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Juan Cano
Martes, 1 de diciembre 2015, 00:33
El pabellón en el que se celebró la misa para despedir a Antonio Reyes Rubio se quedó pequeño para acoger a todos aquellos que se acercaron hasta las instalaciones de la Comisaría Provincial para asistir al acto. Numerosos compañeros del policía nacional y autoridades arroparon a la familia del agente fallecido, al que ayer se le concedió la Medalla de Plata al Mérito Policial a título póstumo, una de las mayores distinciones que se otorga a los miembros de este cuerpo de seguridad.
Así se comunicó minutos antes de que comenzase la misa, en la que estuvo presente el director general de la Policía, Ignacio Cosidó, acompañado por numerosos responsables del Cuerpo Nacional de Policía, entre los que se encontraba el comisario provincial de Málaga, Pedro Garijo. También por altos cargos de la Guardia Civil, como su máximo responsable en Málaga, el coronel Jesús Esteban; además de la Justicia, como el presidente de la Audiencia Provincial, Antonio Alcalá, o de la vida política, como el alcalde Francisco de la Torre, el subdelegado del Gobierno Miguel Briones o el delegado del Gobierno andaluz José Luis Ruiz Espejo. Además del celebrado en la comisaría, los actos de recuerdo se repitieron a lo largo del día, como en la Diputación, dónde se guardó un minuto de silencio.
«¿Cómo fue?», le preguntaba la viuda, rodeada de policías con los ojos arrasados, al subinspector que acompañaba la noche del accidente a su marido, Antonio Reyes Rubio. Al escucharla, una de sus dos hijas se le acercó y abrazó a su madre con ternura. «No preguntes, mamá», le respondió, tratando de calmarla. «Murió ayudando a la gente», sentenció.
Antonio (60 años) era policía nacional desde septiembre de 1978 y estaba destinado en los zetas (radiopatrullas), en la Brigada de Seguridad Ciudadana, donde cariñosamente lo llamaban El Abuelo por ser el agente más veterano. «Le gustaba mucho su trabajo», cuenta un compañero, «antes de jubilarse, quería ahorrar los dinerillos que le faltaban para acabar de reformar la casita de sus padres en el pueblo». El Cordobés, como otros tantos lo conocían en comisaría, era de Aguilar de la Frontera, ese referente al que siempre volvía para compartir, entre otras cosas, un día de caza su gran afición con sus hermanos.
En comisaría, sus compañeros del Grupo I lo recuerdan, emocionados, como una persona que «se hacía de querer», el alma de las barbacoas de «hermandad» que organizaban. Un tipo generoso «solía llegar con pequeños regalos o cualquier detalle para nuestros hijos», de aspecto bonachón y con un vozarrón que imponía; no había perdido el acento, pese a los traslados obligados por el servicio (Badalona, Algeciras y, desde hace 15 años, Málaga). «En todo el tiempo que llevo en la profesión, es la única persona con la que nunca he discutido», decía una agente que trabajó con él.
Llevaba los zetas en la sangre. Dedicó toda su vida profesional a patrullar la calle y a atender al ciudadano, el servicio que más satisfacciones le reportaba y que, paradójicamente, le ha acabado costando la vida. «Era muy difícil que una intervención se le torciera, tenía esa mano izquierda que se necesita en este trabajo», dice Gerardo, el subinspector que lo acompañó durante el último año y medio y que era, más que nada, su amigo: «Vivimos los dos en el barrio de La Luz, jugamos al dominó, quedamos con las familias... ». A Gerardo le cuesta hablar de él en pasado. «Lo voy a echar mucho de menos», se lamenta.
El servicio se torció el domingo por la noche de la manera más absurda. Cuando apenas le quedaba una hora para terminar el turno, que había cambiado en el último momento (tenía el día libre), Antonio y el subinspector con el que le había tocado patrullar Gerardo había pedido días para preparar el examen de inspector se toparon con un accidente en la Ronda Oeste al regresar a comisaría con un detenido. Había un coche siniestrado en el carril izquierdo, a 200 metros del falso túnel de Carlos Haya. Antonio, que viajaba de copiloto, se bajó el primero y fue a auxiliar al conductor. Cuando ya iba a dejar el servicio en manos de la Guardia Civil, que acababa de llegar al lugar, fue arrollado por otro vehículo.
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