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Antonio del Pino maneja entre sus manos la historia de la Catedral de Málaga. /J. A. PORTILLO
Antonio del Pino: «El Archivo de la Catedral tiene hasta fandangos»
CULTURA

Antonio del Pino: «El Archivo de la Catedral tiene hasta fandangos»

Es profesor de música, y además Antonio del Pino saca tiempo para su otra gran pasión: el órgano. Hace cerca de una década que acarició las teclas del instrumento de la Catedral de Málaga por primera vez

TEXTO: ROCÍO MOLTÓ GARCÍA

Martes, 28 de julio 2009, 03:44

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NUEVE años de experiencia tocando el órgano de la Catedral avalan a Antonio del Pino, y él mismo afirma sentirse «como el primer día». Tocó por primera vez sus teclas de ébano y marfil en julio de 2000 y en 2003 se convirtió en el organista segundo del templo, cargo que compagina con el trabajo de profesor de música en un colegio de la Fundación Diocesana de Enseñanza.

Debe ser delicado dedicarse a tocar el órgano.

Pues sí. Sobre todo como dicen los italianos es 'impeñativo', porque te tiene mucho tiempo ocupado. Tras una pieza hay muchas horas.

Y me imagino que le habrán hecho muchas veces la broma de «tocar el órgano»...

Pues sí, además yo 'por desgracia', además de tocar el órgano toco la viola... (risas).

El tamaño del órgano, ¿influye?

En cualquier fenómeno físico acústico influye, tanto el material del que está hecho, como el tamaño del elemento que entra en funcionamiento, como la propia acústica del sitio. Éste (el de la Catedral de Málaga) es el órgano barroco español más grande que se conserva y la acústica de la Catedral es muy particular.

En su coche pondrá música de órganos...

Pues no te creas, porque es como si le preguntas a una profesora de Educación Infantil si en su tiempo libre se dedica a cuidar niños. Es preciso desconectar, a veces, para no empobrecerse musicalmente.

¿Impone tocar unas teclas con tanta historia? (El órgano data de 1781).

Sí, por aquí han pasado muchos organistas. De hecho el órgano tiene grafitis de 1949, de Juan Cansino de 1868, otros con las firmas de Eduardo Ocón... Ten en cuenta que desde que se inauguró no ha dejado de sonar.

¿No da miedo pasar tantas horas solo en un sitio como la Catedral?

Pues mira, si te digo la verdad para mí los momentos de mayor felicidad y encuentro conmigo mismo y con el instrumento son cuando cierra la Catedral a las siete de la tarde.

¿Nunca ha visto un fantasma?

No, y mira que hay muchos enterramientos. La verdad es que me preocupan más los vivos (risas).

¿No decidiría hacerse organista después de leer la historia de Maese Pérez el organista?

Pues hombre, la leyenda es preciosa, y me quedo con la frase de la superiora del convento cuando la hija de Maese Pérez tenía miedo de subir porque iba a ver el espectro del padre: «Anda, suba usted sin miedo que su padre, si es que viene, lejos de asustarla vendría a ayudarla». Y yo es que me siento así... No pretendo estar aquí deambulando después de muerto (risas).

¿Hay alguna leyenda como ésa pero que se desarrolle en la Catedral de Málaga?

Hay una historia curiosa respecto a la inauguración de los órganos. El organista que estaba vivo cuando llegó el momento de inaugurarlos, en Nochebuena de 1781, estaba acostumbrado a un órgano más pequeño y el nuevo le resultaba muy complicado. El hombre, como el cargo era por oposición, se aferró a su puesto, lo que dio lugar, por su falta de destreza, a que la gente mirara para arriba durante la misa, como diciendo que por qué estaba ese hombre tocando así. Llegó a tener prisión y todo.

Ser organista de la Catedral requiere...

Ser músico, tener soltura con este instrumento y conocer la liturgia. También conocer el propio órgano, porque cada uno es distinto. Y ser creyente, porque si no es como a quien le obligan a ir al fútbol sin gustarle.

¿El repertorio de órgano de la catedral se adapta al verano?

Bueno, se adapta. En el archivo de la Catedral hay hasta fandangos del siglo XVIII que, aunque yo los interprete durante la Feria, nadie sabe lo que realmente son. En la sensibilidad del organista va el detalle de interpretar temas que tengan relación con el calendario.

¿Ha visto alguna vez a un extranjero bailando mientras toca?

Mientras toco se ponen debajo y piden que toque más y al final de la misa se empieza a ver el reflejo de flashes (risas). Una vez sí se puso una señora a bailar cuando se estaba cerrando la Catedral.

¿Y no puede tocar unos acordes de una canción de verano, por ejemplo, 'La Barbacoa'?

(Toca unos acordes, risas), ¡Oye, que me resulta un poco raro, que este órgano tiene cerca de 230 años! (risas).

¿Los músicos son realmente tan bohemios como se les suele etiquetar?

Sí, y excéntricos y librepensadores y abstraídos y meditabundos.

De pequeño, ¿contaba corcheas en lugar de ovejitas?

No, contaba tubos de órganos (risas).

Afición temprana

Entonces desde pequeño le viene la afición.

Sí, desde niño en la Victoria me gustaba ir a la misa y oír al sacristán tocar el órgano.

¿Coleccionaba estampas de futbolistas o de Mozart y Beethoven?

Uy, de deporte seguro que no, nunca me llamó la atención. No me acuerdo qué coleccionaba de chiquitito.

¿Nunca ha sentido la tentación de, en mitad de una celebración, tocar algo que no tuviese que ver?

No hombre, es muy difícil, porque en la Catedral se pueden hacer cosas modernas o innovadoras pero sabiendo que hay unos límites.

¿De qué material están hechas las teclas?

De ébano y marfil, como los dientes de 'El Emigrante' de Juanito Valderrama (risas).

En total, ¿cuántos órganos hay en la Catedral?

Son físicamente dos, pero cada uno tiene dentro cinco órganos.

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