«Me comería cinco helados todos los días»

-¿Por qué de Ibi a Málaga?

-Cosas de la vida. Mi padre trabajaba en su tierra natal, y no precisamente en nada relacionado con las heladerías, sino en un taller de bicicletas. En los años 50 la cosa estaba difícil y decidió buscar nuevos horizontes. Estuvo en Córdoba, donde aprendió el oficio de heladero, aunque algo traía de nuestra tierra, donde tienen tanta tradición, y se vino a Málaga, donde abrió una pequeña heladería aquí, en Juan Valera, en Pedregalejo, en 1952. Y aquí seguimos...

-¿Cuál es la clave para seguir en la brecha tras 60 años?

-El secreto está en la calidad del producto. Los helados de Lauri se hacen como se hacían siempre, de forma artesanal, con mucho mimo y mucho cariño, con productos de gran calidad. No hay otra fórmula: calidad y trabajo. La cosa está clara: si hay fresas porque es la época, hay helado de fresa, y si no, pues no hay helado de fresa. Las cosas artificiales, para los fuegos.

-Tienen clientela de lugares extraños, ¿no?

-Más que extraños diría que lejanos... Hay muchos estudiantes extranjeros que han venido a la zona a aprender el idioma de jóvenes que han vuelto con sus hijos y les ha dado alegría, porque además yo sigo al frente de la tienda. Tenemos también muchísimos clientes de fuera de Málaga, aunque nuestra base fundamental está en el público local. La gente de Málaga quiere y valora los helados de Lauri.

-Dicen que los de tutti-fruti son los mejores, insuperables...

-Para algunos es el turrón y para otros, los de fresa. Desde luego son nuestras tres grandes especialidades y lo que más pide la gente.

-Dígame el secreto del tutti-fruti...

-Que es fruta escarchada y cortada por nosotros, trocito a trocito. Lo mismo que la clave del turrón es el producto base, de gran calidad, procedente de la provincia de Alicante.

-¿Y la crisis económica, ha llegado al helado?

-La crisis afecta a todos los ámbitos y todos los sectores, y este año lo estamos notando mucho más. La tienda de Juan Valera la estamos cerrando a las doce de la noche, cuando eso en el mes de julio de cualquier año anterior era impensable, pero a esa hora ya no hay ni un alma por la calle.

-¿La tradición sigue?

-Pues sí. No solo mi padre sigue en la brecha -y ojalá que siga muchos años si Dios quiere-, sino que mi hermano mayor también se dedica a esto, pues es quien lleva la heladería que hay en calle Bolivia. Yo también estoy en la heladería, y mi otro hermano no tiene nada que ver, es notario en Rincón de la Victoria.

-¿Con qué se gana más, con los helados o con la notaría?

-De notario, no lo dude. Y se trabajan menos horas también.

-¿Ha aborrecido usted los helados?

-¿Por qué? ¿Por llevar aquí desde los 12 años? Pues no, al revés... Me comería todos los días cuatro o cinco helados y me quedaría tan fresca, pero no puedo hacerlo, hay que controlarse.

-Sí, porque engordan bastante, ¿o no es verdad?

-Yo no sé si bastante, pero sí que engordan. No es un secreto, es una realidad. Son productos para el placer y ya sabe que lo que es bueno, en el tema de la comida, engorda... pero al menos me reconforta que los más conocidos médicos nutricionistas de Málaga sean clientes nuestros.

-¿Una granizada de limón o una horchata de chufa?

-Cualquiera de las dos vale. La granizada se hace con cáscara rallada y el zumo del limón, y la horchata con chufas de Alicante. Pero bueno, como esta sección se llama 'La granizada', me quedo con ella.

-60 años, toda una vida...

-Y esperemos que sigamos muchos más.