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¿Quién fue el novio de la muerte que inspiró el cuplé legionario?

¿Quién fue el novio de la muerte que inspiró el cuplé legionario?

Nadie pensó aquel 20 de julio de 1925 que cuando la entonces famosa cantante Lola Montes estrenaba en el Teatro Vital Aza de nuestra ciudad el cuplé ‘El novio de la muerte’, se convertiría en un 'himno' del Jueves Santo malagueño

PEDRO LUIS GÓMEZ

Viernes, 18 de marzo 2016, 20:35

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Cuando el 20 de julio de 1925, la entonces famosa cantante Lola Montes estrenaba en el Teatro Vital Aza de nuestra ciudad el cuplé El novio de la muerte, obra de Fidel Prado y música de Juan Costa, nadie se podía imaginar ni por el forro que aquel día cantaba por vez primera el que se puede considerar como el himno del Jueves Santo malagueño. Entusiasmada al oírlo en las butacas del citado coliseo, la que fuera sobrina del general Espartero, la duquesa de la Victoria, contrató a la intérprete para que lo cantara ante las tropas legionarias el 30 y 31 de ese mismo mes para levantar los ánimos de los soldados españoles que desembarcaron en Melilla pocas horas después del desastre de Anual, una de las más graves y cruentas derrotas militares en la historia de España.

El éxito de la canción fue tal que los responsables de La Legión decidieron darle unos toques para que sirviera como música de marcha, y de ahí surgió uno de los temas que más resuenan en la Semana Santa malagueña y que levanta pasiones. Nadie dice si Prado y Costa eran cofrades, o si vivían o no en Málaga, pero desde luego sin saberlo compusieron la marcha procesional que mejor acompaña al trono del Patrono y Protector de La Legión, el mismo que hace que ir bajo esos varales sea un auténtico privilegio, porque pocos son los afortunados que saben lo que es ver reflejada en las paredes de la noche mágica malacitana la estela del Cristo que tallara Palma pero que era de Mena al son de la letra y música legionaria, una marcha militar que se basó en su origen en un hecho real, ya que fue un homenaje al primer legionario muerto en acto de batalla.

Así lo relató el oficial de la Guardia Civil Armando Oterino: «El 7 de enero de 1921, en Beni Hassán, cuando el Tercio tenía sólo unos meses de existencia, (su primera Bandera se había organizado en octubre), después de haberse defendido heroicamente con su escuadra frente a los kabileños que los atacaron y pretendieron apoderarse de sus armas, murió a consecuencia de las heridas recibidas el cabo Baltasar Queija de la Vega; era el primer legionario que perdía la vida en un hecho de armas. En su bolsillo se encontraron unos versos llenos de emoción y sentimiento. Se dice que acababa de enterarse de la muerte de su novia, y en esas confidencias íntimas que se hacen al compañero en las largas esperas campamentales de una estrellada noche moruna, había confesado: ¡Ojalá la primera bala no tarde mucho y sea para mi corazón, para reunirme pronto con ella!.

Pocas horas después, cuando se realizaba la retirada de protección de unos caminos su escuadra fue atacada. Toda una premonición que presagiaba el futuro canto de El novio de la muerte, porque está historia tan tremenda fue la que inspiró al periodista Juan Costa para escribir la canción. Lola Montes salió vestida de enfermera a los escenarios melillenses, y el éxito fue tal que tuvo que interpretarla varias veces seguidas ante el delirio de unas tropas muy necesitadas de ánimo tras todo lo que estaba sucediendo en el entonces protectorado de Marruecos». Ese Novio de la muerte resuena todos los Jueves Santo en Má- laga por cada esquina, y su impacto sigue siendo extraordinario. Decenas de miles de personas abarrotan las calles para ver la estética de la procesión, que es insuperable.

El cortejo en sí, los tronos, el paso legionario, el cuplé... Es la gran estampa del Jueves Santo malagueño, con uno de sus momentos álgidos: el traslado del Cristo de la Buena Muerte desde su capilla hasta su trono, en la plaza de La Legión Española en una mañana que da la salida muy pronto al día más grande de la Semana Mayor, ya sea tan sólo porque es uno de los tres que reluce más que el sol, como dice el refrán español. Ese sol acompaña a una multitud entregada, porque como dijo un periodista del NY Times el año pasado, «Nadie puede ser ajeno a lo que se ve y se oye aquí». La leyenda se mezcla con la historia, las creencias con los ritos, la estética con las procesiones, y de ese cóctel sale un conjunto cuasi mágico que cada Semana Santa rompe los esquemas y no pocos corazones.

Este Jueves Santo, además, quedará también para la historia, ya que este año pasado, concretamente el 2 de diciembre, se cumplieron 500 años de la muerte de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, quien diera nombre al tercio con el que se creó la Legión Española, la misma que tiene en el Cristo de Santo Domingo a su santo y seña, y en su Novio de la muerte uno de los temas musicales más identificados con la Semana Santa de Málaga, porque como dijo aquel pregonero hace ahora 23 años, «detrás del Cristo de la Buena Muerte, el Novio de la muerte es una oración salida del alma que rompe el silencio de la noche mágica de ese Jueves Santo que comienza antes que ningún otro día con la llegada de las tropas y el traslado de su Patrono y Protector, el mismo que preside cada uno de los acuartelamientos legionarios».

El cabo Baltasar Queija de la Vega era el Novio de la Muerte

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