Miguel da el pepinazo
Un bombero malagueño cultiva en su huerto un pepino de 1,27 metros que sobrepasa en treinta centímetros a la que marca el actual récord Guinness
MANUEL G. BORREGO
Domingo, 18 de agosto 2013, 12:36
«Lo medía cada dos o tres días y siempre había aumentado un par de centímetros», relata el responsable de este prodigio de la naturaleza. ... Miguel Cabello, un bombero malagueño de 53 años, ha conseguido cultivar en su huerto de Ciudad Jardín uno de los pepinos más grandes del mundo, con una longitud de 127 centímetros.
Lo que menos podía pensar cuando sembró las semillas que le había dado un amigo taxista es que empezara a brotar «una especie de espagueti gigante». Pronto se dio cuenta de que ése no sería un pepino normal, así que comenzó a tratarlo con mimo y especial dedicación. El vegetal, de crecimiento vertiginoso, no tardó en sobrepasar los 70 centímetros de longitud, cuando lo normal en esta clase de hortalizas es rondar los 25 centímetros. Aunque ya ha alcanzado el extremo de madurez, este agricultor por afición no descarta que pueda aumentar aún más su tamaño en los próximos días.
A Miguel le tienta registrar su marca en el Libro Guinness de los récords supera ampliamente la actual plusmarca, que ni siquiera llega al metro de longitud, pero se ha encontrado con varias complicaciones por el camino. «El procedimiento es demasiado largo. Se necesitan entre cuatro y seis semanas para que admitan la petición y otras diez o doce para que vengan a comprobarlo, y el pepino no puede esperar tanto», lamenta. Según Miguel existe una vía para agilizar las tramitaciones, pero supone un coste excesivo para una persona que cultiva para conseguir sus propios productos naturales y sobre todo por afición, «igual que a otra gente le gusta montar en bicicleta o bucear». Aun así, él se siente vencedor moral, por más que su mujer asegure que está «chalado». «Siempre me dice que estoy loco con esto liado, pero es lo que me gusta», expresa.
En el huerto de Miguel, situado en un chalé de Ciudad Jardín, «todo es natural». No usa ni pesticidas ni abono artificial. Ahí radica uno de los secretos para conseguir un pepino de tales dimensiones junto con la calidad de la tierra, el tipo de regado ni poca agua ni mucha, la justa y el estiércol de caballo que usa como fertilizante y que consigue a partir de un compañero. De hecho, en el pedazo de tierra se observan varios pepinos que rebasan claramente el medio metro y un rábano «seis u ocho veces más grande de lo normal».
Nada de lo que planta tiene una finalidad lucrativa. Todo lo hace por la «satisfacción personal» que experimenta al ver en la mesa un tomate, una lechuga o un pimiento que él mismo ha cultivado; el excedente lo reparte entre sus allegados.
El pepino, que «habría dado para alimentar a diez familias», ya no se encuentra en su fase comestible y por tanto no podrá usarse para complementar la ensalada ni para tomarse «fresco y con sal», como le gusta a Miguel. A pesar de que continúa creciendo, pronto empezará a deteriorarse y lo abrirá para extraer las semillas de su interior. Y es ahí donde nace su propósito para el próximo año. «Me da pena deshacerme de él, pero yo nunca me quedo conforme y volveré el año que viene». Está por ver si con un pepino igual de grande.
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