmen Palomo, Patricia Somodevilla, Mari Carmen García y María Bueno llegan para colocar siempre supervisadas por el jefe de cocina, Emilio Utrera la gran variedad de alimentos que estarán expuestos durante la mañana para los desayunos todo incluido. El día será duro. El hotel está completo.
Son solo cinco personas las que se organizan para dar de desayunar al millar de comensales, que, de manera habitual, suelen llegar sobre las 9.30 horas al comedor la puntualidad o el retraso suele coincidir con la nacionalidad de los mismos, según avisan desde el hotel. La organización entre estos trabajadores es minuciosa. Los alimentos que no son del mismo día zumos, huevos o bollería se dejan preparados la jornada anterior, para que solo sea una cuestión de colocación y orden el tiempo estimado en dejarlos listos. Por otro lado, los alimentos como el pan o la fruta, llegan desde la panadería Salvador y la frutería Gallego, respectivamente, a primera hora. La cantidad de productos abruma.
Según el jefe de cocina, Emilio Utrera, «solo durante un desayuno se exponen 400 cruasanes, 10 kilos de bacon, 20 kilos de churros, 400 bollos o 50 panes de molde». Estas cantidades, que según el trabajador a veces se han quedado cortas, se presentan de manera ordenada para que cualquier persona pueda comerlas tantas veces como quiera: «He llegado a ver clientes del hotel llevarse bandejas enteras, o pedirme todo el bacon que estaba preparado. No solemos quedarnos sin existencias, pero sí que es cierto que en alguna ocasión el panadero ha tenido que volver corriendo». En la gran cocina siempre hay alguien en el fogón, y a las dos primeras bufeteras, se van sumando de dos en dos camareros según va avanzando la mañana.
De más a menos
Por su parte, la directora del hotel, Cecilia Pérez, que desayuna una tostada con aceite, tomate y queso un poco antes de la llegada general, explica que desde dentro del hotel tienen comprobado que los atracones en este tipo de bufé se suelen dar los primeros días: «Tenemos mucha variedad de productos y hemos hecho varios estudios que demuestran que son los primeros días en los que se come más. El cliente llega con ganas de amortizar lo que ha pagado y quiere probarlo todo, desde la tortilla, el desayuno británico, hasta los churros con chocolate. Según van pasando los días se va comiendo un poco más, y hay algunos que llegan a pedir alimentos a la plancha».
Utrera, que pisa el hotel a las seis de la mañana y no se va hasta la cena, afirma que ha visto clientes de todo tipo llegar al bufé libre por la mañana: «Hay peticiones un poco extrañas, una de las más comunes es el champán. Te preguntarás, ¿quién quiere esto para desayunar? Pues mucha gente», tanto Cecilia Pérez como las propias compañeras del jefe de cocina se sonríen de forma cómplice al escuchar cómo Emilio Utrera cuenta las curiosas demandas de los clientes. La directora del hotel interrumpe la conversación y también matiza que pese a ser un todo incluido, ofrecen la prestación de un cuatro estrellas: «La variedad aquí es increíble, pero si un cliente quiere salmón ahumado o caviar para desayunar, debe irse a un hotel de más estrellas».
No obstante, pese a no ser el hospedaje de más lujo de la zona, reconoce que durante el año pasan algunos rostros conocidos: «Los últimos en alojarse por aquí fueron los conocidos hermanos sevillanos Gemeliers, que estuvieron unos días disfrutando con la familia».
El precio estándar del alojamiento mínimo una semana para una familia de cuatro personas en esta época del año es de 3.500 euros, lo que, según Pérez, explica en muchas ocasiones el porqué del afán por comer y no salir del recinto, que ofrece múltiples actividades durante el día: «Vendemos la felicidad que muchas familias han estado buscando durante un año entero. Y esta felicidad, para muchos, reside en comer y beber todo lo que puedan. Es un tipo de elección vacacional distinta. Prima el descanso y el tenerlo todo a mano».
Poco a poco, y cuando ya desde hace tiempo solo quedan las migajas de la tostada de la directora del hotel, los comensales se van marchando con el estómago lleno hacia la piscina. El trabajo para los cinco encargados del desayuno no ha acabado, ya que deberán dejar todo listo para el próximo día, en el que de nuevo un millar de personas querrán degustar la variedad de comida que han pagado en este conocido hotel malagueño. El reloj marca las 14.00 horas, y si todo ha salido como debiera, la jornada para los gestores del caótico desayuno acabó. A las pocas horas, volverán por kilos los churros, huevos y láminas de bacon. Todos incluidos.
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