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TEODORO LEÓN GROSS
Miércoles, 5 de septiembre 2007, 05:23
MÁLAGA se ha convertido en uno de los focos de la resistencia a la asignatura de Educación para la Ciudadanía: aquí hay cinco mil objetores ya en las trincheras, aguardando el asalto final, más del doble que en las siete provincias restantes de la comunidad. De hecho, esta asignatura se ha convertido, más allá de la geografía, en uno de los frentes centrales de la confrontación preelectoral a medio año del choque en las urnas. Con la cuestión de España empalidecida, el terrorismo en el plano vidrioso de los atentados -ya sólo se polemiza sobre ANV- y la Economía a la expectativa de una crisis de confianza por el desempleo del ladrillo en la agenda pública se ha extendido la bronca de Educación para la Ciudadanía. Seguramente eso retrata bien a España: un país cuyo conflicto político central es una asignatura de educación cívica según el temario diseñado por el Consejo de Europa para una treintena de estados. Qué país.
Y no parece que el PP vaya a aflojar. Esto tiene su lógica, aunque sólo sea una lógica electoral. El problema, con todo, es el sobrepeso de la manipulación para sostener esta ficción. Basta asomarse a los contenidos de la disciplina en la web del Ministerio (la dignidad del individuo, la igualdad, la autonomía personal, la convivencia social, la tolerancia y el respeto, la diversidad, la administración del espacio común y la justicia) y basta leer algunos manuales (algo que naturalmente no ha hecho la mayoría de los que se rasgan las vestiduras con la bobada ésa del 'catecismo del buen socialista') para desmarcarse de una polémica que ha hecho aflorar las costuras carpetovetónicas más rancias. Rajoy, de hecho, en el Debate sobre el Estado de la Nación fue incapaz de citar un solo enunciado reprobable de la asignatura; y la libertad religiosa del 16.1 de la Constitución no se resiente por estos libros donde se enseña que la religión es un asunto de conciencia, básico en la historia de la humanidad, y que España es tradicionalmente católica. De hecho, la patronal de colegios católicos está redactando su propio manual adaptado; y esto ha desubicado definitivamente a los obispos bronquistas más ultramontanos -la carcunda del viejo nacionalcatolicismo- que han estigmatizado la asignatura como 'el mal', como si ésta fuera cosa de Lucifer. En fin. Esa actitud de la Iglesia tiene poco de europea y mucho del integrismo islámico más sañudo. Y el PP se ha visto atrapado ahí.
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